LA ESTRATEGA
Mover las sombras es lo que se hace
cuando no es posible discernir lo que
está pensando el adversario
MIYAMOTO MUSASHI
Fingir un ataque poderoso
para conocer en las reacciones
la intención del otro;
es lo que un maestro oriental llama
mover las sombras.
Pero no hubo respuestas;
los ejércitos no se desplegaron
en escuadra,
los barcos no izaron sus velas
en el viento de la furia,
ni partieron columnas de avanzada,
con sus petos inclinados
y su andar sigiloso.
Ningún guerrero solitario
saltó por detrás de la espesura
con una verdad afilada
como un sable legado por ancestros.
Nada que pudiera encontrarse
en el arte de la guerra;
apenas una contenida alteración
y unas palabras suaves
en el camino de los ojos;
sólo la palidez de quien intenta
relajar su movilidad;
una fineza experimentada
en el combate, que distingue
la clase de golpes,
por el pulso del corazón.
Un peligro mayor
deshacía su estrategia
y la del maestro oriental;
le descomprimía los músculos
y la invadía
con una inequívoca exudación;
estaba siendo amada,
más aún, debía aceptarlo.
LA CONDUCTORA
El auto coleó descontrolado
en la vía rápida;
en la curva conocida
a más de 100
el volantazo pavloviano
esquivó las rejas,
la ligustrina
y se clavó, entre una y otra
como en boxes;
daños mínimos
y dos gomas desinflándose
La conductora abrió la puerta
y bajó al lento
mundo del césped
Siguió la serpiente
de los neumáticos
en el asfalto,
sus obsesiones calcadas
en la huella de caucho,
y la muerte se le incrustó
en el estómago
como un volante
Vio lo cerca que está
lo que está a distancia
y el breve espacio
de maniobra
Recogió las tasas,
un trozo de retrovisor,
disuelta la golosina
de la velocidad;
deformadas las llantas
por la ley de Newton,
la inercia, la tristeza
que no puede saltearse
Recibió a los ángeles
en medio del tránsito urbano
Una nube blanca le atravesó
de lado a lado las sienes
y una respiración asmática
la curaba
cuando el paseador de perros
se acercó corriendo, preguntó
y la miró con ojos grandes:
caminaba
con movimientos normales
alrededor de sí
de "La hybris", Ed. Bajo la luna, Bs. As., 2007.
EL BAÑO
Hay una ducha al fondo
de la casa
y cada tardecita
después del calor, el río
los mates, las conversaciones
sudorosas en el porche
es la hora del baño
Atravieso los ligustros
dejo la toalla en una rama
el jabón
sobre un tronquito
hachado al ras; un mínimo
preparativo antes de hacer
correr
el agua
Fría al comienzo
después más tibia
llega la que el sol
abrasó en el tanque
de fibrocemento
el día entero
Al aire libre
la caña de ámbar
vuelve encantamiento,
el rito diario;
me lavo la cabeza
me bajo los breteles,
la malla y vigilo, casi
con inconsciente cuidado
que los sonidos sean
los habituales:
algún zorzal
que levanta vuelo
una gallineta que picotea
las últimas migas
en el pasto, esa quietud
atardeciendo
las casas vecinas
y la variedad inabarcable
de hojas y ramas en el monte
extasiadas rozándose
Me enjabono
la espalda, los hombros
arden y otra vez el agua
reciben plácidos,
más sensible
el borde sin solear
del cuerpo siempre enmallado;
los pelitos de la vulva emblanquecen
con la sedosa jabonada
y los pezones se agrandan
bajo las marcas
geométricas del escote
Abro por completo la ducha
y el caudal
cae a brochazos
casi helada me apura
fuera del letargo
de la respiración;
hasta que cierro y vuelvo
al calor de las telas
al sigilo en la toalla
mientras el agua
por la zanjita
perfumada corre
como un suspiro aliviado
como un instante amoroso
y su exigente vigilia
No sabe nadie
nadie presencia
mi tarde detrás
del arroyo;
piedrita que alguien regala
y al aceptarla toma
la forma de tu mano;
no tiene valor
no se cotiza
ni siquiera se pone
en una vitrina
de objetos exóticos;
se vive con poco
con nada
se hace un reino
LA GARZA
Y esa garza como una diosa extraviada
¿qué hace?
SARA GALLARDO
Una garza nos visita
muy temprano,
bajó lenta y cerró las alas
con soberbia magnificencia;
cada paso en tierra,
tan distinto a su vuelo,
le fuerza el andar
le curva el cuello
Prudente, sin embargo,
sobre la orilla espera,
mientras el río calma de ondas,
su reflejo;
picotea algo,
quizá una mojarrita
que escapa, parpadea
la superficie, no es fácil
una presa en el agua
En diálogo cauto
con el paisaje,
la garza; un ojo
de naturalista experimental
en procura de alimento
y, aún sin conseguirlo,
una soltura autóctona
que levanta vuelo y atraviesa
la vegetación de lado a lado
Constancia y desapego
necesario para partir,
dejar lo inútil
reubicar desde el aire otra orilla,
otro tumulto sobre el monte
En exceso, conozco
la constancia
pero, con la garza, observo
el desapego, ese salir prudente
de la escena, como un arte
que no he sabido incorporar
Es el fin del verano
el río se aquieta,
pliego detalles
como hojas interiores
en la maraña de bambúes
PUERTO MADRYN
Arremangarse los vaqueros
que descalza
la playa se amolda
a los pies;
el mar es intratable
en la extensión fría, pero la arena
húmeda recibe
Resta un tramo de caminata
hasta los barcitos de la costa
y el mediodía invade el aire
con el olor a pescado
frito, fresco
La bajada trae
el alerta, el imprevisto
moverse de los cangrejos
y ráfagas heladas, impensables
para dormitar el cansancio;
anárquicas levantan
en la sequedad de los médanos
restallantes remolinos
Mientras encuentre plácida
esas andanadas
-se dice como quien
se mide en lo externo-
la carne no será crespuscular
La caparazón de un erizo
fráfil pero intacto
toca en su bolsillo,
una mesa afuera busca, dispuesta
a la intransigencia con el viento,
servilletas para escribir
o entrar a espiraladas sensaciones
Pero todavía, no se ha ganado
ese instante de compensación
punzante o maravilloso
que traspasa la simpleza;
nada aún sino el foco
sobre algunas acciones mínimas,
accesos que tientan
rugosos paralelos
Sólo el movimiento que ablanda
y desmarca
y deja que llegue
lo real, el mediotono inoculador
de la caminata y el día,
la escalera solar por donde reptan
sus animales nocturnos
Nada sino el tiempo sorbido
en los olores
en la erosión tangible de la playa;
nada excepto el momento
en que las cosas suceden.
LA CASA EN EL AIRE
junio 29
El terreno fue desmalezado
y la tierra apareció rugosa
como la piel de un recién nacido;
apilados los troncos
dominada la zarza en lo bajo
entré y con una vara
marqué la zona para rellenar,
poco alcanzado por el sol
un limo informe;
al darme vuelta
vi el círculo de árboles
donde iba a estar la casa
y permanecí en su interior
como en un campo gravitatorio;
era el aire, un soplo,
una bienvenida; concluía
un país extranjero
y el páramo invernal,
despoblado el monte
a machete, se reordenaba
con los nuevos
accesos de la luz;
supe de los lugares que te eligen
y se convierten en un centro
sólo con mostrarte
que hay tierra alrededor
que en un giro
se oxigena el futuro;
a la extensión desprovista,
me entregué, sin votos,
a esa soleada austeridad
me confié, sin liturgias;
la vara era tibia
como la primera chispa
y el comienzo, ése
septiembre 8
Echar arena fue traumático
dos barcos descargaron
armando largas tuberías
y el terreno comenzó
a emparejarse
y pensar en las plantas
encontró la prolija
aspereza del relieve
Los vecinos decían
que la hojarasca y el barro
de las mareas luego, sedimentan
van mezclando de oscuro
ese amarillo extranjero
ese color de otras costas
en una hibridación inevitable,
después el pasto crecería
Trepadoras secas tironeé
colgadas de árboles enormes
y espinas, poco visibles,
hicieron lo suyo
sin bondad artificiosa,
pero mientras duraba el mate, vi
un arbusto medio escondido
entre una parva mustia:
un membrillo que echaba
cantidad de flores blancas,
marfiles anticipos de otras,
rodeado, como estaba, por la arena;
confabulado, el libro
que traía en mi bolso
también se situó en el sitio
del devenir:
muestra tu rostro, decía Rũmĩ,
porque el huerto y el jardín de rosas
son mi deseo
y un sol nuboso de invierno
el desierto persa, quizás
o el amante más hostil
resistieran su pedido,
pero estas ramas se alargaron
como una cesta de mimbre
y las flores del membrillo fueron
talismanes, un nudo atado
contra la aridez
Restaba tomar la paciencia
que tienen los ojos del lugar,
nimio, el indicio alcanzaba
para agujerear la negación
y encenderla;
la tarde caía en los claros de rojo
que empezó a volcarse
como un vino temprano
AZAR Y NECESIDAD DEL BENTEVEO
Cualquiera diría que
con el follaje nuevo
con los despuntes verde agua
sobre el marrón traslúcido
de los troncos
volvían los pájaros
o mansa, la primavera se cumplía
más visible
en este extremo de la ciudad
Pero unas semanas atrás
había que ver a aquel benteveo
sobre el palo pelado de los árboles
golpeando las ramas
con su pico y su canto
como si ya oliese en la madera
la savia estallante
o incitase a las resinas
a hacer su trabajo
No por eso
habría que convertir
en causalidad el azar
distorsionar la materia,
el simple canto;
pero las azaleas de octubre
florecieron en septiembre
y las camelias extendieron su rito
de reinas invernales a pesar
del verde profuso
El benteveo con sus gafas
negras, como de pájaro
egipcio o maquillado
no ostentaba señas;
el inferos, lo celeste
eran datos de otro orden
para la oscuridad de los ojos
Algo ocurría y el benteveo
era el eslabón inestable
sobre la sequedad,
el desvío que anticipaba
con el enlace de hojas,
otros pájaros;
una de esas fluctuaciones
en las que el azar,
más imprudente,
altera la objetividad,
corrobora el cambio
La imagen del benteveo
en retrospectiva,
también, se arbolaba:
subía desde la memoria
a la flecha del tiempo
En ese terreno casi baldío
que para queja de los vecinos
permanecía dejado a su suerte
la naturaleza resolvía
su quehacer
necesario y fortuito
previsible y alterado
Baldío, también
el lugar donde una imagen
era raíz, si albergada,
y luego árbol deseado
no sólo entropía
y espontánea destrucción
En las notas repetidas del benteveo
esa composición que reordenaba
monótona los mismos elementos
en ese acorde exaltado; inexacto
al acompasar los duros golpes,
las ramas secas fueron
transitoriamente inertes
cumplidamente invernales
de "Química diurna", Ed. Alción, 2004.
Puente Avellaneda, Pueyrredón
Puente Alsina cambiado el nombre
en los mapas,
por el mismo zanjón del Riachuelo
Puente La Noria. Pasajes
al otro lado de la ciudad;
no son postales congeladas
mis idas y vueltas
sino pigmentos tornadizos
como la capa de asfalto
El paso capturado y la mirada
en la misma
agua grasosa que no absorbe
el desecho químico. Amargor
que queda flotando en la superficie
como en el cuerpo
lo inasimilable
Hay un pozo imantador
en este cruce
de puentes suburbanos
que en cada pasada
me desvía
hacia tiempos suspendidos
como hacia un carril
de detención
Petróleo muerto, desgastes
erosión obsesiva
que no ha logrado disolver
cierta hora de niebla temprana
y cielo opaco para llegar
al sitio de los comienzos
Más allá, del otro lado
el viento para en los oídos
y empieza la gravedad, la filigrana
de pequeños actos perecederos
y su trazo enmarañado
Pero aún sobre el puente, suspensa
puedo asir del trayecto
el goce a futuro
de la expectativa,
ese rocío ensoñado que fue
siempre a escondidas, una forma
instantánea de felicidad
***
El puente es el lugar del nómade
la única construcción que se permite
su fuga, su visa
su salvoconducto
De Colorado recuerdo
un pueblito fantasma
abandonado al correrse
la frontera del oro:
mecedoras quietas en los porches
sin peso, sin cuerpos;
carril de detención,
en tu zona de baja velocidad
tu pueblito fantasma,
espacio sobrecargado
y nadie, lugares
de mala combustión
Retardo, retorno
al paisaje ausente,
sustancia que no termina
de entenderse con el agua
ni se deja dócil traspasar
Pasos del Riachuelo,
garganta de agua pesada
que me vuelve
costosamente a mí
***
A la pensión de San Cristóbal fueron
de civil, de casualidad
no estaba y ese mismo día
me mudé, dormí
en casas de amigos
que después fui perdiendo
Alrededor se deshacía
el espacio urbano
en centros y campos inhallables
de detención
Lo poco que nacía
parecía deshecho
en cada esquina, un patrullero
***
Avellaneda, antesala o salida
mugrosa de Constitución por el ramal
ferroviario general Roca
Galpones de chapa de aluminio
y manchas onduladas de óxido
siguiendo en el acanalado
la inclinación de las lluvias
Cementerio de trenes, hierros
amontonados en los carriles secundarios
y el mismo letargo
el mismo súbito entristecimiento
cada vez que se cruza;
preguntas, proyectos
sin conseguir pasaje
Le digo a mi hija
que me gustaba viajar
en los escalones altos del tren
al lado de las puertas,
un día
que la línea electrificada no funciona
y subimos a un adicional
de vagones en ruinas
¿Es a vapor? pregunta
y la locomotora se convierte
en una ilustración de enciclopedia
Herrumbre de vigas inclinadas
cuarenta y cinco grados, remaches
en los puentecitos,
tallas ásperas del ferrocarril
sur. La voz de Manal
en los setenta interrumpiendo
el triste descampado;
algo me anuda
a mí
como una caricia
de "Puentes", Libros de Tierra Firme, 2000.
ACUARIO
Un pececito
en una bolsa de plástico
el cuidado que le toma a una nena
trasladarlo
desde el acuario a su casa
mientras el pez vive el drama
del traqueteo como un tifón
mientras la madre
abre paso entre los transeúntes
al pequeño acontecimiento:
la alegría sonora
escapada de la atención
que se presta a la mudanza ;
el afecto infantil
en la nimiedad
como imperceptible descarga
de nubes brillosas
un esplendor
que se instala
que no habrá
de devorarse
EL BORDE
Borde, límite doméstico
medianera al fondo de la casa
que separa
el jardín del baldío
como una compuerta que cede
espacios, respiración
Un zorzal
escondido en el ramaje
vestigio y suntuosidad
urbana; agua
escuchada sólo en la sed
en el opacamiento
de la hojas entradas a un orden
de despedidas. Río
que mana imaginario
y elemental
desmiente cauces
humedece la espalda
la devuelve
al límite sin domesticar
a la desmesura
del agua desoída. Interior
que sobreexpone el paisaje
a una riesgosa filtración
Borde irregularizado
en el arrastre orgánico,
plancton
si topografía deseante
el borde es un río
de "El borde es un río", Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1997.
ANÓNIMA
vete Federico a la cruzada
si regresas
asaré carne de venado
y sonreiré junto al fuego
al verte desgarrar
un muslo entre los dientes
tu barba crecida
con olor a pólvora
vete a mí me toca
raspar con arena
el tizne en la marmita
cuidar a los niños
de la fiebre azul
cuídate tu también
del escorbuto
ojalá tengáis tiempo
de inventar la penicilina
vete tranquilo
los hombres que se quedan
rimarán mi lamento
y mi dolor suspendido
de un gancho
como una res
o una brillante cacerola
de "Mujeres", Anónima, 1992.
FRAGMENTOS
la belleza es un eslabón
perdido
el mar es ajeno y da vueltas
el llanto puede
componer esa distancia
y tal vez la búsqueda pueda
y tal vez la caída
no sé
el mar es también la presencia
de unos brazos que se acercan
para abrazar
suele ser
el eslabón perdido
pero cómo afirmarlo ahora
que la calma es un pantano
la lógica
una torpe certidumbre
y las palabras
cansan
PAROLE
lo que no sirve mencionar
no se mencione
y tan poco
entonces
fuera la noche menos húmeda
si duele el estómago
de decir sí
cuando no
pero no
si conmoviera verse sola
con un lirio
para secar
si conmoviera
con visceras del uno o del otro
para deglutir
no diría
y si las tazas se marchitasen
y las mesas se estrujaran
al menos
una ayuda
pero cada cosa
en su sitio
de "El mundo encima", Editorial Rayuela, 1982.
ALICIA GENOVESE (ARGENTINA, 1953)