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noviembre 16, 2010

POEMAS DE LOUISE GLÜCK



 

Parousia*

Amor de mi vida, estás
perdido y yo
soy joven otra vez.

Pasan unos años.
El aire se llena
de una música de chicas;
en el jardín de adelante
el manzano está
salpicado de azahares.

Trato de recuperarte,
ese es el propósito
de la escritura.
Pero te fuiste para siempre,
como en las novelas rusas, diciendo
unas pocas palabras que no me acuerdo.

–Qué frondoso es el mundo,
qué lleno está de cosas que no me pertenecen

Miro los azahares que se hacen añicos,
ya no rosados
sino viejos, viejos, de un blanco amarillento
los pétalos parecen
flotar sobre el pasto radiante,
aleteando apenas.

Qué nada fuiste,
para mutar así tan pronto
en una imagen, un olor—
Estás en todas partes, fuente
de sabiduría y de tormento.


Confesión


Decir que no tengo miedo-- 
no sería cierto.
Le tengo miedo a la enfermedad, a la humillación.
Tengo mis sueños, como todos,
pero aprendí a esconderlos
para protegerme
de la consumación: toda felicidad
atrae la ira de las Parcas.
Son hermanas, salvajes -- 
al fin y al cabo no tienen
ninguna otra emoción más que la envidia.




Medianoche

Hablame, corazón dolorido: ¿qué
tarea ridícula estás inventándote
en la oscuridad de la cochera llorando
con la bolsa de basura? Tu trabajo no es 
sacar la basura, tu trabajo es vaciar
el lavavajillas. Estás exhibiéndote
otra vez,
como hacías en la infancia –¿adónde está
tu costado deportivo, tu famoso 
distanciamiento irónico? Un rayito de luna golpea
la ventana rota, un rayito de luna de verano,
tierno, 
susurra desde la tierra con sus dulzores
listos--
¿Esta es tu manera de comunicarte
con tu marido, no responder
cuando te llama, o el corazón 
se comporta así cuando está triste: quiere que lo dejen
solo con la basura? En tu lugar, 
lo pensaría. Después de quince años,
su voz podría estar cansándose; y cualquier noche
si no le contestás, lo va a hacer alguien más.




Nostos**


Había un manzano en el patio --
esto habrá sido
hace cuarenta años -- y atrás,
solamente praderas. Montones 
de crocus en el pasto mojado.
Yo me paraba al lado de esa ventana:
fines de abril. Flores
de primavera en el patio del vecino.
¿Cuántas veces el árbol floreció 
de veras para mi cumpleaños,
el día exacto, ni antes
ni después? La sustitución
de lo inmutable
por lo que cambia, lo que evoluciona.
La sustitución de la imagen
por la tierra implacable. ¿Qué
es lo que sé de este lugar?
El papel de ese árbol confundido por
décadas con un bonsai, las voces
que suben desde las canchas de tenis –
Los campos. El olor a pasto crecido, recién cortado.
Lo que se espera de un poeta lírico.
Miramos el mundo una sola vez, en la infancia.
El resto es memoria.


Epílogo

Leyendo lo que acabo de escribir, ahora creo
que frené de golpe, de modo que mi historia parece haberse
distorsionado un poco, al terminar como lo hace, no abruptamente
pero sí en una especie de niebla artificial como la que 
rocían sobre los escenarios para un cambio difícil de set.

¿Por qué frené? ¿Algún instinto 
distinguió una forma, y la artista que hay en mí
intervino, digamos, como para parar el tráfico?

Una forma. O destino, como dicen los poetas,
vislumbrado hace mucho en esas pocas horas—

Alguna vez debí haber pensado así.
Y todavía me disgusta el término
que me parece una muleta, una fase,
la adolescencia de la mente, quizás—

Así y todo, era un término que con frecuencia 
yo misma usaba para explicar mis fallas.
Destino, suerte, cuyos designios y avisos
ahora me parecen nada más
que simetrías locales, chucherías 
metonímicas dentro de la gran confusión—

Caos fue lo que vi.
Mi pincel se heló --no pude pintarlo.

Oscuridad, silencio: ese era el sentimiento.

¿Y cómo lo llamamos?
Una “crisis de la visión”, que creí en correspondencia
con el árbol que enfrentó a mis padres,

pero mientras a ellos los empujaron
contra el obstáculo,
yo me replegué o huí.

La niebla cubrió el escenario (de mi vida).
Los personajes fueron y vinieron, cambiaron de vestuario,
la mano del pincel se me movió de un lado para el otro
lejos del lienzo,
de un lado para el otro, como un limpiaparabrisas.

Seguro esto era el desierto, la noche oscura.
(En realidad, una calle de Londres atestada,
con los turistas haciendo flamear sus mapas de colores).

Se dice una palabra: Yo
De ahí fluyen
las grandes formas—

Respiré hondo. Y se me ocurrió
que la persona que dibujaba ese aliento
no era la persona de mi historia, su mano infantil
empuñaba decidida el crayon—

¿Era yo esa persona? Una nena pero también
una exploradora para quien el camino de pronto es claro, para quien
la vegetación se abre—

Y en adelante, nunca más protegida de la vista, esa soledad 
exaltada que tal vez Kant experimentó
en su camino a los puentes—
(Compartimos un cumpleaños).

Afuera, a fines de enero, las calles de fiesta 
estaban orladas con luces de navidad exánimes.
Una mujer se apoyó en el hombro de su amante
y cantó Jacques Brel con su soprano agudo—

¡Bravo! La puerta está cerrada.
Ahora no se escapa nada, nada entra—

No me había movido. Sentí el desierto
que se extendía delante, estirándose (me parece ahora)
para todos lados, cambiando mientras hablaba,

de manera que yo estaba en constante
cara a cara con la blancura, esa
hija adoptiva de lo sublime
que, resulta, 
fue a la vez mi sujeto y mi medio.

¿Qué hubiera dicho mi gemelo, mis pensamientos 
lo habrían alcanzado?

Quizás hubiera dicho
que en mi caso no hubo ningún obstáculo (por amor al debate)
después de lo cual me hubiera 
remitido a la religión, el cementerio donde
se responden las preguntas de la fe.

La niebla se había despejado. Los lienzos vacíos
se habían volteado de cara a la pared.

El gatito está muerto (así decía la canción)

¿Voy a resucitar de entre los muertos?, pregunta el espíritu.
El sol dice que sí.
Y el desierto responde:

Tu voz es arena esparcida en el viento.



Aniversario


Bueno, noviembre volvió a golpear a París.
El Times registra una temperatura media
de treinta y ocho. Apiñados alrededor de la Magdalena, 
los floristas se esconden del futuro
con la nariz rigurosamente inmersa 
en rosas rancias. O eso es lo que me acuerdo.
Increíblemente, la semana pasada
fue veintiuno. Y después de todo mis afectos 
resultaron flexibles: oh, Stephen, ahora ya estaríamos 
casados. Todavía tengo nuestra
vajilla, aunque algo se rompió, y parte de la ropa blanca
pero la primera vez en meses que de veras pensé 
en vos fue esta noche cuando con el tenedor
levantado decía cómo me había gustado Nueva York.



Las migraciones nocturnas

Este es el momento en el que volvés a ver
las bayas rojas de la ceniza de la montaña
y en el cielo oscuro
las migraciones nocturnas de los pájaros

Me duele pensar
que los muertos no van a verlas—
que estas cosas de las que dependemos,
desaparecen.

¿Entonces qué va a hacer el alma para consolarse?
Me digo que tal vez no va   
a necesitar más estos placeres;
que tal vez con no ser sea suficiente,
así de difícil es imaginarlo.



Nieve de primavera

Mirá el cielo nocturno:
Tengo dos yo, dos clases de poder.

Estoy acá con vos, al lado de la ventana,
y observo tu reacción. Ayer
la luna subió sobre la tierra húmeda del jardín.
Ahora la tierra brilla como la luna,
como la materia muerta con su costra de luz.

Ahora podés cerrar los ojos.
Escuché tus gritos y los gritos antes de tus gritos,
y la demanda detrás.
Te mostré lo que querés:
no confianza, sino sometimiento
a la autoridad, que depende de la violencia.













Versiones en castellano de Sandra Toro




Parousia*

Love of my life, you/ Are lost and I am/ Young again.// A few years pass./ The air fills/ With girlish music;/ In the front yard / The apple tree is/ Studded with blossoms./ I try to win you back,/ That is the point / Of the writing./ But you are gone forever,/ As in Russian novels, saying/ A few words I don't remember-// How lush the world is,/ How full of things that don't belong to me- // I watch the blossoms shatter,/ No longer pink,/ But old, old, a yellowish white-/ The petals seem/ To float on the bright grass,/ Fluttering slightly.// What a nothing you were,/ To be changed so quickly / Into an image, an odor- / You are everywhere, source / Of wisdom and anguish.

Confession

To say I'm without fear--/ It wouldn't be true./ I'm afraid of sickness, humiliation./ Like anyone, I have my dreams./ But I've learned to hide them,/ To protect myself/ From fulfillment: all happiness/ Attracts the Fates' anger./ They are sisters, savages--/ In the end they have/ No emotion but envy.

Midnight

Speak to me, aching heart: what/ Ridiculous errand are you inventing for yourself/ Weeping in the dark garage/ With your sack of garbage: it is not your job/ To take out the garbage, it is your job/ To empty the dishwasher. You are showing off /
Again,/ Exactly as you did in childhood—where/ Is your sporting side, your famous/
Ironic detachment? A little moonlight hits/ The broken window, a little summer moonlight,/ Tender/ Murmurs from the earth with its ready/ Sweetnesses--/ Is this the way you communicate/ With your husband, not answering/ When he calls, or is this the way the heart/ Behaves when it grieves: it wants to be/ Alone with the garbage? If I were you,/ I'd think ahead. After fifteen years,/ His voice could be getting tired; some night/If you don't answer, someone else will answer.


Nostos**

There was an apple tree in the yard --/ this would have been/ forty years ago -- behind,/ only meadows. Drifts/ of crocus in the damp grass./ I stood at that window:/ late April. Spring/ flowers in the neighbor's yard./ How many times, really, did the tree/ flower on my birthday,/ the exact day, not/ before, not after? Substitution/ of the immutable/ for the shifting, the evolving./ Substitution of the image/ for relentless earth. What/ do I know of this place,/ the role of the tree for decades/ taken by a bonsai, voices/ rising from the tennis courts --/ Fields. Smell of the tall grass, new cut./ As one expects of a lyric poet./ We look at the world once, in childhood./ The rest is memory.


Afterword

Reading what I have just written, I now believe
I stopped precipitously, so that my story seems to have been
slightly distorted, ending, as it did, not abruptly
but in a kind of artificial mist of the sort
sprayed onto stages to allow for difficult set changes.

Why did I stop? Did some instinct
discern a shape, the artist in me
intervening to stop traffic, as it were?

A shape. Or fate, as the poets say,
intuited in those few long ago hours—

I must have thought so once.
And yet I dislike the term
which seems to me a crutch, a phase,
the adolescence of the mind, perhaps—

Still, it was a term I used myself,
frequently to explain my failures.
Fate, destiny, whose designs and warnings
now seem to me simply
local symmetries, metonymic
baubles within immense confusion—

Chaos was what I saw.
My brush froze—I could not paint it.

Darkness, silence: that was the feeling.

What did we call it then?
A “crisis of vision” corresponding, I believed,
to the tree that confronted my parents,

but whereas they were forced
forward into the obstacle,
I retreated or fled—

Mist covered the stage (my life).
Characters came and went, costumes were changed,
my brush hand moved side to side
far from the canvas,
side to side, like a windshield wiper.

Surely this was the desert, the dark night.
(In reality, a crowded street in London,
the tourists waving their colored maps.)

One speaks a word: I.
Out of this stream
the great forms—

I took a deep breath. And it came to me
the person who drew that breath
was not the person in my story, his childish hand
confidently wielding the crayon—

Had I been that person? A child but also
an explorer to whom the path is suddenly clear, for whom
the vegetation parts—

And beyond, no longer screened from view, that exalted
solitude Kant perhaps experienced
on his way to the bridges—
(We share a birthday.)

Outside, the festive streets
were strung, in late January, with exhausted Christmas lights.
A woman leaned against her lover’s shoulder
singing Jacques Brel in her thin soprano—

Bravo! the door is shut.
Now nothing escapes, nothing enters—

I hadn’t moved. I felt the desert
stretching ahead, stretching (it now seems)
on all sides, shifting as I speak,

so that I was constantly
face to face with blankness, that
stepchild of the sublime,

which, it turns out,
has been both my subject and my medium.

What would my twin have said, had my thoughts
reached him?

Perhaps he would have said
in my case there was no obstacle (for the sake of argument)
after which I would have been
referred to religion, the cemetery where
questions of faith are answered.

The mist had cleared. The empty canvases
were turned inward against the wall.

The little cat is dead (so the song went).

Shall I be raised from death, the spirit asks.
And the sun says yes.
And the desert answers

your voice is sand scattered in wind.


Anniversary

Well, Novermber’s hit Paris again.
The Times records a mean temperatura
of thirty eight. Bunched about the Madeleine,
flower sellers ostrich the future
with their noses rigorously immersed
in stale roses. Or so I remember.
Incredibly, it was the twenty-first
last week. And my affections turned out limber
after all: oh Stephen, we’d have been 
married now. I’ve still got our
china, some broken, and some linen
but the first I’ve really thought of you for
months was just tonight when with my fork

suspended I was saying how I loved New York.


The Night Migrations


This is the moment when you see again
the red berries of the mountain ash
and in the dark sky
the birds' night migrations.
It grieves me to think
the dead won't see them—
these things we depend on,
they disappear.
What will the soul do for solace then?
I tell myself maybe it won't need
these pleasures anymore;
maybe just not being is simply enough,
hard as that is to imagine.



Spring Snow

Look at the night sky:
I have two selves, two kinds of power.

I am here with you, at the window,
watching you react. Yesterday
the moon rose over moist earth in the lower garden.
Now the earth glitters like the moon,
like dead matter crusted with light.

You can close your eyes now.
I have heard your cries, and cries before yours,
and the demand behind them.
I have show you what you want:
not belief, but capitulation   
to authority, which depends on violence.










*Parousia: En los evangelios la palabra παρουσια o parousía se utiliza para anunciar el segundo advenimiento del Señor o segunda venida de Cristo.

**Nostos: ( Griego:νόστος) Regreso al hogar.



LOUISE ELISABETH GLÜCK (EE.UU., 1943)





noviembre 11, 2010

POEMAS DE ODYSSEAS ELYTIS



 

HELENA

Con la primera gota de la lluvia murió el verano
Se empaparon las palabras que habían engendrado la claridad
     nocturna
Todas las palabras que estaban solamente destinadas ¡a Ti!
Hacia dónde extenderemos nuestras manos ahora que el tiempo
    ya no nos tiene en cuenta
Hacia dónde abandonaremos nuestra mirada ahora que las líneas
   lejanas naufragaron en las nubes
Ahora que tus párpados se cerraron sobre nuestros paisajes
Y estamos – como si la niebla hubiera penetrado en nosotros —
Solos totalmente solos rodeados de tus muertas imágenes.

Con la frente en la ventana velamos el nuevo dolor
No es la muerte quien nos derribará puesto que Tú existes
Puesto que existe en otra parte un viento para vivirte plenamente
Para vestirte de cerca como te viste de lejos nuestra esperanza
Puesto que existe en otra parte
Una verde llanura más allá de tu sonrisa hasta el sol
Diciéndole confidencialmente que nos encontraremos otra vez
No no es la muerte a quien enfrentaremos
Sino a esta gota de lluvia otoñal
Un confuso sentimiento
La fragancia de la tierra húmeda en nuestras almas que se alejan
   de todo

Y si no está tu mano en nuestra mano
Y si no está tu sangre en las venas de tus sueños
La luz en el inmaculado cielo
Y la música invisible dentro de nosotros oh melancólica
Pasajera de todo cuanto nos retiene todavía en el mundo
Es el viento fresco la hora del otoño la separación
El amargo instante de apoyar el codo en el recuerdo
Que surge cuando la noche viene a separarnos de la luz
Detrás de la ventana rectangular que mira hacia la tristeza
Que nada ve
Porque se hizo ya música invisible llama en la chimenea
   tañido del gran reloj de pared
Porque se hizo ya
Poema verso tras verso sonido paralelo a la lluvia lágrimas
   y palabras
Palabras no como las otras pero también ellas solamente destinadas:
   ¡a Ti!


EDAD DEL RECUERDO AZUL

Olivares y viñedos lejos hasta el mar
Rojas barcas de pesca más lejos hasta el recuerdo
Dorados élitros de agosto en el sueño del mediodía
Con algas o caracolas. Y aquel barco
Recién botado, verde, que lee aún en las serenas aguas
    del golfo Dios proveerá

Pasaron los años hojas o guijarros
Recuerdo a los muchachos, los marineros que partían
Pintando las velas como sus corazones
Cantaban los cuatro puntos cardinales
Y tenían dibujados vientos boreales en sus pechos.

Qué buscaba cuando llegaste teñida por el amanecer
Con la edad del mar en los ojos
Y la salud del sol en el cuerpo –qué buscaba
En las hondas grutas marinas en los vastos sueños
Donde el viento desconocido y azul
Espumaba el sentimiento, grabando en mi pecho su
    emblema marino

Con la arena en los dedos cerraba los dedos
Con la arena en los ojos apretaba los dedos
Era el dolor—
Recuerdo era abril cuando sentí por primera vez tu peso
    humano
Tu cuerpo humano arcilla y pecado
Como en nuestro primer día sobre la tierra
Las amarilis estaban de fiesta –Pero recuerdo
    que te dolió
Fue una profunda marca en los labios
Un profundo rasguño en la piel allí donde el tiempo se graba
    para siempre
Entonces te dejé
Y un hálito sonoro levantó las blancas casas
Los blancos sentimientos recién lavados hacia lo alto
Hacia el cielo iluminado por una sonrisa.

Ahora tendré a mi lado un cántaro de agua inmortal
La forma del viento que sopla libremente
Y tus manos aquellas donde será torturado el Amor
Y aquel caracol donde resonará el Egeo.
                                                      

IMAGEN DE BEOCIA

Aquí donde la desierta mirada sopla sobre las piedras y los
    agaves
Aquí donde se escuchan los profundos pasos del tiempo
Donde se abren grandes nubes como dorados estandartes
Sobre la metopa del cielo
Dime de dónde partió la eternidad
Dime cuál es la señal de tu dolor
Y cuál el destino de la eleminta

Oh tierra de Beocia iluminada por el viento

Qué fue de la orquesta de manos desnudas bajo los palacios
De la piedad que subía como humo sagrado
Dónde están las puertas con los antiguos pájaros cantando
Y el choque de las armas que despertaba el terror de los pueblos
Cuando el sol entraba triunfante
Cuando el destino palpitaba en la lanza del corazón
Y se encendían trinos civiles
Qué fue de las inmortales libaciones de marzo
De las líneas griegas en el agua de la hierba

Fueron heridos las frentes y los codos
El tiempo atravesó rosado el ancho cielo
Los hombres avanzaron
Llenos de dolor y de sueños

¡Áspera imagen! Ennoblecida por el viento
De una tormenta de verano que deja sus huellas
Llameantes en las líneas de las colinas y de las águilas
En las líneas que el destino trazó en tu mano

Qué sabes de enfrentar qué sabes de vestir
Vestida como estás por la música de las hierbas y cómo avanzas
Entre los brezos y las salvias
Hacia el punto final de la flecha

En esta roja tierra de Beocia
Al sonido marcial de las rocas desiertas
Encenderás las doradas gavillas del fuego

Arrancarás la mala fertilidad del recuerdo
¡Dejarás un alma amarga en la menta silvestre!


MARINA DE LAS ROCAS

Tienes gusto a tempestad en los labios – Pero dónde vagabas
Todo el día en la dura ilusión de la piedra y del mar
Un viento de águilas desnudó las colinas
Desnudó tu deseo hasta el hueso
Y las niñas de tus ojos tomaron el escítalo de la Quimera
¡Estriando con espuma el recuerdo!
Dónde está la conocida pendiente del pequeño setiembre
En la roja tierra donde jugabas mirando hacia abajo
Los profundos habares de las otras muchachas
Los rincones donde tus amigas dejaban a manos llenas el romero

Pero dónde vagabas
Toda la noche en la dura ilusión de la tierra y del mar
Te decía que contaras en el agua desnuda sus luminosos días
Que gozaras de espaldas el alba de las cosas
O volvieras de nuevo por los campos amarillos
Con un trébol de luz en tu seno de heroína de yambo.

Tienes gusto a tempestad en los labios
Y un vestido rojo como la sangre
En el oro profundo del verano
Y el aroma de los jacintos –Pero dónde vagabas
Descendiendo a las playas a los golfos llenos de guijarros
Había allí una fría y salobre planta marina
Pero en lo hondo un sentimiento humano se desangraba
Y abrías asombrada tus manos diciendo su nombre
Ascendiendo ligeramente hasta la claridad de los abismos
Donde brillaba tu propia estrella de mar.

Escucha, la razón es la prudencia de los últimos
Y el tiempo un febril escultor de los hombres
Y el sol se yergue sobre él como una fiera de esperanza
Y a su lado tú estrechas un amor
Teniendo amargo gusto a tempestad en los labios.

No es para que esperes azul hasta el hueso otro verano
Para que los ríos cambien de curso
Y te lleven hacia atrás hacia sus fuentes
Para que beses nuevamente otros cerezos
Y vayas cabalgando en el viento del Este

Erguida en las rocas sin ayer ni mañana
En el peligro de las rocas con un peinado de tormenta
Despedirás tu enigma.


MELANCOLÍA DEL EGEO

¡Qué coherencia del alma en los alciones de la tarde!
¡Qué calma en las voces de la tierra lejana!
El cuclillo en el pañuelo de los árboles
Y el místico instante de la cena de los pescadores
Y el mar que toca la armónica
La lejana pena de la mujer
De la bella que desnudó sus pechos
Cuando el recuerdo entró en los nidos
Y las lilas regaron con fuego el poniente.

Con el caique y las velas de la Virgen
Partieron rumbo al viento
Los amantes de la extranjería de los lirios
Pero cómo la noche arrulló aquí el sueño
Con vaporosos cabellos sobre cuellos traslúcidos
O en vastos y blancos litorales
Y cómo la áurea espada de Orión
Vertió y esparció en lo alto
El polvo de los sueños de muchachas
Que olían a menta y albahaca.

En la encrucijada donde se detuvo la antigua maga
Quemando los vientos con tomillo seco
Las esbeltas sombras pasaron levemente
Con un cántaro de agua silenciosa en la mano
Con toda facilidad como si entraran al paraíso
Y de la oración de los grillos que cubrió de espuma los campos
Asomaron las bellas de piel lunar
Para danzar en la era de la medianoche…

Oh señales que pasáis por el fondo
Del agua que sostiene un espejo
Siete nardos resplandecientes

Cuando regrese la espada de Orión
Hallará pobre pan bajo la lámpara
Pero un alma en el rescoldo de los astros
Hallará grandes manos ramificadas hacia el infinito
Algas solitarias últimos retoños del mar
Años verde pedrería

¡Oh verde gema –qué adivino de tormentas te vio
Detener la luz en el nacimiento del día
La luz en el nacimiento de los dos ojos del mundo!


EL MONOGRAMA

IV

Es temprano todavía en este mundo, me oyes
No se han domesticado los monstruos, me oyes
Mi sangre derramada y el afilado, me oyes
Cuchillo
Como un cordero que corre por el cielo
Y quiebra las ramas de los astros, me oyes
Soy yo, me oyes
Te amo, me oyes
Te tengo y te llevo y te visto
Con el blanco vestido nupcial de Ofelia, me oyes
Dónde me dejas, dónde vas y quién, me oyes

Te toma la mano sobre los cataclismos

Las enormes lianas y la lava de los volcanes
Llegará un día, me oyes
En que habrán de sepultarnos y miles de años después, me oyes
Nos convertirán en resplanceciente roca petrificada, me oyes
Para que brille sobre ella la crueldad, me oyes
De los hombres
Y nos arroje en mil pedazos, me oyes
A las aguas uno por uno, me oyes
Cuento mis amargos guijarros, me oyes
Y el tiempo es una gran Iglesia, me oyes
Donde a veces las imágenes, me oyes
De los santos
Lloran lágrimas verdaderas, me oyes
Las campanas abren en el cielo, me oyes
Un hondo vado para que pase
Aguardan los ángeles con cirios y salmos fúnebres
No voy a ninguna parte, me oyes
Los dos juntos o ninguno, me oyes
Esa flor de la tormenta y, me oyes
Del amor
La cortamos de una vez para siempre, me oyes
Y no volverá a nacer de otra forma, me oyes
En ninguna otra tierra, en ninguna otra estrella, me oyes
No existe la tierra, no existe el aire
que tocamos, el mismo, me oyes

Y ningún jardinero fue tan felíz en otros tiempos

Por tanto invierno y tantos vientos, me oyes
Azotando flores, sólo nosotros, me oyes
En medio del mar
Por la sola voluntad del amor, me oyes
Elevamos una isla entera, me oyes
Con cuevas y cabos y floridos acantilados
Oye, oye
¿Quién habla en el agua y quién llora –oyes?
¿Quién busca al otro, quién llama –oyes?
Soy yo que llamo y soy yo que lloro, me oyes
Te amo, te amo, me oyes.


TO AXION ESTÍ (DIGNUM EST)

La Pasión, 1

   He aquí, pues,
al creado para las pequeñas Kores y las islas del Egeo,
   el amante del brinco de las corzas
y adepto de las hojas del olivo,
   el bebedor del sol y exterminador de langostas.
Heme aquí frente
   al traje negro de los fascinerosos
y el vientre vacío de los años, que abortó a
   sus hijos, ¡el grito erótico!
El viento desata los elementos y el trueno asalta la montaña.
   ¡Destino de los inocentes, otra vez solo, allí, en los Desfiladeros!
Abrí mis manos en los Desfiladeros
   Vacié mis manos en los Desfiladeros
y no vi otra riqueza, no oí otra riqueza
   que frescos manantiales vertiendo
Granadas o Céfiros o Besos.
   Cada cual con sus armas, dije:
Abriré mis granadas en los Desfiladeros
   Apostaré los céfiros como centinelas en los Desfiladeros
liberaré los viejos besos santificados por mi anhelo.
   El viento desata los elementos y el trueno asalta la montaña.
¡Destino de los inocentes, eres mi propio Destino!




ODYSSEAS ELYTIS (Grecia, 1911-1996)
(Traducción de Horacio Castillo)               





noviembre 07, 2010

POEMAS DE VLADIMÍR HOLAN




La virgen

En aquella fiesta había tantas luces
que eran perfectas las tinieblas.
Y él estaba ahora allí.  Y no le molestaba que fuera precisamente él,
y que sus sentimientos le vinieran del vino, aunque sus pensamientos
vinieran de las uvas...
Hacia la mañana él la dejó y ella mira aún,
por el agujero de su vestido de fiesta,
el desnudo clavo del lunes...




Será

Sí, podría decirle
por qué tiene usted miedo cuando caen las hojas
en el bosquecillo o en la alameda.
Y podría decirle,
por qué se rió Hölderlin
cuando le sacudían ciruelas en la cabeza.
Pero antes de que se vuelva usted en pos del sonido
y antes de que se vuelva usted en pos del color,
será otra cosa y vendrá de otra parte…



Cuando llueve en domingo y tú estás solo...

Cuando llueve en domingo y tú estás solo,
completamente solo,
abierto a todo, pero no llega ni el ladrón
y no llama a la puerta ni el borracho ni el enemigo;
cuando llueve en domingo mientras tú estás abandonado
y no comprendes cómo vivir sin cuerpo
y cómo no vivir puesto que tienes cuerpo;
cuando llueve en domingo y, solo, no eres más que tú,
¡no esperes ni hablar contigo mismo!
Entonces el ángel es el único que sabe
lo que hay encima de él,
entonces el diablo es el único que sabe
lo que hay debajo de él.

El libro sostenido, el poema al caer...



Encuentro en el ascensor

Entramos en la cabina y estábamos allí solos los dos.
Nos miramos sin hacer otra cosa.
Dos vidas, un instante, la plenitud, la felicidad…
En el quinto piso ella bajó y yo, que continuaba,
comprendí que nunca más la vería,
que era un encuentro de una vez para siempre
y que aunque la hubiera seguido lo habría hecho como un muerto,
y que si ella se hubiera vuelto hacia mí
sólo hubiera podido hacerlo desde el otro mundo.



Que los muertos entierren a los muertos

Si los vivos pasaran por delante de los muertos
sería el final del presente y el futuro de los remordimientos...
Si los vivos pasaran por encima de los muertos,
nosotros, los vivos, volaríamos...
Pero la cosa es así :
remordimientos sí, alas no.




Te ha preguntado una jovencita: Qué es la poesía?
Le has querido decir: El hecho de que existes, sí, de que existes,

y que con miedo y asombro,
que son la prueba del milagro,
estoy dolorosamente celoso de la plenitud de tu belleza,
y que no te puedo besar ni puedo dormir contigo,
y que no tengo nada, y que el que nada tiene que ofrecer
debe cantar…
Pero no se lo has dicho, has guardado silencio,
y ella esta canción no la ha oído…




Hay

Hay cosas ocultas a sí mismas.
Así que casi humanas
tal vez pudieran revelarse en nosotros
y sonriendo dejarnos desnudos ante todo.
Pero nuestra ignorancia es tanto más excepcional.
Se está más caliente junto a los animales…




La Gruta de Las Palabras

No entra impunemente el joven con su luz en la gruta de las palabras.
Audaz presiente apenas dónde se encuentra.
Joven, aunque ha sufrido, no sabe lo que es el dolor.
Sabio antes de tiempo se escapa sin haber entrado
y alega como excusa la inmadurez de su época.
¡La gruta de las palabras!
Sólo el verdadero poeta, y por su cuenta y riesgo,
pierde delirando en ella las alas
y con ellas la manera de someterlas de nuevo a la gravedad
y no menoscabar esa fuerza que atrae hacia la tierra.
¡La gruta de las palabras!
Sólo el verdadero poeta regresa con su silencio
para encontrar, ya viejo, a un niño que llora,
abandonado por el mundo en su umbral.



Un día por la mañana

Un día por la mañana, al abrir la puerta,
encontraste en el umbral los zapatos de baile.
Era para besarlos y tú lo hiciste enseguida
y volviste a sentir alegría después de tantos años,
todas las lágrimas largo tiempo contenidas
ascendieron a tu risa.
Luego te reíste y desde el alma rompiste a cantar
con la tranquilidad de la juventud...
No preguntaste qué hermosa
dejó los zapatos en el umbral.
Nunca lo averiguaste
y, sin embargo, de aquel feliz momento
aún vives con frecuencia...






Versiones en castellano de Clara Janés.

VLADIMÍR HOLAN (Rca. Checa, 1905 - 1980)