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diciembre 18, 2010

POEMAS DE GERARDO LEWIN



Patio


El limonero de casa es infeliz.
¿Hay otro modo de decirlo?

Vive, pero no ha dado frutos
y en su tristeza amarillenta
me insinúa: deja ya de regarme...

¡Ah! ¡Si sólo pudiera irme lejos!

Ahora, en esta fresca noche de primavera vieja,
yo escribo y él deja caer una hoja seca.

 
Agujero negro


Hasta aquí llegó mi amor.

Ah, viejo Spock,
te has vuelto triste,
puto y miserable.

Orillas de este vórtice negro,
colapso en la trama del alma,
umbral en el que todo acaba:
siento la extrema oscuridad
llamando,
tironeándome los pelos.

Mierda.

Viejo vulcano herido de nostalgia,
llorando los ríos congelados de la infancia,
ese aire rojo.

Sumidero infinito de mundos,
desgarro en la carne del dios,
agujero negro que eyectará
hasta la eternidad estas palabras:

En el principio
fue la luz.


Lo que hay en el cajón

Los poetas padecen la vigilia veloz
del cazador; el alma insomne, alerta.
La emoción es animal fugaz,
su cadáver sublima en un vaho impreciso,
se diluye en una nada sin registros.
Esto es lo que arrojó la noche,
lo que hay en el cajón:
Manos que tiemblan.
Feroz puñal, desnudo puño,
aburrimiento. Al subir al avión,
como un presagio, tu sonrisa.
Aquí faltan textos, momentos
del sueño en los que fui feliz,
el sobresalto irrespirable del día,
lo que quedó sobre la mesa,
abandonado.
Habrá que hallar
sutil belleza inexplorada,
diseccionar, mentir.
Reemplazar ojos muertos
con bolitas de vidrio:
otro trofeo expuesto
en el barroco museo del instante.


Fin de Contrato


Sé que mi vida se repliega ahora
a una trinchera móvil
cavada en húmedas cajas de cartón
en estallidos súbitos y ansiosos
de cintas de embalar voraces.

Aquí fue donde bailamos
el rockanroll de las patatas fritas.
En esta cama casi muero.
Llorabas desconsolada en esa silla
y yo sólo atinaba
a besarte las manos.

En el final el eco rebotando
de pared a pared
y obstinados imanes
aferrándose a la heladera muerta.

Sumisos, obedientes,
nuestros fantasmas
cancelarán las deudas,
nos buscarán sonriendo en los espejos,
regresarán correspondencia
a desesperanzados remitentes.

El polvo de los años
se asentará cantando
sobre estos pasos últimos,
este murmullo incontinente...

Silencioso llanto de babosas
en el patio:
las despedidas las abruman,
pobres bichos.


Otra Felicidad

...compañera de los años reales...
Enrique Lihn

No quiero escribir ahora ese poema
donde dije
tú y yo fuimos felices en otra vida,
fuimos felices, sonreíamos
desde fotografías enmarcadas sobre un piano,
nos habíamos amado
y acudieron a nosotros niños,
altos y hermosos jóvenes
que habíamos engendrado en otra vida.

No quiero escribir ahora sobre eso,
esa felicidad intensa,
esa dicha que de tan grande
desborda los límites
de esa otra vida que vivimos,
insistiendo en atraerme a imaginarios imposibles
como un planeta inmenso y grávido,
lastimando mis ojos:
no podría resistirme
a escribir para siempre.

Mi mundo todo se derrumba soñándote,
como si los años vividos fueran nada
y sólo los otros,
los felices inventados fueran ciertos.

Casi de qué me vale aferrarme a la mesa,
a la promesa de una tarde de amor
o a los todos endebles artilugios
de fingir existencia:
otro verá mi rostro en el espejo.

Y yo seré una canción amada y olvidada,
meciéndose dormida en la remota punta de la lengua,
en los blancos desiertos de la memoria muerta,
en los intactos vacíos del silencio...



El lamento del viejo hombre lobo

A Héctor Urruspuru

Amor, ya no me encierres esta noche.

Yo, que fui una bestia atroz,
que quise matar gente,
me echaría a tus pies
como un animalito amable.

Licántropo,
podría haberte dicho aullando
que las balas de plata
eran sólo metáforas.
¿lo hubieras comprendido?

Oscurece. No mires este rito:
es un proceso lento y vergonzoso,
es una amnesia deformante
en la que todo duele,
una torcida danza de gruñidos.

Vete. No quiero salpicarte de ruindad.

Yo fui una fuerza libre,
una voracidad para comerme el mundo.
Hoy, miserable, voy robando bolsitas
de eukanuba en el súper

y eso que está en el vaso
son mis dientes.


Isidoro Cañones contempla las ruinas de Mau Mau


De nada, Cachorra, nos valió creernos
un trazo inmortal en el papel.

Puntual, aquí está el día, el tedio,
la transfiguración de lo que amé
en grácil materia anonadada,
despojo inerte de sacras, magnas francachelas.

Fueron vastos, placenteros océanos,
inexplorados continentes desnudos,
nuestro jolgorio y gloria.

Hubo una guerra y los Cañones
construyeron la patria.

Una vez más, pido la cuenta.
Ya rancia, la manteca cayó.

Lo que tuvo que ser:
dios inclemente
o redentor demonio
me quita
lo bailado.

A Mónica Nozzi
A Carlos Antig
A Alejandro Méndez Casariego

Todos ellos, ex-personajes de historietas


Mickey is back


En el retorno del aprendiz de brujo
suena fantástica la sinfonía
de la indemnización o del poder,
de la palabra ausente en el conjuro.

Nada lo detendrá: la desafiante engañifa reina
y un atareado ejército de escobas
hace agua.

Los viejos magos nos ahogamos
en este mismo río.
La marea se lleva los círculos de tiza
desde los que invocábamos
a los grandes demonios de la tierra y sus amantes,
la danzarina gota que endulzaba las uvas,
la arena seca, el fuego.

Ya nadie espera nada de nosotros,
displicentes abismos nos lavan el color de los ojos
y un burbujeo muerto son todas nuestras frases.
Triste verdín nos corona y corroe.

En la cresta de venideras olas,
en lo alto de su trono usurpado,
él
tararea,
feliz.


Tristeza invadiendo


Y por si fuera poco
la tristeza invadiendo.
No como invadir países,
la casa de un amigo a medianoche
o el corazón de alguien a balazos.

No es el amor o el odio
que en un instante de aire
te asaltan y devoran.
La tristeza es distinta:
se arropa en humo blanco
como quien sube a un barco de manera imprevista
y mira a la distancia las riberas amadas.

No es sencilla la vida de quien ha decidido
morirse de tristeza.
Su tarea es continua y diminuta:
alguien que se despide
de todas las palabras
y al cabo de los años
solamente ha guardado
esta única frase:
vosotros que aquí entrais,
dejad toda esperanza...


Último invierno en Polonia


Eran seis o siete cadáveres balanceándose,
colgando silenciosos de un largo travesaño.

En la foto los mece un viento helado.

Al pie una leyenda en yidish que olvidé
y que ahora traduzco:

Estos son los nombres
de los muertos sin patria,
de los muertos sin rostro,
de los muertos sin madre,
de los muertos que no fueron sumados
a la cuenta final
en el último invierno de Polonia.


Solenopsis Invicta

La hormiga roja aspira a ser
el bicho más malo del planeta.

En los abismos perfecciona
venenos contra el mundo.

Emprende breves, cruentas
campañas de conquista.

Soy su presa, mi voluntad enajenada ¡ay!
por su mejunje inexorable. Pica.

He de matar personas,
regar rincones con migas de pan negro,
aprender su escritura de detritus.

La hormiga roja aspira
a una voz poética reconocible.

"Con denodado esfuerzo,
con ímpetu creciente,
sacrificando todo..."

Los poemas que escribe
son casi siempre abandonados,
como piedra menuda,
aquí o allá.

Soy el esclavo de la hormiga roja,
de su inaudita ambición literaria:

"...por estrechos caminos recorriendo,
- rosal, castaño -
por enemigas sendas transitando,
- nogal, malvón,
albaricoquero,...-

Poesía fórmica: no es tan terrible,
una vez que le captás la onda.




GERARDO LEWIN (Argentina, 1955)
 




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