LA LUJURIA
El águila ve como se borran gradualmente las huellas de la memoria helada
La extensión de la soledad hace apenas visible la presa que huye
A través de cada una de las regiones
Donde uno mata donde a uno lo matan libremente
Presa insensible
Proyectada indistintamente
Más acá del deseo y más allá de la muerte
El soñador embalsamado en su camisa de fuerza
Rodeado de utensilios efímeros
Figuras que se desvanecen apenas formadas
Su revolución celebra la apoteosis de la vida que declina
La desaparición progresiva de las partes lamidas
La caída de los torrentes en la opacidad de las tumbas
Los sudores y malestares que anuncian el fuego central
Y finalmente el universo con todo su pecho atlético
Necrópolis fluvial
Después del diluvio de los rabdomantes
Ese fanático de las nubes
Tiene el poder sobrenatural
De desplazar a considerables distancias
Los paisajes habituales
De romper la armonía acumulada
De tornar irreconocibles los lugares fúnebres
Al día siguiente de los homicidios provechosos
Sin que la conciencia originaria
Se cubra con el deslizamiento purificador del suelo.
(Versión de Aldo Pellegrini)
LOS SOLES CANOROS
La desapariciones inexplicables
Los accidentes imprevisibles
Los infortunios quizá excesivos
Las catástrofes de todo orden
Los cataclismos que ahogan y carbonizan
El suicidio considerado crimen
Los degenerados intratables
Los que se enrollan en la cabeza un delantal de herrero
Los ingenuos de primera magnitud
Los que colocan el féretro de su madre en el fondo de un pozo
Los cerebros incultos
Los sesos de cuero
Los que hibernan en el hospital y conservan la embriaguez
de las ropas desgarradas
La malva de las prisiones
La ortiga de las prisiones
La higuera nodriza de ruinas
Los silenciosos incurables
Los que canalizan la espuma del mundo subterráneo
Los enamorados en éxtasis
Los poetas excavadores
Los que asesinan a los huérfanos tocando el clarín
Los magos de la espiga
Imperan temperatura benigna alrededor de los
sudorosos embalsamados del trabajo.
(Versión de Aldo Pellegrini)
EL MOLINO
Un ruido largo sale por el techo
golondrinas siempre blancas
agua que salta, agua que brilla
el grano salta, el agua muele
y el recinto donde el amor se arriesga
centellea y marca el paso.
(Versión de Jorge Teiller)
REMANENCIA
¿Qué te hace sufrir?
Como si se despertara en la casa sin ruido el ascendiente de un rostro al que parecía haber fijado un agrio espejo.
Como si, bajadas la alta lámpara y su resplandor encima de un plato ciego, levantaras hacia tu garganta oprimida la mesa antigua con sus frutos.
Como si revivieras tus fugas entre la bruma matinal al encuentro de la rebelión tan querida, que supo socorrerte y alzarte mejor que cualquier ternura.
Como si condenases, mientras tu amor está dormido, el pórtico soberano y el camino que lleva a él.
¿Qué te hace sufrir?
Lo irreal intacto en lo real devastado.
Sus rodeos aventurados cercados de llamadas y de sangre.
Lo que fue elegido y no fue tocado,
la orilla del salto hasta la ribera alcanzada,
el presente irreflexivo que desaparece.
Una estrella que se ha acercado, la muy loca, y va a morir antes que yo.
(Versión de Jorge Riechmann)
HAMBRE ROJA
Estabas loca.
¡Qué lejos queda!
Moriste, con un dedo delante de los labios,
En noble movimiento,
Para atajar la efusión;
En el sol frío de un reparto verde.
Estabas tan hermosa que nadie se dio cuenta de tu muerte.
Más tarde, era de noche, te pusiste en camino conmigo.
Desnudez sin desconfianza.
Pechos podridos por tu corazón.
A sus anchas en este mundo circunstancial,
Un hombre, que te había estrechado entre sus brazos,
Se sentó a la mesa.
Estate bien, no existes.
(Versión de Jorge Riechmann)
El águila ve como se borran gradualmente las huellas de la memoria helada
La extensión de la soledad hace apenas visible la presa que huye
A través de cada una de las regiones
Donde uno mata donde a uno lo matan libremente
Presa insensible
Proyectada indistintamente
Más acá del deseo y más allá de la muerte
El soñador embalsamado en su camisa de fuerza
Rodeado de utensilios efímeros
Figuras que se desvanecen apenas formadas
Su revolución celebra la apoteosis de la vida que declina
La desaparición progresiva de las partes lamidas
La caída de los torrentes en la opacidad de las tumbas
Los sudores y malestares que anuncian el fuego central
Y finalmente el universo con todo su pecho atlético
Necrópolis fluvial
Después del diluvio de los rabdomantes
Ese fanático de las nubes
Tiene el poder sobrenatural
De desplazar a considerables distancias
Los paisajes habituales
De romper la armonía acumulada
De tornar irreconocibles los lugares fúnebres
Al día siguiente de los homicidios provechosos
Sin que la conciencia originaria
Se cubra con el deslizamiento purificador del suelo.
(Versión de Aldo Pellegrini)
LOS SOLES CANOROS
La desapariciones inexplicables
Los accidentes imprevisibles
Los infortunios quizá excesivos
Las catástrofes de todo orden
Los cataclismos que ahogan y carbonizan
El suicidio considerado crimen
Los degenerados intratables
Los que se enrollan en la cabeza un delantal de herrero
Los ingenuos de primera magnitud
Los que colocan el féretro de su madre en el fondo de un pozo
Los cerebros incultos
Los sesos de cuero
Los que hibernan en el hospital y conservan la embriaguez
de las ropas desgarradas
La malva de las prisiones
La ortiga de las prisiones
La higuera nodriza de ruinas
Los silenciosos incurables
Los que canalizan la espuma del mundo subterráneo
Los enamorados en éxtasis
Los poetas excavadores
Los que asesinan a los huérfanos tocando el clarín
Los magos de la espiga
Imperan temperatura benigna alrededor de los
sudorosos embalsamados del trabajo.
(Versión de Aldo Pellegrini)
EL MOLINO
Un ruido largo sale por el techo
golondrinas siempre blancas
agua que salta, agua que brilla
el grano salta, el agua muele
y el recinto donde el amor se arriesga
centellea y marca el paso.
(Versión de Jorge Teiller)
REMANENCIA
¿Qué te hace sufrir?
Como si se despertara en la casa sin ruido el ascendiente de un rostro al que parecía haber fijado un agrio espejo.
Como si, bajadas la alta lámpara y su resplandor encima de un plato ciego, levantaras hacia tu garganta oprimida la mesa antigua con sus frutos.
Como si revivieras tus fugas entre la bruma matinal al encuentro de la rebelión tan querida, que supo socorrerte y alzarte mejor que cualquier ternura.
Como si condenases, mientras tu amor está dormido, el pórtico soberano y el camino que lleva a él.
¿Qué te hace sufrir?
Lo irreal intacto en lo real devastado.
Sus rodeos aventurados cercados de llamadas y de sangre.
Lo que fue elegido y no fue tocado,
la orilla del salto hasta la ribera alcanzada,
el presente irreflexivo que desaparece.
Una estrella que se ha acercado, la muy loca, y va a morir antes que yo.
(Versión de Jorge Riechmann)
HAMBRE ROJA
Estabas loca.
¡Qué lejos queda!
Moriste, con un dedo delante de los labios,
En noble movimiento,
Para atajar la efusión;
En el sol frío de un reparto verde.
Estabas tan hermosa que nadie se dio cuenta de tu muerte.
Más tarde, era de noche, te pusiste en camino conmigo.
Desnudez sin desconfianza.
Pechos podridos por tu corazón.
A sus anchas en este mundo circunstancial,
Un hombre, que te había estrechado entre sus brazos,
Se sentó a la mesa.
Estate bien, no existes.
(Versión de Jorge Riechmann)
RENÉ CHAR (FRANCIA, 1907 - 1988)
vvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvvooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooouuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
ResponderBorrartremendo
ResponderBorrarInefable.
ResponderBorrar