¿Quién vació la arena de
vuestros zapatos
cuando debíais levantaros
de la muerte?
La arena, la que Israel se
llevó a casa,
¿su arena errante?
Arena ardiente del Sinaí,
confundida con las gargantas
de los ruiseñores,
confundida con las alas de
las mariposas,
confundida con el ansia de
polvo de las serpientes,
confundida con todo lo que
se desprendió de la sabiduría de Salomón,
confundida con el amargor
del ajenjo secreto.
Oh vosotros, dedos,
que vaciasteis la arena de
los zapatos de los muertos,
¡Mañana seréis polvo, vosotros
en los zapatos de los que
han de venir!
(de “En las moradas de
la muerte”, 1946)
Qué bello más allá
está pintado en tu polvo.
A través del núcleo de la llama de la
tierra,
a través de tu chal de piedra
has sido ofrecida,
red de despedida en la medida del
pasado.
Mariposa
¡a todos los seres buenas noches!
las importancias de vida y muerte
se hunden con tus alas
sobre la rosa abajo
que se marchita con el arco de luz que
madura hacia casa.
Qué bello más allá
está pintado en tu polvo.
Qué signo real
en el secreto del aire.
(de “Eclipse estelar”,
1949.)
Aquí
donde naufragué en sal,
aquí en el mar
con sus azules niños de
pecho,
que se nutren
posesos de luna
en el ama del alma—
aquí en la arena,
que danzaba en el zodiaco,
aquí yace lo cifrado con lo
no nacido
apareces
hacia atrás
en el vacío oscureciente,
que en torno a ti espera,
una cesta para ser llenada
con frutas
que van por metálicas vías
astrales
o
son expedidas
mi aliento te tiendo
y caigo
para habitar nuevamente en
un cardo
que nunca será flor-
(de “Y nadie sabe cómo
seguir”, 1957)
Viene uno
de lejos
con un idioma
que quizás encierra
el laúd
con el relincho de la yegua
o
con el piar
de los jóvenes mirlos
negros
o
también como una crujiente
sierra
que trincha toda proximidad—
Viene uno
de lejos
con movimientos del perro
o
quizás de la rata
y es invierno
por tanto vístelo caliente
también puede ser
que tenga fuego bajo las
suelas
(quizá cabalgó
sobre un meteoro)
por tanto no lo riñas
si acaso tu alfombra
acribillada chilla.
Un extraño lleva siempre
su patria bajo el brazo
como una huérfana
para la que él quizá nada
nada busca sino una tumba.
(de “Huida y
transformación”, 1959)
Tú
en la noche
con el desaprender lo
ocupado del mundo
de lejos muy lejos
tu dedo que pintó la gruta
de hielo
con el mapa cantante de un
mar oculto
que amontonó las notas en
la concha de tu oído
puentes-ladrillos
desde aquí hacia allí
esta cuidada edición
cuyo desenlace
será otorgado a los
moribundos.
(de “Viaje a lo
inmaculado”, 1961.)
¿Quién llama?
¡La propia voz!
¿Quién responde?
¡Muerte!
¿Se hunde la amistad
en el campamento del sueño?
¡Sí!
¿Por qué no canta ningún
gallo?
¡Está esperando a que el
beso del romero
nade en el agua ¿!
¿Qué es eso?
¡El instante de abandono
del cual el tiempo se
suprime
asesinado de eternidad!
¿Qué es eso?
Sueño y morir no tienen
atributos.
(de “Aún festeja la
muerte la vida”, 1961.)
Desesperadamente llamas
ahora desde la oscuridad
al único hombre—
Espera un instante todavía—
y tú caminas sobre el mar.
El elemento te penetra ya
los poros
te hunde y te alza con él
y pronto reencontrada en la
arena
y junto a las estrellas
esperando huésped que vuela
y en el fuego de la reunión
consumido
calma —calma—
(de “Enigmas que
arden”, 1962)
Coro de los Consoladores
Somos jardineros que nos
hemos quedado sin
flores...
No se puede plantar ninguna
hierba medicinal
de ayer para mañana.
La salvia se ha marchitado
en las cunas,
el romero ha perdido su
aroma
delante de los nuevos
muertos,
incluso el ajenjo estuvo
amargo, sólo ayer.
Las flores del consuelo
brotaron demasiado
brevemente
no alcanzan para el dolor de
una lágrima de
niño.
Quizá nueva semilla
arraigue en el corazón de
un cantor nocturno.
¿Quién de nosotros puede
consolar?
En las profundidades del
desfiladero
entre el ayer y el mañana
está el querubín
pulveriza con sus alas el
rayo del dolor
pero sus manos mantienen
separadas las rocas
del ayer y del mañana
como los bordes de una
herida
que debe permanecer abierta
que aún no puede sanar.
Los rayos del dolor
no dejan conciliar el sueño
al campo del olvido
¿Quién de nosotros puede
consolar?
Jardineros somos,
y nos hemos quedado sin
flores,
y estamos sobre una estrella
que irradia,
y lloramos.
Versiones en castellano
de Javier Tubía
Ya no recuerdo
donde pájaros cantan
o
si hay sollozos en el mar
lleno de ángeles de la
profundidad
que tiemblan el pavor
sagrado
de ser tirado al aire
Nunca sé
si los deseos pavorosamente
devorantes
esos peces-espada
calando
las pieles suaves de los
milagros del alma
se acaban en la almendra
llameante de la tierra
y si el universo afligido
en una vuelta de la noche
no apagó de un soplo mi
negra luz
porque durmiendo perdí de
nuevo
una palabra de amor
Versión de Klaus Dieter
Vervuert y Rodolfo Alonso
* * *
Líneas como
cabello vivo
levantado
oscurecido de noche de
muerte
de mí
hacia ti.
Pescada
afuera
estoy inclinada al más allá
sedienta
por besar el fin de la
lejanía.
El atardecer
arroja el trampolín
de la noche sobre el rojo
prolonga tu lengua de tierra
y pongo mi pié vacilando
sobre la cuerda que se
estremece
de la muerte ya empezada.
Pero así es el amor...
NELLY SACHS
(ALEMANIA, 1891-1970)