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agosto 07, 2012

POEMAS DE MAY SARTON





EL TRABAJO DE LA FELICIDAD 



Pensé en la felicidad, en cómo se teje a diario
con el silencio de la casa vacía
y en que no es súbita ni gratuita, sino 
una creación, como el crecimiento de un árbol.
Nadie lo ve, pero detrás de la corteza
crece otro círculo en el anillo que se expande.
Nadie oyó a la raíz cavar más hondo en lo oscuro,
pero por ese trabajo interno el árbol se eleva,
sus penachos brillan y sus hojas destellan.

Así, la felicidad se teje con la paz de las horas
y hunde sus raíces en lo profundo de la casa sola:
en el rincón, el busto antiguo; los pisos frescos encerados;
cortinas blancas que ondulan suave y continuamente
cuando libre se mueve el viento silencioso por el cuarto;
una biblioteca, una mesa y la pared blanqueada—
esos son los dioses de la casa, queridos y familiares,
aquí el trabajo de la fe puede hacerse mejor
y el árbol que crece es musical y verde.

¿Porque qué es la felicidad sino crecer en paz,
el sentido atemporal del tiempo cuando los muebles
pasaron toda una vida en el mismo lugar
y los sueños viejos, con el viento al moverse, agitan
las hojas de la felicidad presente?
Nadie oye una idea ni escucha un pensamiento
pero donde se vivió en introspección
el aire queda cargado de bendiciones y bendice,
las ventanas miran a las montañas y las paredes son amables.



SONETO DE OTOÑO

Si puedo dejarte ir como los árboles dejan
ir a sus hojas, tan fácil, una por una.
Si llego a saber lo que ellos saben,
que la caída es sosiego, es consumación;
entonces el miedo al tiempo y a la fruta incierta
no turbará los grandes cielos lúcidos,
este otoño tan raro, apacible y sutil.
Si puedo enfrentar lo oscuro con los ojos abiertos,
llamarlo estacional en vez de extraño o cruel
(porque incluso el amor requiere un tiempo de sueño)
y, ante el cambio, quedarme quieta como un árbol,
perder lo que pierda para guardar lo que pueda,
con la raíz sólida, viva bajo la nieve,
el amor permanecerá —si puedo dejarte ir.



PRIMER AMOR

Esta es la primera nieve blanda
que llega hasta tu puerta en puntas de pie
mientras te sentás a coser junto al fuego,
la que se filtra por una grieta del piso
cubriéndote de escarcha el pelo.

Esta es la herida que se endurece
y quema el corazón del ciervo
acechado por un cazador blanco de luna.
Es la cacería y el golpeteo enfermo
y alegre de unos pies con miedo.

Esta es la desesperación crujiendo
tendida junto a la médula---
caída del aire
como escarcha sobre el hueso
frágil de un gorrión muerto.

Este es el amor que va a aferrarse
a tu mente como un salvaje
para hacer su voluntad.
Esta, la desesperación, y un cazador
ciego que nunca vas a atrapar.



NO DEJES VENIR NINGÚN VIENTO

Encontraste palabras para esto y lo llamaste amor:
pero cuando tu mejilla estaba contra la mía como una
hoja con otra, no era amor;
y cuando cedí a vos, no fue
por amor. Desde lo más profundo de la mente
llegó, tan suave como  un árbol que florece,
una luz como pétalos cayendo en lo ciego--.
Vi la vida crecer en mí y plegarse.
Y ahora tengo un cuerpo que nadie tuvo,
y ahora tengo un corazón que antes tuvo
solamente el ala de una polilla en el hueso,
solamente el corazón de una polilla que latía en el centro.
No es menos que el amor que vi abrirse como una
flor en tu beso-- no es menos.



CUANDO UNA MUJER SE SIENTA SOLA

"Cuando una mujer se sienta sola, cuando la sala
esté llena de demonios", dice la tribu
Nootka, "ahí estará La Anciana".
Ella viene a mí atravesando miles de kilómetros
¿y qué tiene para decirme, a mí, la atribulada
"por los fantasmas de la noche"?
¿De veras está acá?
¿Cuál es la palabra que salva desde tan adentro en el pasado
desde tan adentro como la raíz antigua de la secoya,
desde tan adentro como el lecho primero del océano,
desde tan adentro como un corazón de mujer de nuevo en flor
después de un nacimiento o una muerte difíciles?
Aquí, bajo el impacto del amor, me abro 
a vos, espíritu Primero, una con la ola y con la piedra,
una con las sobrevivientes de la inundación y del fuego,
que un millón de veces reconstruyeron su casa,
que perdieron a sus hijos y los volvieron a dar a luz.
Las palabras que escucho son fuerza, risa, entereza.
Te encuentro, Anciana, en lo más hondo de mí.
Ahí, en las raíces de la fertilidad,
mundo sin fin, como cuenta la leyenda.
Debajo de las palabras, sos mi silencio.




¿QUIÉN SE DESPIERTA?

¿Quién se despierta ahora, que antes dormía ciega?
¿Quién se levanta de la cama con los ojos brillándole de furia?
Yo. Yo, la ciudadana común. No puedo dormir.
Guardo el fuego torturante en mi cabeza.
Yo, una norteamericana, grito el nombre del Negro muerto
y en el calor de la noche en la ciudad
camino sola por la calle y sudo de vergüenza.
Demasiado tarde para levantarse. Para levantar a los muertos, demasiado tarde.
Esta es la cosecha. Las semillas sembradas hace tiempo
—la palabra negligente, el pensamiento malicioso, la mirada permisiva.
Ahora recojo todo lo que dejé pasar, lo que dejé ir.
Esta es la cosecha de mi propia indiferencia.
Yo, la ciudadana común, hice crecer el desorden
en mi mundo. No fue mi intención.
Pero los sueños y las imágenes son poderosos y pueden matar.
Estoy de pie, ellos me acusan. Y no soy inocente.
¿Ahora podré plantar imaginación, honestidad,
amor, donde se desataron el terror y la violencia?
¿Las imágenes de la esperanza, la responsabilidad del sueño?
Aquellos que murieron acá, fueron asesinados en mi mente.



TRES DE AGOSTO

Estos días
levantándome a mí misma
como un peso enorme,
camello viejo de rodillas,
pienso en mi madre
y en la llama inextinguible
que la mantuvo con vida
hasta su muerte.

Ella sabía todo sobre la fatiga
y cómo hacerla a un lado
para recoger las lilas
a la mañana temprano,
igual que se la hace a un lado
por un amigo que nos necesita,
por un gato con hambre.

Madre, quedate conmigo.
Hoy, en tu cumpleaños,
soy más vieja que vos
al morir
hace treinta y cinco años.
Pensándote,
este camello viejo se pone de rodillas,
se para
y avanza lentamente
hacia un día nuevo.

Si algo me enseñaste
fue a no fallarle nunca a la vida.



FELICIDAD

En medio de la noche,
con mi cuarto bañado por la luz de la luna
y afuera
el rumor sordo
de la marea que baja,
veo a Venus
cerca
de la luna menguante.
Escucho el ulular de una lechuza
juguetona, que burbujea.
El ronroneo de Pierrot
vibra bajo mi mano,
y todo eso bañado
en el perfume de las rosas
junto a mi cama
donde siempre hay
libros y flores.

En medio de la noche,
¡la felicidad de estar viva!



ENCUENTRO EN ABRIL 

Nos encontramos silenciosamente, como dos ciervos—
con los cuernos erguidos y leves, todavía de terciopelo,
la piel de seda, los grandes ojos de ámbar
por la luz del otro, sorprendidos y ciegos.
Nos quedamos quietos, juntos, frente a frente
sin temblar, sin saber, lejos del amor,
hechizados nada más que por la gracia mutua,
sin movernos —oh, no nos queríamos mover.
Nos quedamos muy quietos, como dos ciervos en el bosque,
reconociendo un silencio salvaje y exquisito,
la sangre de mercurio, helada, hecha un cristal,
el corazón feroz y transparente como un niño.
Nos encontramos silenciosamente, con gran asombro,
sin soñar este amor-relámpago, este trueno.

"Ninguna primavera es eterna, ni siquiera esta"
dijiste anoche. Y sos sabio, querido.
El placer delicado de ese primer beso
volará de nuestro corazón con el último estornino,
la dulzura de tu boca sobre mi boca
es tan sutil como la lluvia en los pétalos.
Vos, que ahora sos mi sur y mi trópico, 
vas a volverte frío antes que llegue el ruiseñor 
—mi corazón lo sabe, no hace falta advertírmelo.
El temple feroz de este gozo ya está hendido.
Su propia brevedad me desgarró bruscamente.
Acá no queda paz. No hay consuelo.
Ahora que te fuiste, el arañazo es mortal—
¿Las manchas bermellón no están sobre tu acero?

Para vos, una palabra-leopardo —no ciervo, ni faisán,
ninguna criatura mansa que la mente conciba
para vos, un leopardo esbelto y arrogante,
silvestre como la miel silvestre, con los ojos dorados:
una palabra nacida en el trópico de la mente,
una palabra flexible y salvaje hallada por los hombres,
hombres que eran hermosos, amables y fuertes,
aunque menos sutil y difícil de amarrar
que la que encuentro hoy y llamo mía
y ato firme con la correa de la obligación—
El leopardo de ojos claros, dorados como el vino,
la palabra elusiva, presa en una canción—
Ahora te la entrego. Sacate los guantes para domesticarla
con las manos desnudas: la palabra es amor.






AHORA ME CONVIERTO EN MÍ

Ahora me convierto en mí. Está
llevando tiempo, muchos años y lugares.
Me disolvieron y agitaron,
usé la cara de otra gente,
corrí como loca, como si el Tiempo estuviera ahí,
tremendamente viejo, gritando su advertencia,
"Apurate, o te vas a morir  antes de-"
(¿Qué? ¿Antes de alcanzar la mañana?
¿Antes de que esté claro el final del poema?
¿O de amar a resguardo entre los muros de la ciudad?)
Ahora a quedarme quieta, estar ahí,
¡sentir mi porpio peso y densidad!
La sombra negra en el papel
es mi mano; la sombra de una palabra
mientras el pensamiento da forma a quien la forma
cae pesadamente sobre la página, se deja oír.
Ahora todo se funde, ocupa su lugar
del deseo a la acción, de la palabra al silencio.
Mi trabajo, mi amor, mi cara, mi tiempo
reunidos en el gesto intenso
de crecer como una planta.
Despacio como fruta que madura
fértil, se separa y siempre se agota
y cae, pero no agota a la raíz,
Así es el poema, puede dar,
crece en mí para volverse el canto,
hecho para y por el amor.
Ahora hay tiempo y Tiempo es joven.
Oh, en esta sola hora vivo
toda yo y no me muevo.
¡Yo, la perseguida, que corría como loca,
me quedo quieta, quieta y detengo al sol!



QUERER MORIR

A veces
quiero morirme
para acabar con todo
de una vez,
no volver a hacer mi cama nunca,
no contestar otra carta nunca
ni regar las plantas,
ningún esfuerzo
de esos que hay que hacer
todos los días
para seguir  viva.

Pero después
no me quiero morir.
las hojas cambian
y tengo que ver
el rojo y el dorado
una vez más,
una sola hoja amarilla
cayendo
por última vez
bajo el sol.




Versiones en castellano de Sandra Toro



The Work Of Happiness


I thought of happiness how it is woven
Out of the silence in the empty house each day
And how it is not sudden and it is not given
But is creation itself like the growth of a tree.
No one has seen it happen, but inside the bark
Another circle is growing in the expanding ring.
No one has heard the root go deeper in the dark,
But the tree is lifted by this inward work
And its plumes shine, and its leaves are glittering.

So happiness is woven out of the peace of hours
And strikes its roots deep in the house alone:
The old chest in the corner, cool waxed floors,
White curtains softly and continually blown
As the free air moves quietly about the room;
A shelf of books, a table, and the white-washed wall––
These are the dear familiar gods of home,
And here the work of faith can best be done,
The growing tree is green and musical

For what is happiness but growth in peace,
The timeless sense of time when furniture
Has stood a life's span in a single place,
And as the air moves, so the old dreams stir
The shining leaves of present happiness?
No one has heard thought or listened to a mind,
But where people have lived in inwardness
The air is charged with blessing and does bless;

Windows look out on mountains and the walls are kind.



Autumn Sonnet

If I can let you go as trees let go
Their leaves, so casually, one by one,
If I can come to know what they do know,
That fall is the release, the consummation,
Then fear of time and the uncertain fruit
Would not distemper the great lucid skies
This strangest autumn, mellow and acute.
If I can take the dark with open eyes
And call it seasonal, not harsh or strange
(For love itself may need a time of sleep),
And, treelike, stand unmoved before the change,
Lose what I lose to keep what I can keep,
The strong root still alive under the snow,
Love will endure — if I can let you go.


First Love

This is the first soft snow
That tiptoes up to your door
As you sit by the fire and sew,
That sifts through a crack in the floor
And covers your hair with hoar.

This is the stiffening wound
Burning the heart of a deer
Chased by a moon-white hound.
This is the hunt, and the queer
Sick beating of feet that fear.

This is the crisp despair
Lying close to the marrow,
Fallen out of the air
Like frost on the narrow
Bone of a shot sparrow.

This is the love that will seize
Savagely onto your mind
And do whatever he please;
This the despair, and a snow-blind
Hound you will never bind.


Let No Wind Come

You had found words for this and called it love:
But when your cheek lay against mine like one
Leaf on another leaf, it was no love;
And when I bent to you, it was done
For love. Froom deeper in the rooted mind
There came as softly on the blind--
I saw life grow and fold itself in me.
And now I have a body who had none,
And now I have a heart who had before
Only a moth's wing lyind at the bone,
Only a moth's heart beating at the core.
It is not less than love that at your kiss
I saw a flower unfold-- it is not less.


When a Woman Feels Alone

‘When a woman feels alone, when the room
is full of daemons,” the Nootka tribe
Tells us, ‘The Old Woman will be there.”
She has come to me over three thousand miles
And what does she have to tell me, troubled
“by phantoms in the night”?
Is she really here?
What is the saving word from so deep in the past.
From as deep as the ancient root of the redwood,
From as deep as the primal bed of the ocean,
From as deep as a woman’s heart sprung open
Again through a hard birth or a hard death?
Here under the shock of love, I am open
To you, Primal spirit, one with rock and wave,
One with survivors of flood and fire,
Who have rebuilt their homes a million times,
Who have lost their children and borne them again.
The words I hear are strength, laughter, endurance.
Old Woman I meet you deep inside myself.
There in the rootbed of fertility,
World without end, as the legend tells it.
Under the words you are my silence.


Who Wakes?

Who wakes now who lay blind with sleep?
Who starts bright-eyed with anger from his bed?
I do. I, the plain citizen. I cannot sleep.
I hold the torturing fire in my head.
I, an American, call the dead Negro’s name,
And in the hot dark of the city night
I walk the streets alone and sweat with shame.
Too late to rise, to raise the dead too late.
This is the harvest. The seeds sown long ago -
The careless word, sly thought, excusing glance.
I reap now everything I let pass, let go.
This is the harvest of my own indifference.
I, the plain citizen, have grown disorder
In my own world. It is not what I meant.
But dreams and images are potent and can murder.
I stand accused of them. I am not innocent.
Can I now plant imagination, honesty,
And love, where violence and terror were unbound -
The images of hope, the dream’s responsibility?
Those who died here were murdered in my mind.


August Third

These days
Lifting mysel up
Like a heavy weight,
Old camel getting to her knees,
I think of my mother
And the inexhaustible flame
That kept her alive
Until she died.

She knew all about fatigue
And how one pushes it aside
For staking up the lilies
Early in the morning,
The way one pushes it aside
For a friend in need,
For a hungry cat.

Mother, be with me.
Today on your birthday
I am older than you were
When you died
Thirty-five years ago.
Thinking of you
The old camel gets to her knees,
Stands up,
Moves forward slowly
Into the new day.

If you taught me one thing
It was neverto fail life.



Bliss

In the middle of the night,
My bedroom washed in moonlight
And outside
The faint hush-hushing
Of an ebbing tide,
I see Venus
Close to
The waning moon.
I hear the bubbling hoot
Of a playful owl.
Pierrot's purrs
Ripple under my hand,
And all this is bathed
In the scent of roses
By my bed
Where there are always
Books and flowers.

In the middle of the night,
The bliss of being alive!


Encounter in April 


We came together softly, like two deer—
Their horns in velvet still, erect and slight,
Their fur like silk, their large eyes amber-clear,
Startled and dazzled in each other's light.
We stood quite still together face to face,
Untrembling, unaware, remote from love,
Beguiled there simply by each other's grace,
Not moving—oh, we did not want to move.
We stood quite still, like two deer in a wood,
Knowing a silence exquisite and wild,
Chilled into crystal the mercurial blood,
The heart fierce and transparent as a child.
We came together softly in great wonder,
Not dreaming of this lightning-love, this thunder.

"No spring can be eternal, nor can this,"
You said last night, and you are wise, my darling.
The delicate delight of that first kiss
Will fly out of our hearts with the last starling;
The sweetness of your mouth upon my mouth
Is evanescent as clear rain on petal.
You who are now my tropic and my south
Will have turned cold before the robins settle—
I know it all by heart—you need not warn me.
The fiery temper of this joy es cleft;
The very briefness has too sharply torn me.
There is no comfort here.  No peace is left.
Now you are gone I find the scratch is mortal—
Are the vermilion stains upon your steel?

For you a leopard-word—no deer, no pheasant,
No gentle creature shall the mind devise—
For you a leopard, lithe and arrogant,
Wild as wild honey, with clear golden eyes:
A word born in the tropic of the mind,
A savage lissome word that men have found,
Men who were beautiful and strong and kind,
Although less subtly, difficultly bound
Than I who find it now and call it mine
And leash it firmly with a binding thong.
The leopard whose clear eyes are gold as wine,
The word elusive hunted in a song—
I give it to you now.  Take off your glove
And tame it with bare hands: the word is love.


(In Poetry Magazine, 1932).



Now I Become Myself

Now I become myself. It's taken
Time, many years and places;
I have been dissolved and shaken,
Worn other people's faces,
Run madly, as if Time were there,
Terribly old, crying a warning,
"Hurry, you will be dead before--"
(What? Before you reach the morning?
Or the end of the poem is clear?
Or love safe in the walled city?)
Now to stand still, to be here,
Feel my own weight and density!
The black shadow on the paper
Is my hand; the shadow of a word
As thought shapes the shaper-
Falls heavy on the page, is heard.
All fuses now, falls into place
From wish to action, word to silence,
My work, my love, my time, my face
Gathered into one intense
Gesture of growing like a plant.
As slowly as the ripening fruit
Fertile, detached, and always spent,
Falls but does not exhaust the root,
So all the poem is, can give,
Grows in me to become the song,
Made so and rooted by love.
Now there is time and Time is young.
O, in this single hour I live
All of myself and do not move.
I, the pursued, who madly ran,
Stand still, stand still, and stop the sun!




Wanting To Die

Sometimes
I want to die,
To be done with it all
At last,
Never make my bed again,
Never answer another letter
Or water the plants,
None of those efforts
I must make
Every day
To keep alive.

But then
I do not want to die.
The leaves are turning
And I must see
The scarlet and gold
One more time,
A single yellow leaf
Tumbling through
The sunlit air
One last time.







MAY SARTON (BÉLGICA/EE.UU., 1912-1995)

agosto 04, 2012

POEMAS DE ALICIA GENOVESE





LA ESTRATEGA

                                      Mover las sombras es lo que se hace
                                      cuando no es posible discernir lo que
                                      está pensando el adversario
                                                                 MIYAMOTO MUSASHI

Fingir un ataque poderoso
para conocer en las reacciones
la intención del otro;
es lo que un maestro oriental llama
mover las sombras.

Pero no hubo respuestas;
los ejércitos no se desplegaron
en escuadra,
los barcos no izaron sus velas
en el viento de la furia,
ni partieron columnas de avanzada,
con sus petos inclinados
y su andar sigiloso.
Ningún guerrero solitario
saltó por detrás de la espesura
con una verdad afilada
como un sable legado por ancestros.

Nada que pudiera encontrarse
en el arte de la guerra;
apenas una contenida alteración
y unas palabras suaves
en el camino de los ojos;
sólo la palidez de quien intenta
relajar su movilidad;
una fineza experimentada
en el combate, que distingue
la clase de golpes,
por el pulso del corazón.

Un peligro mayor
deshacía su estrategia
y la del maestro oriental;
le descomprimía los músculos
y la invadía
con una inequívoca exudación;
estaba siendo amada,
más aún, debía aceptarlo.



LA CONDUCTORA

El auto coleó descontrolado
en la vía rápida;
en la curva conocida
a más de 100
el volantazo pavloviano
esquivó las rejas,
la ligustrina
y se clavó, entre una y otra
como en boxes;
daños mínimos
y dos gomas desinflándose

La conductora abrió la puerta
y bajó al lento
mundo del césped
Siguió la serpiente
de los neumáticos
en el asfalto,
sus obsesiones calcadas
en la huella de caucho,
y la muerte se le incrustó
en el estómago
como un volante

Vio lo cerca que está
lo que está a distancia
y el breve espacio
de maniobra
Recogió las tasas,
un trozo de retrovisor,
disuelta la golosina
de la velocidad;
deformadas las llantas
por la ley de Newton,
la inercia, la tristeza
que no puede saltearse
Recibió a los ángeles
en medio del tránsito urbano

Una nube blanca le atravesó
de lado a lado las sienes
y una respiración asmática
la curaba
cuando el paseador de perros
se acercó corriendo, preguntó
y la miró con ojos grandes:
caminaba
con movimientos normales
alrededor de sí


de "La hybris", Ed. Bajo la luna, Bs. As., 2007.



EL BAÑO

Hay una ducha al fondo
de la casa
y cada tardecita
después del calor, el río
los mates, las conversaciones
sudorosas en el porche
es la hora del baño
Atravieso los ligustros
dejo la toalla en una rama
el jabón
sobre un tronquito
hachado al ras; un mínimo
preparativo antes de hacer
correr
el agua
Fría al comienzo
después más tibia
llega la que el sol
abrasó en el tanque
de fibrocemento
el día entero
Al aire libre
la caña de ámbar
vuelve encantamiento,
el rito diario;
me lavo la cabeza
me bajo los breteles,
la malla y vigilo, casi
con inconsciente cuidado
que los sonidos sean
los habituales:
algún zorzal
que levanta vuelo
una gallineta que picotea
las últimas migas
en el pasto, esa quietud
atardeciendo
las casas vecinas
y la variedad inabarcable
de hojas y ramas en el monte
extasiadas rozándose
Me enjabono
la espalda, los hombros
arden y otra vez el agua
reciben plácidos,
más sensible
el borde sin solear
del cuerpo siempre enmallado;
los pelitos de la vulva emblanquecen
con la sedosa jabonada
y los pezones se agrandan
bajo las marcas
geométricas del escote
Abro por completo la ducha
y el caudal
cae a brochazos
casi helada me apura
fuera del letargo
de la respiración;
hasta que cierro y vuelvo
al calor de las telas
al sigilo en la toalla
mientras el agua
por la zanjita
perfumada corre
como un suspiro aliviado
como un instante amoroso
y su exigente vigilia
No sabe nadie
nadie presencia
mi tarde detrás
del arroyo;
piedrita que alguien regala
y al aceptarla toma
la forma de tu mano;
no tiene valor
no se cotiza
ni siquiera se pone
en una vitrina
de objetos exóticos;
se vive con poco
con nada
se hace un reino




LA GARZA
                                      Y esa garza como una diosa extraviada
                                      ¿qué hace?
                                                          SARA GALLARDO

Una garza nos visita
muy temprano,
bajó lenta y cerró las alas
con soberbia magnificencia;
cada paso en tierra,
tan distinto a su vuelo,
le fuerza el andar
le curva el cuello
Prudente, sin embargo,
sobre la orilla espera,
mientras el río calma de ondas,
su reflejo;
picotea algo,
quizá una mojarrita
que escapa, parpadea
la superficie, no es fácil
una presa en el agua
En diálogo cauto
con el paisaje,
la garza; un ojo
de naturalista experimental
en procura de alimento
y, aún sin conseguirlo,
una soltura autóctona
que levanta vuelo y atraviesa
la vegetación de lado a lado
Constancia y desapego
necesario para partir,
dejar lo inútil
reubicar desde el aire otra orilla,
otro tumulto sobre el monte
En exceso, conozco
la constancia
pero, con la garza, observo
el desapego, ese salir prudente
de la escena, como un arte
que no he sabido incorporar

Es el fin del verano
el río se aquieta,
pliego detalles
como hojas interiores
en la maraña de bambúes




PUERTO MADRYN

Arremangarse los vaqueros
que descalza
la playa se amolda
a los pies;
el mar es intratable
en la extensión fría, pero la arena
húmeda recibe
Resta un tramo de caminata
hasta los barcitos de la costa
y el mediodía invade el aire
con el olor a pescado
frito, fresco
La bajada trae
el alerta, el imprevisto
moverse de los cangrejos
y ráfagas heladas, impensables
para dormitar el cansancio;
anárquicas levantan
en la sequedad de los médanos
restallantes remolinos
Mientras encuentre plácida
esas andanadas
-se dice como quien
se mide en lo externo-
la carne no será crespuscular
La caparazón de un erizo
fráfil pero intacto
toca en su bolsillo,
una mesa afuera busca, dispuesta
a la intransigencia con el viento,
servilletas para escribir
o entrar a espiraladas sensaciones
Pero todavía, no se ha ganado
ese instante de compensación
punzante o maravilloso
que traspasa la simpleza;
nada aún sino el foco
sobre algunas acciones mínimas,
accesos que tientan
rugosos paralelos
Sólo el movimiento que ablanda
y desmarca
y deja que llegue
lo real, el mediotono inoculador
de la caminata y el día,
la escalera solar por donde reptan
sus animales nocturnos
Nada sino el tiempo sorbido
en los olores
en la erosión tangible de la playa;
nada excepto el momento
en que las cosas suceden.



LA CASA EN EL AIRE

junio 29

El terreno fue desmalezado
y la tierra apareció rugosa
como la piel de un recién nacido;

apilados los troncos
dominada la zarza en lo bajo
entré y con una vara
marqué la zona para rellenar,
poco alcanzado por el sol
un limo informe;
al darme vuelta
vi el círculo de árboles
donde iba a estar la casa
y permanecí en su interior
como en un campo gravitatorio;
era el aire, un soplo,
una bienvenida; concluía
un país extranjero
y el páramo invernal,
despoblado el monte
a machete, se reordenaba
con los nuevos
accesos de la luz;
supe de los lugares que te eligen
y se convierten en un centro
sólo con mostrarte
que hay tierra alrededor
que en un giro
se oxigena el futuro;
a la extensión desprovista,
me entregué, sin votos,
a esa soleada austeridad
me confié, sin liturgias;

la vara era tibia
como la primera chispa
y el comienzo, ése


septiembre 8

Echar arena fue traumático
dos barcos descargaron
armando largas tuberías
y el terreno comenzó
a emparejarse
y pensar en las plantas
encontró la prolija
aspereza del relieve

Los vecinos decían
que la hojarasca y el barro
de las mareas luego, sedimentan
van mezclando de oscuro
ese amarillo extranjero
ese color de otras costas
en una hibridación inevitable,
después el pasto crecería

Trepadoras secas tironeé
colgadas de árboles enormes
y espinas, poco visibles,
hicieron lo suyo
sin bondad artificiosa,
pero mientras duraba el mate, vi
un arbusto medio escondido
entre una parva mustia:

un membrillo que echaba
cantidad de flores blancas,
marfiles anticipos de otras,
rodeado, como estaba, por la arena;
confabulado, el libro
que traía en mi bolso
también se situó en el sitio
del devenir:

muestra tu rostro, decía Rũmĩ,
porque el huerto y el jardín de rosas
son mi deseo

y un sol nuboso de invierno
el desierto persa, quizás
o el amante más hostil
resistieran su pedido,
pero estas ramas se alargaron
como una cesta de mimbre
y las flores del membrillo fueron
talismanes, un nudo atado
contra la aridez

Restaba tomar la paciencia
que tienen los ojos del lugar,
nimio, el indicio alcanzaba
para agujerear la negación
y encenderla;
la tarde caía en los claros de rojo
que empezó a volcarse
como un vino temprano




AZAR Y NECESIDAD DEL BENTEVEO

Cualquiera diría que
con el follaje nuevo
con los despuntes verde agua
sobre el marrón traslúcido
de los troncos
volvían los pájaros
o mansa, la primavera se cumplía
más visible
en este extremo de la ciudad
Pero unas semanas atrás
había que ver a aquel benteveo
sobre el palo pelado de los árboles
golpeando las ramas
con su pico y su canto
como si ya oliese en la madera
la savia estallante
o incitase a las resinas
a hacer su trabajo
No por eso
habría que convertir
en causalidad el azar
distorsionar la materia,
el simple canto;
pero las azaleas de octubre
florecieron en septiembre
y las camelias extendieron su rito
de reinas invernales a pesar
del verde profuso
El benteveo con sus gafas
negras, como de pájaro
egipcio o maquillado
no ostentaba señas;
el inferos, lo celeste
eran datos de otro orden
para la oscuridad de los ojos
Algo ocurría y el benteveo
era el eslabón inestable
sobre la sequedad,
el desvío que anticipaba
con el enlace de hojas,
otros pájaros;
una de esas fluctuaciones
en las que el azar,
más imprudente,
altera la objetividad,
corrobora el cambio
La imagen del benteveo
en retrospectiva,
también, se arbolaba:
subía desde la memoria
a la flecha del tiempo
En ese terreno casi baldío
que para queja de los vecinos
permanecía dejado a su suerte
la naturaleza resolvía
su quehacer
necesario y fortuito
previsible y alterado
Baldío, también
el lugar donde una imagen
era raíz, si albergada,
y luego árbol deseado
no sólo entropía
y espontánea destrucción
En las notas repetidas del benteveo
esa composición que reordenaba
monótona los mismos elementos
en ese acorde exaltado; inexacto
al acompasar los duros golpes,
las ramas secas fueron
transitoriamente inertes
cumplidamente invernales



de "Química diurna", Ed. Alción, 2004.



Puente Avellaneda, Pueyrredón
Puente Alsina cambiado el nombre
en los mapas,
por el mismo zanjón del Riachuelo
Puente La Noria. Pasajes
al otro lado de la ciudad;

no son postales congeladas
mis idas y vueltas
sino pigmentos tornadizos
como la capa de asfalto
El paso capturado y la mirada
en la misma
agua grasosa que no absorbe
el desecho químico. Amargor
que queda flotando en la superficie
como en el cuerpo
lo inasimilable

Hay un pozo imantador
en este cruce
de puentes suburbanos
que en cada pasada
me desvía
hacia tiempos suspendidos
como hacia un carril
de detención
Petróleo muerto, desgastes
erosión obsesiva
que no ha logrado disolver
cierta hora de niebla temprana
y cielo opaco para llegar
al sitio de los comienzos
Más allá, del otro lado
el viento para en los oídos
y empieza la gravedad, la filigrana
de pequeños actos perecederos
y su trazo enmarañado
Pero aún sobre el puente, suspensa
puedo asir del trayecto
el goce a futuro
de la expectativa,
ese rocío ensoñado que fue
siempre a escondidas, una forma
instantánea de felicidad

***

El puente es el lugar del nómade
la única construcción que se permite
su fuga, su visa
su salvoconducto

De Colorado recuerdo
un pueblito fantasma
abandonado al correrse
la frontera del oro:
mecedoras quietas en los porches
sin peso, sin cuerpos;

carril de detención,
en tu zona de baja velocidad
tu pueblito fantasma,
espacio sobrecargado
y nadie, lugares
de mala combustión
Retardo, retorno
al paisaje ausente,
sustancia que no termina
de entenderse con el agua
ni se deja dócil traspasar

Pasos del Riachuelo,
garganta de agua pesada
que me vuelve
costosamente a mí

***

A la pensión de San Cristóbal fueron
de civil, de casualidad
no estaba y ese mismo día
me mudé, dormí
en casas de amigos
que después fui perdiendo
Alrededor se deshacía
el espacio urbano
en centros y campos inhallables
de detención
Lo poco que nacía
parecía deshecho
en cada esquina, un patrullero

***

Avellaneda, antesala o salida
mugrosa de Constitución por el ramal
ferroviario general Roca
Galpones de chapa de aluminio
y manchas onduladas de óxido
siguiendo en el acanalado
la inclinación de las lluvias
Cementerio de trenes, hierros
amontonados en los carriles secundarios
y el mismo letargo
el mismo súbito entristecimiento
cada vez que se cruza;
preguntas, proyectos
sin conseguir pasaje

Le digo a mi hija
que me gustaba viajar
en los escalones altos del tren
al lado de las puertas,
un día
que la línea electrificada no funciona
y subimos a un adicional
de vagones en ruinas
¿Es a vapor? pregunta
y la locomotora se convierte
en una ilustración de enciclopedia

Herrumbre de vigas inclinadas
cuarenta y cinco grados, remaches
en los puentecitos,
tallas ásperas del ferrocarril
sur. La voz de Manal
en los setenta interrumpiendo
el triste descampado;

algo me anuda
a mí
como una caricia

de "Puentes", Libros de Tierra Firme, 2000.



ACUARIO

Un pececito
en una bolsa de plástico

el cuidado que le toma a una nena
trasladarlo
desde el acuario a su casa
mientras el pez vive el drama
del traqueteo como un tifón
mientras la madre
abre paso entre los transeúntes
al pequeño acontecimiento:

la alegría sonora
escapada de la atención
que se presta a la mudanza ;
el afecto infantil
en la nimiedad
como imperceptible descarga
de nubes brillosas

un esplendor
que se instala
que no habrá
de devorarse



EL BORDE

Borde, límite doméstico
medianera al fondo de la casa
que separa
                 el jardín del baldío
como una compuerta que cede
espacios, respiración
Un zorzal
escondido en el ramaje
vestigio y suntuosidad
urbana; agua
escuchada sólo en la sed
         en el opacamiento
de la hojas entradas a un orden
de despedidas. Río
que mana imaginario
y elemental
                  desmiente cauces
humedece la espalda
la devuelve
        al límite sin domesticar
a la desmesura
          del agua desoída. Interior
que sobreexpone el paisaje
a una riesgosa filtración

Borde irregularizado
                      en el arrastre orgánico,
plancton
si topografía deseante
el borde es un río


de "El borde es un río", Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1997.


ANÓNIMA

vete Federico a la cruzada
si regresas
asaré carne de venado
y sonreiré junto al fuego
al verte desgarrar
un muslo entre los dientes
tu barba crecida
con olor a pólvora


vete a mí me toca
raspar con arena
el tizne en la marmita
cuidar a los niños
de la fiebre azul
cuídate tu también
del escorbuto


ojalá tengáis tiempo
de inventar la penicilina

vete tranquilo
los hombres que se quedan
rimarán mi lamento
y mi dolor suspendido
de un gancho

como una res
o una brillante cacerola


de "Mujeres", Anónima, 1992.



FRAGMENTOS

la belleza es un eslabón
perdido
el mar es ajeno y da vueltas

el llanto puede
componer esa distancia
y tal vez la búsqueda pueda
y tal vez la caída
                          no sé

el mar es también la presencia
de unos brazos que se acercan
para abrazar
               suele ser
el eslabón perdido

pero cómo afirmarlo ahora
que la calma es un pantano
la lógica
una torpe certidumbre
y las palabras
cansan



PAROLE

lo que no sirve mencionar
                    no se mencione
y tan poco
                    entonces
fuera la noche menos húmeda
si duele el estómago
de decir sí
cuando no
pero no
si conmoviera verse sola
con un lirio
                    para secar
si conmoviera
con visceras del uno o del otro
                    para deglutir
             no diría
y si las tazas se marchitasen
y las mesas se estrujaran
al menos
una ayuda
pero cada cosa
en su sitio



de "El mundo encima", Editorial Rayuela, 1982.



ALICIA GENOVESE (ARGENTINA, 1953)