Domesticar un caracol es
un trabajo para pocos.
Primero hay que encontrar
el adecuado, salir
apenas para de llover
o a la hora del rocío
y buscar detrás de las macetas
o en el tronco de un árbol.
No dejarse engañar por los que escalan
la pared como expertos alpinistas,
inclinarse más bien por los pequeños
algo débiles para acarrear su casa,
esos aceptan de buen grado
un dedo que les acorte el viaje.
Después hay que ocuparse de hospedarlo.
Una pecera vieja suele ser lo ideal
bien acondicionada con tierra,
musgo, alguna planta.
No olvidar mantenerla siempre húmeda
es, por supuesto, indispensable.
Lo demás es cuestión de ser paciente,
hablarle siempre sin importar de qué
y sobre todo bajarlo
cada vez que llega al borde
hasta que aprenda a sentirse como en casa.
o a la hora del rocío
y buscar detrás de las macetas
o en el tronco de un árbol.
No dejarse engañar por los que escalan
la pared como expertos alpinistas,
inclinarse más bien por los pequeños
algo débiles para acarrear su casa,
esos aceptan de buen grado
un dedo que les acorte el viaje.
Después hay que ocuparse de hospedarlo.
Una pecera vieja suele ser lo ideal
bien acondicionada con tierra,
musgo, alguna planta.
No olvidar mantenerla siempre húmeda
es, por supuesto, indispensable.
Lo demás es cuestión de ser paciente,
hablarle siempre sin importar de qué
y sobre todo bajarlo
cada vez que llega al borde
hasta que aprenda a sentirse como en casa.