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noviembre 16, 2010

POEMAS DE LOUISE GLÜCK



 

Parousia*

Amor de mi vida, estás
perdido y yo
soy joven otra vez.

Pasan unos años.
El aire se llena
de una música de chicas;
en el jardín de adelante
el manzano está
salpicado de azahares.

Trato de recuperarte,
ese es el propósito
de la escritura.
Pero te fuiste para siempre,
como en las novelas rusas, diciendo
unas pocas palabras que no me acuerdo.

–Qué frondoso es el mundo,
qué lleno está de cosas que no me pertenecen

Miro los azahares que se hacen añicos,
ya no rosados
sino viejos, viejos, de un blanco amarillento
los pétalos parecen
flotar sobre el pasto radiante,
aleteando apenas.

Qué nada fuiste,
para mutar así tan pronto
en una imagen, un olor—
Estás en todas partes, fuente
de sabiduría y de tormento.


Confesión


Decir que no tengo miedo-- 
no sería cierto.
Le tengo miedo a la enfermedad, a la humillación.
Tengo mis sueños, como todos,
pero aprendí a esconderlos
para protegerme
de la consumación: toda felicidad
atrae la ira de las Parcas.
Son hermanas, salvajes -- 
al fin y al cabo no tienen
ninguna otra emoción más que la envidia.




Medianoche

Hablame, corazón dolorido: ¿qué
tarea ridícula estás inventándote
en la oscuridad de la cochera llorando
con la bolsa de basura? Tu trabajo no es 
sacar la basura, tu trabajo es vaciar
el lavavajillas. Estás exhibiéndote
otra vez,
como hacías en la infancia –¿adónde está
tu costado deportivo, tu famoso 
distanciamiento irónico? Un rayito de luna golpea
la ventana rota, un rayito de luna de verano,
tierno, 
susurra desde la tierra con sus dulzores
listos--
¿Esta es tu manera de comunicarte
con tu marido, no responder
cuando te llama, o el corazón 
se comporta así cuando está triste: quiere que lo dejen
solo con la basura? En tu lugar, 
lo pensaría. Después de quince años,
su voz podría estar cansándose; y cualquier noche
si no le contestás, lo va a hacer alguien más.




Nostos**


Había un manzano en el patio --
esto habrá sido
hace cuarenta años -- y atrás,
solamente praderas. Montones 
de crocus en el pasto mojado.
Yo me paraba al lado de esa ventana:
fines de abril. Flores
de primavera en el patio del vecino.
¿Cuántas veces el árbol floreció 
de veras para mi cumpleaños,
el día exacto, ni antes
ni después? La sustitución
de lo inmutable
por lo que cambia, lo que evoluciona.
La sustitución de la imagen
por la tierra implacable. ¿Qué
es lo que sé de este lugar?
El papel de ese árbol confundido por
décadas con un bonsai, las voces
que suben desde las canchas de tenis –
Los campos. El olor a pasto crecido, recién cortado.
Lo que se espera de un poeta lírico.
Miramos el mundo una sola vez, en la infancia.
El resto es memoria.


Epílogo

Leyendo lo que acabo de escribir, ahora creo
que frené de golpe, de modo que mi historia parece haberse
distorsionado un poco, al terminar como lo hace, no abruptamente
pero sí en una especie de niebla artificial como la que 
rocían sobre los escenarios para un cambio difícil de set.

¿Por qué frené? ¿Algún instinto 
distinguió una forma, y la artista que hay en mí
intervino, digamos, como para parar el tráfico?

Una forma. O destino, como dicen los poetas,
vislumbrado hace mucho en esas pocas horas—

Alguna vez debí haber pensado así.
Y todavía me disgusta el término
que me parece una muleta, una fase,
la adolescencia de la mente, quizás—

Así y todo, era un término que con frecuencia 
yo misma usaba para explicar mis fallas.
Destino, suerte, cuyos designios y avisos
ahora me parecen nada más
que simetrías locales, chucherías 
metonímicas dentro de la gran confusión—

Caos fue lo que vi.
Mi pincel se heló --no pude pintarlo.

Oscuridad, silencio: ese era el sentimiento.

¿Y cómo lo llamamos?
Una “crisis de la visión”, que creí en correspondencia
con el árbol que enfrentó a mis padres,

pero mientras a ellos los empujaron
contra el obstáculo,
yo me replegué o huí.

La niebla cubrió el escenario (de mi vida).
Los personajes fueron y vinieron, cambiaron de vestuario,
la mano del pincel se me movió de un lado para el otro
lejos del lienzo,
de un lado para el otro, como un limpiaparabrisas.

Seguro esto era el desierto, la noche oscura.
(En realidad, una calle de Londres atestada,
con los turistas haciendo flamear sus mapas de colores).

Se dice una palabra: Yo
De ahí fluyen
las grandes formas—

Respiré hondo. Y se me ocurrió
que la persona que dibujaba ese aliento
no era la persona de mi historia, su mano infantil
empuñaba decidida el crayon—

¿Era yo esa persona? Una nena pero también
una exploradora para quien el camino de pronto es claro, para quien
la vegetación se abre—

Y en adelante, nunca más protegida de la vista, esa soledad 
exaltada que tal vez Kant experimentó
en su camino a los puentes—
(Compartimos un cumpleaños).

Afuera, a fines de enero, las calles de fiesta 
estaban orladas con luces de navidad exánimes.
Una mujer se apoyó en el hombro de su amante
y cantó Jacques Brel con su soprano agudo—

¡Bravo! La puerta está cerrada.
Ahora no se escapa nada, nada entra—

No me había movido. Sentí el desierto
que se extendía delante, estirándose (me parece ahora)
para todos lados, cambiando mientras hablaba,

de manera que yo estaba en constante
cara a cara con la blancura, esa
hija adoptiva de lo sublime
que, resulta, 
fue a la vez mi sujeto y mi medio.

¿Qué hubiera dicho mi gemelo, mis pensamientos 
lo habrían alcanzado?

Quizás hubiera dicho
que en mi caso no hubo ningún obstáculo (por amor al debate)
después de lo cual me hubiera 
remitido a la religión, el cementerio donde
se responden las preguntas de la fe.

La niebla se había despejado. Los lienzos vacíos
se habían volteado de cara a la pared.

El gatito está muerto (así decía la canción)

¿Voy a resucitar de entre los muertos?, pregunta el espíritu.
El sol dice que sí.
Y el desierto responde:

Tu voz es arena esparcida en el viento.



Aniversario


Bueno, noviembre volvió a golpear a París.
El Times registra una temperatura media
de treinta y ocho. Apiñados alrededor de la Magdalena, 
los floristas se esconden del futuro
con la nariz rigurosamente inmersa 
en rosas rancias. O eso es lo que me acuerdo.
Increíblemente, la semana pasada
fue veintiuno. Y después de todo mis afectos 
resultaron flexibles: oh, Stephen, ahora ya estaríamos 
casados. Todavía tengo nuestra
vajilla, aunque algo se rompió, y parte de la ropa blanca
pero la primera vez en meses que de veras pensé 
en vos fue esta noche cuando con el tenedor
levantado decía cómo me había gustado Nueva York.



Las migraciones nocturnas

Este es el momento en el que volvés a ver
las bayas rojas de la ceniza de la montaña
y en el cielo oscuro
las migraciones nocturnas de los pájaros

Me duele pensar
que los muertos no van a verlas—
que estas cosas de las que dependemos,
desaparecen.

¿Entonces qué va a hacer el alma para consolarse?
Me digo que tal vez no va   
a necesitar más estos placeres;
que tal vez con no ser sea suficiente,
así de difícil es imaginarlo.



Nieve de primavera

Mirá el cielo nocturno:
Tengo dos yo, dos clases de poder.

Estoy acá con vos, al lado de la ventana,
y observo tu reacción. Ayer
la luna subió sobre la tierra húmeda del jardín.
Ahora la tierra brilla como la luna,
como la materia muerta con su costra de luz.

Ahora podés cerrar los ojos.
Escuché tus gritos y los gritos antes de tus gritos,
y la demanda detrás.
Te mostré lo que querés:
no confianza, sino sometimiento
a la autoridad, que depende de la violencia.













Versiones en castellano de Sandra Toro




Parousia*

Love of my life, you/ Are lost and I am/ Young again.// A few years pass./ The air fills/ With girlish music;/ In the front yard / The apple tree is/ Studded with blossoms./ I try to win you back,/ That is the point / Of the writing./ But you are gone forever,/ As in Russian novels, saying/ A few words I don't remember-// How lush the world is,/ How full of things that don't belong to me- // I watch the blossoms shatter,/ No longer pink,/ But old, old, a yellowish white-/ The petals seem/ To float on the bright grass,/ Fluttering slightly.// What a nothing you were,/ To be changed so quickly / Into an image, an odor- / You are everywhere, source / Of wisdom and anguish.

Confession

To say I'm without fear--/ It wouldn't be true./ I'm afraid of sickness, humiliation./ Like anyone, I have my dreams./ But I've learned to hide them,/ To protect myself/ From fulfillment: all happiness/ Attracts the Fates' anger./ They are sisters, savages--/ In the end they have/ No emotion but envy.

Midnight

Speak to me, aching heart: what/ Ridiculous errand are you inventing for yourself/ Weeping in the dark garage/ With your sack of garbage: it is not your job/ To take out the garbage, it is your job/ To empty the dishwasher. You are showing off /
Again,/ Exactly as you did in childhood—where/ Is your sporting side, your famous/
Ironic detachment? A little moonlight hits/ The broken window, a little summer moonlight,/ Tender/ Murmurs from the earth with its ready/ Sweetnesses--/ Is this the way you communicate/ With your husband, not answering/ When he calls, or is this the way the heart/ Behaves when it grieves: it wants to be/ Alone with the garbage? If I were you,/ I'd think ahead. After fifteen years,/ His voice could be getting tired; some night/If you don't answer, someone else will answer.


Nostos**

There was an apple tree in the yard --/ this would have been/ forty years ago -- behind,/ only meadows. Drifts/ of crocus in the damp grass./ I stood at that window:/ late April. Spring/ flowers in the neighbor's yard./ How many times, really, did the tree/ flower on my birthday,/ the exact day, not/ before, not after? Substitution/ of the immutable/ for the shifting, the evolving./ Substitution of the image/ for relentless earth. What/ do I know of this place,/ the role of the tree for decades/ taken by a bonsai, voices/ rising from the tennis courts --/ Fields. Smell of the tall grass, new cut./ As one expects of a lyric poet./ We look at the world once, in childhood./ The rest is memory.


Afterword

Reading what I have just written, I now believe
I stopped precipitously, so that my story seems to have been
slightly distorted, ending, as it did, not abruptly
but in a kind of artificial mist of the sort
sprayed onto stages to allow for difficult set changes.

Why did I stop? Did some instinct
discern a shape, the artist in me
intervening to stop traffic, as it were?

A shape. Or fate, as the poets say,
intuited in those few long ago hours—

I must have thought so once.
And yet I dislike the term
which seems to me a crutch, a phase,
the adolescence of the mind, perhaps—

Still, it was a term I used myself,
frequently to explain my failures.
Fate, destiny, whose designs and warnings
now seem to me simply
local symmetries, metonymic
baubles within immense confusion—

Chaos was what I saw.
My brush froze—I could not paint it.

Darkness, silence: that was the feeling.

What did we call it then?
A “crisis of vision” corresponding, I believed,
to the tree that confronted my parents,

but whereas they were forced
forward into the obstacle,
I retreated or fled—

Mist covered the stage (my life).
Characters came and went, costumes were changed,
my brush hand moved side to side
far from the canvas,
side to side, like a windshield wiper.

Surely this was the desert, the dark night.
(In reality, a crowded street in London,
the tourists waving their colored maps.)

One speaks a word: I.
Out of this stream
the great forms—

I took a deep breath. And it came to me
the person who drew that breath
was not the person in my story, his childish hand
confidently wielding the crayon—

Had I been that person? A child but also
an explorer to whom the path is suddenly clear, for whom
the vegetation parts—

And beyond, no longer screened from view, that exalted
solitude Kant perhaps experienced
on his way to the bridges—
(We share a birthday.)

Outside, the festive streets
were strung, in late January, with exhausted Christmas lights.
A woman leaned against her lover’s shoulder
singing Jacques Brel in her thin soprano—

Bravo! the door is shut.
Now nothing escapes, nothing enters—

I hadn’t moved. I felt the desert
stretching ahead, stretching (it now seems)
on all sides, shifting as I speak,

so that I was constantly
face to face with blankness, that
stepchild of the sublime,

which, it turns out,
has been both my subject and my medium.

What would my twin have said, had my thoughts
reached him?

Perhaps he would have said
in my case there was no obstacle (for the sake of argument)
after which I would have been
referred to religion, the cemetery where
questions of faith are answered.

The mist had cleared. The empty canvases
were turned inward against the wall.

The little cat is dead (so the song went).

Shall I be raised from death, the spirit asks.
And the sun says yes.
And the desert answers

your voice is sand scattered in wind.


Anniversary

Well, Novermber’s hit Paris again.
The Times records a mean temperatura
of thirty eight. Bunched about the Madeleine,
flower sellers ostrich the future
with their noses rigorously immersed
in stale roses. Or so I remember.
Incredibly, it was the twenty-first
last week. And my affections turned out limber
after all: oh Stephen, we’d have been 
married now. I’ve still got our
china, some broken, and some linen
but the first I’ve really thought of you for
months was just tonight when with my fork

suspended I was saying how I loved New York.


The Night Migrations


This is the moment when you see again
the red berries of the mountain ash
and in the dark sky
the birds' night migrations.
It grieves me to think
the dead won't see them—
these things we depend on,
they disappear.
What will the soul do for solace then?
I tell myself maybe it won't need
these pleasures anymore;
maybe just not being is simply enough,
hard as that is to imagine.



Spring Snow

Look at the night sky:
I have two selves, two kinds of power.

I am here with you, at the window,
watching you react. Yesterday
the moon rose over moist earth in the lower garden.
Now the earth glitters like the moon,
like dead matter crusted with light.

You can close your eyes now.
I have heard your cries, and cries before yours,
and the demand behind them.
I have show you what you want:
not belief, but capitulation   
to authority, which depends on violence.










*Parousia: En los evangelios la palabra παρουσια o parousía se utiliza para anunciar el segundo advenimiento del Señor o segunda venida de Cristo.

**Nostos: ( Griego:νόστος) Regreso al hogar.



LOUISE ELISABETH GLÜCK (EE.UU., 1943)





1 comentario:

  1. "Confesión" Sandra!!! tan cierto...los miedos, la envidia...gracias! Llegué recomendada por un amigo.

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