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julio 17, 2010

POEMAS DE JORGE TEILLIER




VIAJE DE INVIERNO



a mis abuelos Georges y Mélanie en el Centenario de
su llegada a la Frontera desde Bordeaux.
A mi padre Fernando, en el exilio, pero
siempre con la Frontera en el corazón.
A mis parientes en el sur.

                              I


Sin hablarme
          bajo el dintel de la casa
          donde no quieres sembrar enredaderas
me diste dos tréboles de cuatro hojas.

Hermana
                    de sangre, de humus, de interminables landas,
de agonizantes cornos de Roncesvalles
o rústicos trombones que anuncian la apertura de la Feria
ahuyentando las hadas que olvidaron recoger sus tazones de
                              leche en las puentes.

Tú no podías adivinar
que yo era uno de aquellos Separados –de Sí— Mismos.
Me diste los dos tréboles
como le hubiese dado tu antepasada
el pequeño reloj de oro que pendía de su pecho
al primo que se iba a las Antillas.

Pero tú nunca ves volar pájaros al Sur del Mundo.

Des lettres vont s’écrirex jusqu'a l’aube des
                                        oiseaux invisibles.


                              II

Las horas valían menos que hojas desechables
daba lo mismo perder un mes, un día, el recuerdo de un día.

No sé por qué volví a esos pueblos.
Generales traidores, mirad mi casa muerta.

Daba igual perder la Misa que la cuenta de la brisca.
Rechacé tantas llaves sabiendo que me quitarían todas.

Fui al Betty Hotel a ver a Venancio y a la Estación
en donde miré a la locomotora a vapor haciendo seniles maniobras.

A la salida de la escuela los niños arriesgan sus polcas.
Saludé al busto de O’Higgins y al tontito del pueblo,

al Secretario del Juez y a una india vendedora de merquén
que ya no tenía plata ni para usar trarilonco.

Fui a la Compañía de Teléfonos y pedí Larga Distancia
¿Pero qué respuesta contestaría a ninguna pregunta?

Colgué el teléfono sin cobro revertido
y salí silbando je suis un voyou.

Caminé por la calle principal hasta el puente construido por Vernioriz.
Había un eco de cierre de cortinas metálicas.

Todo el mundo esperaba el final del Mundial.
Bajo el puente no pasaban las horas ni el amor.


                              III

No
          no eres una Estrella del Alba
eres la hoz de luna inoxidable
esperando la hora del duelo y la venganza.

No habrá perdón
                    para quienes no tenían nada que perdonar.

Tú serás de quienes esperan la Segunda Boda
                    iluminada por el Sol Verdadero,
tú eres la tierra que hará fértil la sangre del odio,
hija del Profundo Sur
                    cansado del ruido de Mercedes Benz, helicópteros
                    y discoteques.

No habrá esperanza para quienes quisieron que se
                    perdiera la esperanza.
No se desenterrarán gentes ni ciudades que se
                    enterraron en vida.
Un apacible sol adormece a los que se creen
                    gozar de un dulce triunfo.
Tú y los tuyos los miran dormir
                    mientras no dejan de brillar
las implacables estrellas de la venganza
                    forjadas en el Ejército de las Sombras.


                              IV

Somos los únicos clientes
en el Club Social.
Losanges de 1895.
Mesones de raulí.
El horóscopo dice que cuide mi cabeza.
Las abejas verdes de tus ojos
disuelven la Bruja Blanca del Gin Tonic.
Pido un Rayo de Jersey
el whiski con jugo de manzana que bebió Bill, el
                    fundador de los Alcohólicos Anónimos
para celebrar el Día del Armisticio.

Tú partes a comprar lentejas porque es lunes.
Te despides sonriendo como en el sur se sonríe a los
                    niños y a los locos.
Chacuy vi añey.
Me siento un Centinela Melancólico al acecho de un
                    poema que no me interesa escribir.
Hoy el alma del vino cantaba en las botellas
Abro al azar El Esclavo de su Finca y escribo en homenaje a
                                        Selma Lagerlöf
aunque tenga sólo una canción, una oscura canción:


                              V

Soy un pobre Gunnard Edde
tambaleando tras perder sus últimos rebaños.
Lucho contra la tormenta del alcohol,
bajo la charlatana lluvia
que en vano quiere fecundar el perezoso campo.
Surge la Casa Solariega
la sordomuda que se pudre lentamente
esperando la llegada de la Dama de la Pena
con su carruaje de renos negros.
Ella se envuelve en una capa de murciélagos vivos
y no aparecen ni un violinista ni una pareja de acróbatas,
pero tú llegas de improviso
y saludamos a la dueña de casa.
La anciana que llevaba flores todos los días a los que
                    no tienen flores ni para Todos los Santos.

No te pregunté por la tumba de tu padre:
el marino condenado a muerte / el seminarista / el
vendedor de vinos / el cazador / el profesor rural.

Tú recogiste una brazada de lluvia de estrellas.
Las calles se llenarían luego de dedales de hadas.


                              VI

Corbán, Corbán debe estar triste
así escribió un poeta de este pueblo.

Un poeta muerto por un tranvía en Londres.
Hay tantos amigos que mueren a lo lejos.

Fui al correo a enviar a Panamá una postal a César Young:
Poeta, no dejes de brindar por mí con Herrerano Blanco

A Juan Cristóbal bucanero de Lima
La nave de oro para que se embarque con Spelucín.

Un ramo de pensamiento silvestre
para la Reina de las Tres Colinas.

A Anny Ondra veneno para el Doctor Caligari,
un perro de Cameron a los poetas del Opus amaestrado.

Un nuevo corazón de escarcha para el Imbunche Cárdenas,
una Bandera de una Patria Nueva a Fernando de la Lastra.

Para la Más Amada un avellano sagrado
y un estanque con relucientes salmones.

Un cuchillo para que me asesinen los amigos
y mi orgullo para la vanidad de todo el mundo.


                              VII

Espero el Bus Rural
que no llega o llega atrasado.
Tu pueblo puede llamarse
Camino del Recodo según el finado Altenor
o Lugar de Sarnosos.
Eso no te importa.
Tampoco me importa
no haber visto El último tren a Yuma
o perder la última micro a Temuco,
o el avión que un día puede dejarme en Quito
esa capital cuyo nombre rima con cuchillo.

Hace frío.
                    Tienes mejillas enrojecidas como las de
                              las serranas de Santiago de Chuco
pero tú no eres de junco o capulí.
Te veo en las caravanas del Far West
mientras tus hermanos cantan:

                                        How I missed her, how I missed her,
                                        How I missed my Clementine
                                        But I kissed her little sister
                                        And forget my Clementine.

Has dicho que estarás conmigo hasta que pase el último bus
en la Plaza de los Sin Tiempo.


                              VIII

Fueron mi Dante y mi Virgilio un lustrabotas y un cartero
guiándome hacia la mejor Bodega de Chicha de Manzana.

Vi jugar al tejo y leí los diarios del domingo
el doble más grueso y tonto que de costumbre.

Por decir que Martín nunca sería campeón y ser amigo de Mano de Piedra
el Dueño brindó conmigo con sidra envasada sólo para su consumo.

salí a buscar versos que rimaran con estos parajes
como Denise, recuérdalo, todo será paisaje,

pero sólo repetía Aún alientas, aún empobreces pasos
                                                  sobre la tierra
y no podía ver sino Un Ángel siempre de pie en una
                                                  columna
y En mi silencio azul lleno de barcos sólo tu rostro vive.

Pero nada valía frente al recuerdo de Jehanne la putita

viajando junto a Blaise en el Transiberiano.


                              IX

Des lettres vont s’écrire jusqu'a l’aube des
                                        oiseaux invisibles.

Un día
                    te escribiré una carta.

Un día
                    cuando todos los sobres sean transparentes
y los hermanos y los parientes no sean condenados a
                                        morir en el exilio
y todos vivamos en nuestro verdadero País.

Te escribiré
porque
como a un ciego me has llevado por las calles.

En la ciudad
                              nadie sabe el significado de los ágaves
ni por qué me niego a regar el Jazmín del Cabo.
Se han perdido dos tréboles de cuatro hojas
                    en lugar donde condené a podrirse mis libros.

Llueve
                    una lluvia que hace crecer los tréboles
a quien nadie les serán arrebatados
y él ágave con el cual brindé por los nuestros en Querétaro.

Llueve sobre los tréboles de Brocelandia y la Ciudad de
                              los Césares.

Los tréboles rojos que nacen para nosotros
los verdaderos dueños de esta tierra.


PUENTE EN EL SUR

Ayer he recordado un día de claro invierno. He recordado
un puente sobre el río, un río robándole azul al cielo.
Mi amor era menos que nada en ese puente. Una naranja
hundiéndose en las aguas, una voz que no sabe a quién llama,
una gaviota cuyo brillo se deshizo entre los pinos.

Ayer he recordado que no se es nadie sobre un puente
cuando el invierno sueña con la claridad de otra estación,
y se quiere ser una hoja inmóvil en el sueño del invierno,
y el amor es menos que una naranja perdiéndose en las aguas,
menos que una gaviota cuya luz se extingue entre los pinos.

APARICIÓN DE TEÓFILO CID



Antes del lóbrego fluir
de los taxis por la ciudad nocturna,
antes de los gatos y perros vagabundos
rodeando los tarros de basura
que crecen para el alba de los desventurados
antes que los brocales de la Frontera
fueran cerrados
por el trabajo de las abejas de la muerte
en los turbios espejos de las pensiones,
el río recién nacía al reflejo de su rostro
unido al rostro de su amada,
y a su paso florecían las lomas de la infancia,
el sol brillaba como el yelmo del Conquistador
y el bosque le entregaba el tótem de los aucas
que nadie supo describir
bajo sus tristes párpados entornados.

Antes de esos bares donde comen los pobres
estrujando sus últimos billetes
como un invierno mendicante las hojas de los álamos,
antes del tiempo estepario de los bares y el Café
antes del despertar friolento en las plazas sin fotógrafos,
antes del cáliz del cloroformo del hospital,
y de la implacable costra de cemento
que se preparaba a sellar sus días,
resonaba siempre en sus oídos
como el mar en los caracoles
el rumor de la casa natal
y el sueño le traía
el regazo de los verdes paraísos.

Ahora
que el náufrago de la noche,
el viejo gladiador vencido
desdeñado por la luz de la ciudad
“servidora sólo de los ricos”
sea hallado por la lluvia del Ñielol
que piadosa lave sus huesos
y nos devuelva su rostro original.

Ahora que su recuerdo sea la llama azul que remienda los puentes
preparando el paso de la primavera
que viene a oprimir locamente los timbres
y su palabra
esa flor que nos aguarda entre los escombros
del tiempo que nos vence
y que él ya ha vencido.


JORGE TEILLIER (Lautaro, Chile. 1935 – 1996)



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