Foto: Ricardo Armas
Si el poema no nace, pero es real tu vida,
eres su encarnación.
Habitas
en su sombra inconquistable.
Te acompaña
diamante incumplido.
* * *
Coney Island
Rosa de claras risas
que golpea siempre
un mismo jirón de luz
y a un blanco río
de trópico que duerme
va girando,
girando
en la noche
amante.
Rosa de claras risas
que golpea siempre
un mismo jirón de luz
y a un blanco río
de trópico que duerme
va girando,
girando
en la noche
amante.
* * *
Escribiste: "Estos
muros se hacen transparentes cuando te siento.
Mañana traigo los
libros.
Te besa".
Mi libertad había nacido
tras aquellas paredes. El calabozo núm. 3
se extendía como un
amanecer. Su día era vasto.
El pobre carcelero se
creía libre porque cerraba la reja, pero
a través de ti yo era
innumerable.
* * *
Vengo de un reino extraño,
vengo de una isla iluminada,
vengo de los ojos de una mujer.
Desciendo por el día pesadamente.
Música perdida me acompaña.
Una pupila cargadora de frutas
se adentra en lo que ve.
Mi fortaleza,
mi última línea,
mi frontera con el vacío
ha caído hoy.
vengo de una isla iluminada,
vengo de los ojos de una mujer.
Desciendo por el día pesadamente.
Música perdida me acompaña.
Una pupila cargadora de frutas
se adentra en lo que ve.
Mi fortaleza,
mi última línea,
mi frontera con el vacío
ha caído hoy.
* * *
Sola,
insegura,
apremiante
palabra,
casa sin atavío.
insegura,
apremiante
palabra,
casa sin atavío.
Para ella desearía
la fuerza
de los árboles.
la fuerza
de los árboles.
* * *
Te extiendes, camino de arena, más suave que la memoria de un ciego.
Salimos a recorrer la ciudad.
Tú te tiendes sobre una tibia hojarasca,
Más tarde me encuentras, tocas mi hombro y te vuelves noche.
Salimos a recorrer la ciudad.
Tú te tiendes sobre una tibia hojarasca,
Más tarde me encuentras, tocas mi hombro y te vuelves noche.
* * *
Tú que caminas esta
noche en la soledad de la calle, vas llena de besos que no has dado.
Del amor ignoras la
escritura prodigiosa.
Aunque no me conoces, en
mi cuerpo tiembla el mismo mar que en tus venas danza.
Recibe mis ojos
milenarios, mi cuerpo repetido, el susurro de mi arena.
* * *
Una urbe áspera sella mi boca.
Yo viajo a los espacios transparentes.
Conmigo está tu chal de lana, el viejo fonógrafo que cuidabas tanto,
tus zarcillos con que ibas al mercado, tu pulsera de oro, la vajilla humilde.
El perro que nos despertaba pasa su hocico por mi lecho.
No es magia, sencillamente nada he olvidado a no ser que existo sin ti.
Yo viajo a los espacios transparentes.
Conmigo está tu chal de lana, el viejo fonógrafo que cuidabas tanto,
tus zarcillos con que ibas al mercado, tu pulsera de oro, la vajilla humilde.
El perro que nos despertaba pasa su hocico por mi lecho.
No es magia, sencillamente nada he olvidado a no ser que existo sin ti.
* * *
You
Tú apareces,
tú te desnudas,
tú entras en la luz,
tú despiertas los colores,
tú coronas las aguas,
tú comienzas a recorrer el tiempo como un licor,
tú rematas la más cegadora de las orillas,
tú predices si el mundo seguirá o va a caer,
tú conjuras la tierra para que acompase su ritmo a tu lentitud de lava,
tú reinas en el centro de esta conflagración
y del primero
al séptimo día
tu cuerpo es un arrogante
palacio
donde vive
el
temblor.
* * *
Años
de enterrar
cartillas,
himnos,
celdas,
anulando
el militante extravío
en un abandono
del que trata de emerger
un hombre
sin cargas.
de enterrar
cartillas,
himnos,
celdas,
anulando
el militante extravío
en un abandono
del que trata de emerger
un hombre
sin cargas.
A prueba de espejismos.
* * *
El exilado deplora las patrias. Rehuye divisiones. Se encamina hacia el instante. Comienza a ver. Cuanto lo rodea recobra su fuerza. Las cosas se avivan de día en día. Se adhiere a su cuerpo buscando el molde antiguo. Se reconoce enigma. Despide la irrealidad.
Ve su cara en el estanque y la olvida.
* * *
I
Tristes anales horadan las costas.
Días torturados en medio de una ebriedad.
Encantamiento que cubre una zozobra.
Me prolongo por veredas sangrantes como dilatado
resto de legión.
II
Me entrego a estas arenas donde el brillo rescata.
Aquí soy. Sin pensar.
III
Dones.
Lentos navíos sobre las aguas bruñidas.
Senderos que se esconden en el verdor.
Bungalows, y el acuerdo en la noche que nos
transporta
IV
Verdes ilesos.
¿Sobrevive aquí el hondo designio?
V
En esta playa no me pregunto quién soy ni dudo
ni ando a tientas.
Claras potestades imperan aquí, ahuyentan ráfagas
de aniquilación aúnan, lo roto.
Inician.
De "Una isla" (1958)
Yo visité la tierra de luz blanda.
Anduve entre melones y hierbas marinas, comí frutas traídas por sacerdotisas adolescentes, palpé árboles de savia roja como ladrillo que moraban junto a la tumba de un príncipe, vi viejos catafalcos de gobernadores guardados por lentas palmas. Por los contornos había raíces en forma de tazones donde los monos mitigaban la sed. Pasé un día cerca del lugar donde duermen los ahorcados.
Era la época en que los brujos habían partido a los campos de arroz destruyendo todos los talismanes.
En las calles vistosas doncellas oscuras danzaban.
Entonces los capitanes bajaban de los ojos para explorar la ciudad.
De este viaje más allá de los presuntos límites sólo conservo alguna que otra estrella de mar, varios retratos -ella y yo- y un peregrino cofre que encontré en el barco durante la travesía.
De aquel idioma y de mis pasos por la tierra dicha no existe imagen que esté hoy extinguida. Los veleros tocan a las puertas del aire donde persisto. La luz me trae delfines muertos. Tu olor reconquista el estremecimiento.
Anduve entre melones y hierbas marinas, comí frutas traídas por sacerdotisas adolescentes, palpé árboles de savia roja como ladrillo que moraban junto a la tumba de un príncipe, vi viejos catafalcos de gobernadores guardados por lentas palmas. Por los contornos había raíces en forma de tazones donde los monos mitigaban la sed. Pasé un día cerca del lugar donde duermen los ahorcados.
Era la época en que los brujos habían partido a los campos de arroz destruyendo todos los talismanes.
En las calles vistosas doncellas oscuras danzaban.
Entonces los capitanes bajaban de los ojos para explorar la ciudad.
De este viaje más allá de los presuntos límites sólo conservo alguna que otra estrella de mar, varios retratos -ella y yo- y un peregrino cofre que encontré en el barco durante la travesía.
De aquel idioma y de mis pasos por la tierra dicha no existe imagen que esté hoy extinguida. Los veleros tocan a las puertas del aire donde persisto. La luz me trae delfines muertos. Tu olor reconquista el estremecimiento.
* * *
He entrado a región delgada.
Todo lo que canta se reúne a mis pies como banderas que el tiempo inclina.
Aquí el mundo es una estación amanecida sobre corales.
Ésta es la morada donde se depositan los signos de las aguas, el légamo de los navíos, los mendrugos cargados de relámpagos.
Éste es el huerto de las especias clamorosas, la temporada de arcilla que el océano erige.
Ésta es la fruta de un piélago muerto, la columna desesperada del hambre.
Ésta es la salobre campana de verdor que el fuego crucifica, la tierra donde una tribu oscura embalsama un clavel.
Ésta es la tinta trémula del día, la rosa al rojo vivo inscrita en los anales de la selva.
Todo lo que canta se reúne a mis pies como banderas que el tiempo inclina.
Aquí el mundo es una estación amanecida sobre corales.
Ésta es la morada donde se depositan los signos de las aguas, el légamo de los navíos, los mendrugos cargados de relámpagos.
Éste es el huerto de las especias clamorosas, la temporada de arcilla que el océano erige.
Ésta es la fruta de un piélago muerto, la columna desesperada del hambre.
Ésta es la salobre campana de verdor que el fuego crucifica, la tierra donde una tribu oscura embalsama un clavel.
Ésta es la tinta trémula del día, la rosa al rojo vivo inscrita en los anales de la selva.
* * *
Pero el tiempo me había empobrecido.
Mi único caudal eran los botines arrancados al miedo.
De tanto dormir con la muerte sentía mi eternidad. De noche deliraba en las rodillas de la belleza. Presa de tenaces anillos, a pesar de mi parsimonioso continente de animal invicto me guardaba de la transitoriedad ínsita a mis actos.
Magnificencia de la ignorancia. Brujos solemnes habían auscultado mi cuerpo sin poder arribar a un dictamen. Sólo yo conocía mi mal. Era -caso no infrecuente en los anales de los falsos desarrollos- la duda.
Yo nunca supe si fui escogido para trasladar revelaciones.
Nunca estuve seguro de mi cuerpo.
Nunca pude precisar si tenía una historia.
Yo ignoraba todo lo concerniente a mí y a mis ancestros.
Nunca creí que mis ojos, orejas, boca, nariz, piel, movimientos, gustos, dilecciones, aversiones me pertenecían enteramente.
Yo apenas sospechaba que había tierra, luz, agua, aire, que vivía y que estaba obligado a llevar mi cuerpo de un lado a otro, alimentándolo, limpiándolo, cuidándolo para que luciera presentable en el animado concierto de la honorabilidad ciudadana.
Mi mal era irrescatable.
Me sentía solo. Necesitaba a mi lado una mujer silenciosa, paciente y dúctil que me rodease con una voz.
Yo era un rey de infranqueable designio, de voluntad educada para la recepción del acatamiento, de pretensiones que hacían sonreír a los duendes.
Un rey niño.
Cuando advino, inopinadamente, una era de pobreza, perdí mi serenidad.
Mis pasiones absolutas -entre ellas el amor, que para mí era totalidad- fueron barridas.
En suma, yo era una pregunta condenada a no calzar el signo de interrogación. O un navío que se transformaba en fosforescente penacho de dragón. O una nube que se demudaba conforme al movimiento.
Habitaba un lugar indeciso.
Mi historia era un largo recuento de inauditas torpezas, de infértiles averiguaciones, de fabulosas fábricas.
Un dios cobarde usurpaba mis aras.
Él había degollado el amor frente a una reluciente laguna, en un bosque de caobos. Huía mugiendo sábanas ensangrentadas. Escapaba del recinto feliz. Las nubes eran símbolos zoológicos de mi destierro.
El amor me conducía con inocencia hacia la destrucción.
El odio, como a mis mayores, me fortalecía.
Pero yo era generoso y sabía reír.
Como no soportaba la claridad, dispuse entre anaranjados estertores de sol mi regreso hacia el final. Las aguas me condujeron como el sensitivo lleva la pesadilla. Volví insomne al lugar de la ficción.
Mi único caudal eran los botines arrancados al miedo.
De tanto dormir con la muerte sentía mi eternidad. De noche deliraba en las rodillas de la belleza. Presa de tenaces anillos, a pesar de mi parsimonioso continente de animal invicto me guardaba de la transitoriedad ínsita a mis actos.
Magnificencia de la ignorancia. Brujos solemnes habían auscultado mi cuerpo sin poder arribar a un dictamen. Sólo yo conocía mi mal. Era -caso no infrecuente en los anales de los falsos desarrollos- la duda.
Yo nunca supe si fui escogido para trasladar revelaciones.
Nunca estuve seguro de mi cuerpo.
Nunca pude precisar si tenía una historia.
Yo ignoraba todo lo concerniente a mí y a mis ancestros.
Nunca creí que mis ojos, orejas, boca, nariz, piel, movimientos, gustos, dilecciones, aversiones me pertenecían enteramente.
Yo apenas sospechaba que había tierra, luz, agua, aire, que vivía y que estaba obligado a llevar mi cuerpo de un lado a otro, alimentándolo, limpiándolo, cuidándolo para que luciera presentable en el animado concierto de la honorabilidad ciudadana.
Mi mal era irrescatable.
Me sentía solo. Necesitaba a mi lado una mujer silenciosa, paciente y dúctil que me rodease con una voz.
Yo era un rey de infranqueable designio, de voluntad educada para la recepción del acatamiento, de pretensiones que hacían sonreír a los duendes.
Un rey niño.
Cuando advino, inopinadamente, una era de pobreza, perdí mi serenidad.
Mis pasiones absolutas -entre ellas el amor, que para mí era totalidad- fueron barridas.
En suma, yo era una pregunta condenada a no calzar el signo de interrogación. O un navío que se transformaba en fosforescente penacho de dragón. O una nube que se demudaba conforme al movimiento.
Habitaba un lugar indeciso.
Mi historia era un largo recuento de inauditas torpezas, de infértiles averiguaciones, de fabulosas fábricas.
Un dios cobarde usurpaba mis aras.
Él había degollado el amor frente a una reluciente laguna, en un bosque de caobos. Huía mugiendo sábanas ensangrentadas. Escapaba del recinto feliz. Las nubes eran símbolos zoológicos de mi destierro.
El amor me conducía con inocencia hacia la destrucción.
El odio, como a mis mayores, me fortalecía.
Pero yo era generoso y sabía reír.
Como no soportaba la claridad, dispuse entre anaranjados estertores de sol mi regreso hacia el final. Las aguas me condujeron como el sensitivo lleva la pesadilla. Volví insomne al lugar de la ficción.
* * *
Sólo tú misma en el acto. Extendida, carnosa, húmeda.
Un temblor sin lapso. Sin equívoco. Torbellino en torno de la flor de blando terciopelo, acorazonada, que nace del clima de tus piernas como un grito nocturno. Flor que se liba.
Sombra de flor. En la sinfonía ciega de las corrientes lozana forma de mis manos sin ojos. Cuerno remoto de los rendimientos.
Llego navegando ondulaciones desesperadas. Soy dichoso.
¿Cuál es el color de esta fruición desencadenada, cómo llamarla, qué dios nos ha entregado esta conjunción? Me iré, Venus, me iré, pero antes quiero apurar la copa. Ahogar los límites mollares, sofocar los cerrojos albeantes, vencer la sombra leda de la desnudez, sacrificar el sonrojo numerado.
No me marcharé hasta que esta vegetal confusión de ondas no se haya cumplido. En tanto mi animal lamedor no esté sosegado.
Amo los blandos linderos de inefable tinte, ondulantes en la selva enana y espléndidamente libre que sobresale de tu cuerpo como mil vocecillas frutales, el letífico aroma, el muelle calor, el ansioso tremar. Toda tú adunada por mareas geométricas a mi piel. Toda presión, jadeo, huida, retorno, blancor, demencia. Nadadora. Extensión que amamanta mi vicio. Sombra del láudano bajo mi pesado tiempo.
No partiré sin llevar una hora feliz en la corola, giradora, vencida y celante de los ojos que como al sol te reciben.
Un temblor sin lapso. Sin equívoco. Torbellino en torno de la flor de blando terciopelo, acorazonada, que nace del clima de tus piernas como un grito nocturno. Flor que se liba.
Sombra de flor. En la sinfonía ciega de las corrientes lozana forma de mis manos sin ojos. Cuerno remoto de los rendimientos.
Llego navegando ondulaciones desesperadas. Soy dichoso.
¿Cuál es el color de esta fruición desencadenada, cómo llamarla, qué dios nos ha entregado esta conjunción? Me iré, Venus, me iré, pero antes quiero apurar la copa. Ahogar los límites mollares, sofocar los cerrojos albeantes, vencer la sombra leda de la desnudez, sacrificar el sonrojo numerado.
No me marcharé hasta que esta vegetal confusión de ondas no se haya cumplido. En tanto mi animal lamedor no esté sosegado.
Amo los blandos linderos de inefable tinte, ondulantes en la selva enana y espléndidamente libre que sobresale de tu cuerpo como mil vocecillas frutales, el letífico aroma, el muelle calor, el ansioso tremar. Toda tú adunada por mareas geométricas a mi piel. Toda presión, jadeo, huida, retorno, blancor, demencia. Nadadora. Extensión que amamanta mi vicio. Sombra del láudano bajo mi pesado tiempo.
No partiré sin llevar una hora feliz en la corola, giradora, vencida y celante de los ojos que como al sol te reciben.
* * *
Yo pertenecía a un
pueblo de grandes comedores de serpientes, sensuales, vehementes,
silenciosos y aptos para enloquecer de amor. Pero mi raza era de
distinto linaje. Escrito está y lo saben -o lo suponen- quienes se
ocupan en leer signos no expresamente manifestados que su austeridad
tenía carácter proverbial. Era dable advertirla, hurgando un poco
la historia de los derrumbes humanos, en los portones de sus casas,
en sus trajes, en sus vocablos. De ella me viene el gusto por las
alcobas sombrías, las puertas a medio cerrar, los muebles
primorosamente labrados, los sótanos guarnecidos, las cuevas
fatigantes, los naipes donde el rostro de un rey como en exilio se
fastidia.
Mis antepasados no habían danzado jamás a la luz de la luna, eran incapaces de leer las señales de las aves en el cielo como oscuros mandamientos de exterminio, desconocían el valor de los eximios fastos terrenales, eran inermes ante las maldiciones e ineptos para comprender las magnas ceremonias que las crónicas de mi pueblo registran con minucia, en rudo pero vigoroso estilo.
¡Ah! Yo descendía de
bárbaros que habían robado de naciones adyacentes cierto pulimento
de modos, pero mi suerte estaba decidida por sacerdotes semisalvajes
que pronosticaban, ataviados de túnicas bermejas, desde unas rocas
asombradas por gigantes palmeras.
Pero ellos -mis antepasados- si estaban aherrojados por rigideces inmemoriales en punto a espíritu, eran elásticos, raudos y seguros de cuerpo.
Yo no heredé sus
virtudes.
Soy desmañado, camino lentamente y balanceándome por los hombros y adelantando, no torpe, mas sí con moroso movimiento un pie, después otro; la silenciosa locura me guarda de la molicie manteniéndome alerta como el soldado fiel a quien encomiendan la custodia de su destacamento, y como un matiz, sobrevivo en la indecisión.
Sin embargo, creía estar signado para altas empresas que con el tiempo me derribarían.
De "Los cuadernos del destierro" (1960)
Beloved Country
Cuánto tuyo no se desenvuelve como música perdida en mí.
País al que regreso cada vez que me he empobrecido.
Sello, fasto, bóveda de los cofres.
Nunca me has negado tu leche de virgen.
Mi reflujo, mi fuente secreta, mi anverso real.
Ignoro el alcance de tu olor, pero sé que has estado
en todos mis puntos de partida, envolviéndome,
Oriente solícito, como una ceremonia.
País donde van las líneas de mi mano, lugar donde soy otro,
mi anillo de bodas, estás cerca del centro.
* * *
Desolado
De tanto imaginarte, sonreírte, esperarte, me canso. Te veo y pregunto ¿eres tú?
Respiro tu llegada; ya sin creer.
No me pidas explicaciones.
No me quites la idea que tengo, tan vaga.
No me pruebes, por favor, en terreno firme (me harías a un lado).
Algunas veces de ti no queda nada, una pequeña lámina.
Si llegas, te aproximas, te parece bien, sencillamente será otra cosa, otra cosa, cosa de delirio.
Tendrás magnitud y calor.
Eres el otro lado del botín.
¿Comprendes?
Rutina
Me fustigo.
Me abro la carne.
Me exhibo sobre un escenario.
Allí no ofrezco el número decisivo.
Devorarme ¡mi gran milicia!, pero soy también un armador tenaz.
Sé reunirme pacientemente, usando rudos métodos de ensamblaje.
Conozco mil fórmulas de reparación. Reajustes, atornillamientos, tirones, las manejo todas.
A golpes junto las piezas.
Siempre regreso a mi tamaño natural.
Me deshago, me suprimo, displicente, me borro de un plumazo y vuelvo a montar,
montar al carafresca.
(No se trata de rearmar un monstruo, eso es fácil, sino de devolverle a alguien las proporciones.)
Planto mi casa en medio de la locuacidad.
Me reconstruyo con un plano inefable.
Calma. Ya está. Entro a la horma.
Me abro la carne.
Me exhibo sobre un escenario.
Allí no ofrezco el número decisivo.
Devorarme ¡mi gran milicia!, pero soy también un armador tenaz.
Sé reunirme pacientemente, usando rudos métodos de ensamblaje.
Conozco mil fórmulas de reparación. Reajustes, atornillamientos, tirones, las manejo todas.
A golpes junto las piezas.
Siempre regreso a mi tamaño natural.
Me deshago, me suprimo, displicente, me borro de un plumazo y vuelvo a montar,
montar al carafresca.
(No se trata de rearmar un monstruo, eso es fácil, sino de devolverle a alguien las proporciones.)
Planto mi casa en medio de la locuacidad.
Me reconstruyo con un plano inefable.
Calma. Ya está. Entro a la horma.
* * *
Hace algún tiempo solía
dividirme en innumerables personas. Fui sucesivamente, y sin que una
cosa estorbara a la otra, santo, viajero, equilibrista.
Para complacer a los otros y a mí, he conservado una imagen doble. He estado aquí y en otros lugares. He criado espectros enfermizos.
Cada vez que tenía un
momento de reposo, me asaltaban las imágenes de transformaciones,
llevándome al aislamiento. La multiplicidad se lanzaba contra mí.
Yo la conjuraba.
Era el desfile de los
habitantes desunidos, las sombras de ninguna región.
Ocurría al final que
las cosas no eran lo que yo había creído. Sobre todo, me ha faltado
entre los fantasmas aquel que camina sin yo verlo.
Tal vez el secreto de
lo apacible esté allí, entre líneas, como un resplandor
innominado, y mi soberbia injustificada ceda al paso a una gran paz,
una alegría sobria, una rectitud inmediata.
Hasta entonces.
De "Falsas maniobras" (1966)
1. ¿Cómo pudo
volverse tribunal
de su vida
(no es sino la sala
donde se reúne
a rumiar fallos)
el
que menos juzga,
el
que existe desde su cuerpo,
el
menos concluyente
de los nacidos?
volverse tribunal
de su vida
(no es sino la sala
donde se reúne
a rumiar fallos)
el
que menos juzga,
el
que existe desde su cuerpo,
el
menos concluyente
de los nacidos?
2. Puesto que estás aquí, tienes que
Aquí se camina
sin preguntar.
Tienes que
No precisemos.
Haz como que entiendes.
Ya sabes:
sin interrogar.
(Todas las preguntas caen
a los pies de tienes que.)
¿Angustia?
Nada de eso,
quédate tranquilo
en tu silla, contando las horas.
Aquí se camina
sin preguntar.
Tienes que
No precisemos.
Haz como que entiendes.
Ya sabes:
sin interrogar.
(Todas las preguntas caen
a los pies de tienes que.)
¿Angustia?
Nada de eso,
quédate tranquilo
en tu silla, contando las horas.
3. Vida
arrásame,
barre todo,
que sólo quede
la cáscara vacía, para no llenarla más,
limpia, limpia sin escrúpulo
y cuanto sostuviste deja caer
sin guardar más.
arrásame,
barre todo,
que sólo quede
la cáscara vacía, para no llenarla más,
limpia, limpia sin escrúpulo
y cuanto sostuviste deja caer
sin guardar más.
este vivir en vilo
sin ninguna señal
ni mapa
ni promesa,
en una antesala donde
todos trajinan
como empleados
para olvidar.
23. Repetirse, repetirse,
repetirse, y vivir ¿dónde es? ¿Quién sabe
ceder el paso al
deslumbramiento como el que se siente incumplido?
Ser a lo vivo, amor real.
26. Hazte a tu nada
plena.
Déjala florecer.
Acostúmbrate
Al ayuno que eres.
Que tu cuerpo se la
aprenda.
32. Ars poética
Que cada palabra lleve lo
que dice.
Que sea como el temblor
que la sostiene.
Que se mantenga como un
latido.
No he de proferir
adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni
añadir brillos a lo que
es
Esto me obliga a oírme.
Pero estamos aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes
aterradoras.
Tiemblo cuando creo que
me falsifico. Debo llevar en peso mis
palabras. Me poseen tanto
como yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú,
tú que me conoces, mi mentira, señálame
la impostura, restriégame
la estafa. Te lo agradeceré, en serio.
Enloquezco por
corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en
la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.
De "Intemperie" (1977)
1. Mal
Detenido, no sé dónde, mas es un hecho que estoy, detenido.
Llevo años en el mismo lugar, al fondo. ¿Vivo? Funciono, y ya es mucho.
Llevo años en el mismo lugar, al fondo. ¿Vivo? Funciono, y ya es mucho.
No es nada, nada
algo sin trascendencia,
nada.
Una dificultad leveen la respiración.
Problema de angostura
parece.
¿Acaso no sabías
que la puerta es estrecha?
algo sin trascendencia,
nada.
Una dificultad leveen la respiración.
Problema de angostura
parece.
¿Acaso no sabías
que la puerta es estrecha?
3. As if
Es como si amáramos. Es
como si sintiésemos. Es como si viviéramos.
Esto fatiga. Hasta se
ansía un error. Puede que al equivocarse, los actores rocen la
verdad.
4. Deseo
Asciende por mi cuerpo como otra sangre
más cálida
que en mi boca se muda,
se vuelve la que no es
y se extingue
como un rumor más de la noche.
Río
que repite nombres.
más cálida
que en mi boca se muda,
se vuelve la que no es
y se extingue
como un rumor más de la noche.
Río
que repite nombres.
Es recio haber gastado días, meses, años en defenderse sin saber de quién.
Recio no poder ver el rostro del que asedia.
Recio ignorar lo que nos devasta.
Recio no poder ver el rostro del que asedia.
Recio ignorar lo que nos devasta.
Por la mañana
leemos anestesiados
las noticias
de la guerra (cualquier guerra),
un titular
bien merece algunos combates;
cada bando
desea demostrar que Dios
está de su parte
con el argumento definitivo;
nuestros ojos recorren
las páginas
-buscamos más confirmaciones
de nuestra derrota
y el periódico trae lo que esperamos encontrar.
Homenaje
Ya no sé quién soy.
Si oigo mi nombre
ignoro qué designa
ese sonido
tan raro
como
mi respiración
o como haber nacido
o estar aquí.
Fanáticos
El odio, el portero
atroz, nos deja a la intemperie.
Las palabras las dice el
odio, el odio los usa, el odio los maneja.
No tienen espacio. Nada
cabe allí salvo ese amo incansable.
Sus uñas tenaces, sus
ojos ausentes, sus bocas con altavoces obsesivos horadan la piel del
mundo.
Nuevo mundo
1. He quemado las fórmulas. Dejé de hacer exorcismos. Lejos, lejos queda el antiguo poder, mi legado. Hálito de fogata en mis narices, mi idioma desintegrado, la sombra todavía húmeda de un sortilegio. Como vena de agua en la oscuridad otra vida avanza. Todo el arrasamiento ha sido para desplazarme, para vivir en otra articulación.
2. Papeles del amanecer. Siempre hablan de la patria adoptiva, la que me ha dado. Hojas amontonadas como para una ceremonia.
Sacrificio a un dios de ébano.
3. Esas escrituras invariables.
Siempre regreso al mismo idioma. Un cuero embrujado de animal. Inatrapable, pero presente como la vida de un antepasado.
Tejido sobre el tejido, la lengua muerta del amor, fuego que me ha hecho
adicto a un culto insinuante.
4. El amanecer no me devuelve el amuleto perdido. Desde una playa un anciano hace señales. Trato de regresar a los pozos, pero no sé el camino.
5. Entra mi sombra.
un muelle.
Intoxicación de cobres salvajes.
Avanza, avanza.
Droga.
Se apodera de lo que miro.
Va marcando aquí y allá, todo.
Luego huye para unirse a un animal.
Se pierde entre las hojas como un ave.
6. Memoria que sale a buscar cosas huidizas. Posesiones que pertenecen menos a su dueño que al aire. Eso que un cofre de madera quiere proteger no nació para las palabras. Sólo yo me empeño en quitárselo a los ojos.
¿Qué lengua traerá los tesoros sin tocarlos?
Yo le entrego un estuche con un rubí ansioso.
7. Voy, abriéndome paso por entre la aspereza, al lugar donde está guardado mi retrato futuro.
8. Un fuego remoto me sostiene. De su aura roja tomo mis préstamos.
9. Orgía vegetal.
Una mujer desnuda se acuesta bajo la
lluvia.Texturas donde una ausencia se mira.
Caverna olorosa, condúceme.
10. Légamos jamás recuperados.
De repente un roce. El universo de la piel. El hilo extraviado en el viaje.
Estoy bañado por lo que vive, por lo que muere.
Cada día es el primer día, cada noche la primera noche,
y yo, yo también soy el primer habitante.
De "Memorial" (1977)
1. Eludías
el encuentro
con el tú
magnífico,
el que te toma
y te anula como tempestad
y de ti arranca al que busca.
el encuentro
con el tú
magnífico,
el que te toma
y te anula como tempestad
y de ti arranca al que busca.
2. Cómo pudiste vivir
de la idea
que la ocultaba,
con un sabor
que no era el de ella,
huyendo
de su aparecer
que era también el tuyo?
de la idea
que la ocultaba,
con un sabor
que no era el de ella,
huyendo
de su aparecer
que era también el tuyo?
3. Llegas
no a modo de visitación
ni a modo de promesa
ni a modo de fábula
sino
como firme corporeidad, como ardimiento, como inmediatez.
no a modo de visitación
ni a modo de promesa
ni a modo de fábula
sino
como firme corporeidad, como ardimiento, como inmediatez.
-el lugar del asentimiento.
5. Él abre los ojos,
siente,
se abandona.
Sabe ya que nada, nada
le pertenece,
salvo su dependencia,
y acata
el extraño señorío.
siente,
se abandona.
Sabe ya que nada, nada
le pertenece,
salvo su dependencia,
y acata
el extraño señorío.
6. Se creyó dueño
y ella lo obligó a la más honda encuesta,
a preguntarse qué era en realidad suyo.
Después lo tomó en sus manos
y fue formando su rostro
con el mismo material del extravío, sin desechar nada,
y lo devolvió a los brazos del origen
como a quien se amó sin decírselo.
y ella lo obligó a la más honda encuesta,
a preguntarse qué era en realidad suyo.
Después lo tomó en sus manos
y fue formando su rostro
con el mismo material del extravío, sin desechar nada,
y lo devolvió a los brazos del origen
como a quien se amó sin decírselo.
arder
fuera del camino.
fuera del camino.
9. Destruye
la retórica del amante
y hazlo venir a pie, desnudo, sin arrimo,
a tu recio descampado.
Que pruebe a sostenerse ahí,
que sienta tu frío,
que vele.
la retórica del amante
y hazlo venir a pie, desnudo, sin arrimo,
a tu recio descampado.
Que pruebe a sostenerse ahí,
que sienta tu frío,
que vele.
* * *
Ella, el amante, el
anotador
(ningún calígrafo,
un artesano)
se dan
al juego
perenne.
***
Sólo porque ella
lo nutre
con su boca
él insiste
en transcribir
-recordando y olvidando
sus letras-
sigilos.
De "Amante" (1983)
Moradas
En medio de la incertidumbre, el reto:
la pregunta sobre el sentido de esta constancia que inscribe letras
en el gran hueco.
Ser boca, a pesar de todo.
Una manera de asentir.
Líneas perplejas. Voces en la espesura, sobrias.
Ramazones.
Lo andado nos sitia.
Camino en los bordes con
venia extraña, de fondo. ¿Quién nos sostiene abajo? No veo la
roca, lo último de la fundación, a donde no llegan las tormentas.
Oscuro venero del adorador que arriba es espuma. Debajo Yace,
contrafigura de una ausencia, lo incólume.
Después de la espera donde el rostro
ser olvida, lo informulado desafiando la boca.
Nos quebramos sobre el
existir que tiene manos simples. Nos enzarzamos entre lo nombrable.
Caemos, recaemos.
Sabemos que no se puede
entrar.
Este peso es el acompañante de todas
las ingravideces. La ligereza se funda en lo más lejano. Ternemos
horcas para cada desconcierto. Las preguntas caen solas. Las desgrava
la corporeidad que restalla en el esplendor, tan ajeno y
perteneciente.
En el centro de la magna ausencia
asentamos nuestras casas. Su rumor inaudible las anima. Aunque
vivimos para obedecer, somos los nómadas que invaden el terreno de
un tirano. Una vez —se dice— nuestra voz resonó con fuerza, pero
hoy se consume en su propia resonancia como una cara en un estanque,
y cuando nos hablan de pesadumbre sabemos que ninguna sobrepasa casa
una de nuestros nacimientos, este hilo roto que dejan nuestros pasos.
Sentir es magnífico;
escribir, exultante; habitar, lo sumo. Pero ¿dónde está el ligar
aplacado, el sitio de reunión, el punto del encuentro solvente?
Abandonamos. Decidimos
vivir. Algo sigue sustrayendo fuerza a la fuerza. Porque existe un
espacio, que no se entrega, donde los enemigos se reconcilian.
* * *
Lo que miras a tu alrededor
no son flores, pájaros, nubes,
sino
existencia.
No, son flores, pájaros, nubes.
no son flores, pájaros, nubes,
sino
existencia.
No, son flores, pájaros, nubes.
* * *
¿Quién es ese que dice yo
usándote
y después te deja solo?
No eres tú,
tú en el fondo no dices nada.
Él es sólo alguien
que te ha quitado la silla,
un advenedizo
que no te deja ver,
un espectro
que dobla tu voz.
Míralo
cada vez que asome el rostro.
usándote
y después te deja solo?
No eres tú,
tú en el fondo no dices nada.
Él es sólo alguien
que te ha quitado la silla,
un advenedizo
que no te deja ver,
un espectro
que dobla tu voz.
Míralo
cada vez que asome el rostro.
Matrimonio
Todo, habitual,
sin magia,
sin los aderezos que usa la retórica,
sin esos atavíos con que se suele recargar el misterio.
Líneas puras, sin más, de cuadro clásico.
Un transcurrir lleno de antigüedad,
de médula cotidiana,
de cumplimiento.
Como de gente que abre a la hora de siempre.
* * *
Tú
dependes
pero
¿lo sabes
a fondo,
con tu cuerpo,
lo puedes vocear,
se ha vuelto carne fascinada?
pero
¿lo sabes
a fondo,
con tu cuerpo,
lo puedes vocear,
se ha vuelto carne fascinada?
* * *
¿Quién deja de oponerse?
¿Quién se sale del juego?
¿Quién se vive en el vacío?
¿Quién hace del desabrigo refugio?
¿Quién se disuelve en el percibir?
¿Quién se expone sin arrimo al descampado?
¿Quién abandona el trajín por la hora solitaria?
¿Quién puede comer con tenedores de absoluta piedad?
¿Quién accede a trocar su día por un rostro que no ha de ver?
¿Quién se sale del juego?
¿Quién se vive en el vacío?
¿Quién hace del desabrigo refugio?
¿Quién se disuelve en el percibir?
¿Quién se expone sin arrimo al descampado?
¿Quién abandona el trajín por la hora solitaria?
¿Quién puede comer con tenedores de absoluta piedad?
¿Quién accede a trocar su día por un rostro que no ha de ver?
Conjunto residencial
Aquí se vuelve a oír el viento.
Pasa entre los edificios, mece
los pinos, hiela el autocine.
Morador de ninguna parte,
no puedo decirte: Sé tú, fiero espíritu,
mi espíritu.
Sólo hay una espera
en la noche,
pero nadie tiene el ímpetu para hablarte
como en los tiempos del entusiasmo.
Eres lo que eres, una voz solitaria
que resuena en los aledaños de las ciudades.
Las palabras que te dirigían también pasaron
como las alucinantes hojas.
Éste es otro mundo, no hay dirección.
El viento, cuando azota,
golpea en el caos.
Pasa entre los edificios, mece
los pinos, hiela el autocine.
Morador de ninguna parte,
no puedo decirte: Sé tú, fiero espíritu,
mi espíritu.
Sólo hay una espera
en la noche,
pero nadie tiene el ímpetu para hablarte
como en los tiempos del entusiasmo.
Eres lo que eres, una voz solitaria
que resuena en los aledaños de las ciudades.
Las palabras que te dirigían también pasaron
como las alucinantes hojas.
Éste es otro mundo, no hay dirección.
El viento, cuando azota,
golpea en el caos.
Rubens
El lazo conyugal
puede ser
frenesí de la sangre.
El pintor da las gracias a Helena Fourment
más allá de la vida
por revelarle
este júbilo.
más allá de la vida
por revelarle
este júbilo.
Ella, la iniciadora, aparece en los cuadros
como la vieron los ojos saciados de la atención.
como la vieron los ojos saciados de la atención.
Si miramos bien
veremos el retrato de su primera esposa
castigado por una sequedad;
pero el de Helena, en cambio,
irrumpe como un deseo
desde la tela.
veremos el retrato de su primera esposa
castigado por una sequedad;
pero el de Helena, en cambio,
irrumpe como un deseo
desde la tela.
Santifiquemos este lecho
donde la vena pagana encontró carne reverente
donde la vena pagana encontró carne reverente
En el ara de la guerra
Acoge la magnificencia de este día.
No se repetirá. R.I.
La Rosa polaca,
brasa a destiempo,
apagada en la calle,
lanzada al río,
extinguida,
tan temprano
entre los infatuados varones
socialistas,
despunta
de nuevo
esta noche
en un pequeño cine
de Somerville.
brasa a destiempo,
apagada en la calle,
lanzada al río,
extinguida,
tan temprano
entre los infatuados varones
socialistas,
despunta
de nuevo
esta noche
en un pequeño cine
de Somerville.
* * *
Los hados nos dieron
Una lengua noble,
Como un buen vino
De bodegas medievales.
Los poetas están entre
los encargados
de custodiarla:
pero yo me afano
lentamente
junto a los artesanos
por hacerme digno.
Con ellos se es menos
exigente.
Sólo se les pide que no
la deshonren.
Ya eso es bastante
para quien no nació rico
ni sabe asirse a las
palabras.
Una labor sin pretensiones,
un trabajo
del taller que preserva
el bien recibido
y lo entrega a otras
manos en el estrépito.
Algo humilde por
necesario.
De "Gestiones" (1992)
Combate
Estoy frente a mi adversario.
Lo miro, cuento la distancia entre él y yo, doy un salto.
Con mi mano abierta en sable lo cruzo, lo corto, lo derribo rápidamente.
Veo su traje en el suelo, las manchas de sangre, la huella de las caídas; él no está por ninguna parte y yo me desespero.
Fracaso
Cuanto he tomado por
victoria es sólo humo.
Fracaso, lenguaje del
fondo, pista de otro espacio más exigente,
difícil de entreleer es
tu letra.
Cuando ponías tu marca
en mi frente, jamás pensé en el mensaje que
traías, más precioso que todos
los triunfos.
Tu llameante rostro me ha
perseguido y yo no supe que era para
salvarme.
Por mi bien me has
relegado a los rincones, me negaste fáciles éxitos,
me has quitado
salidas.
Era a mí a quien querías
defender no otorgándome brillo.
De puro amor por mí has
manejado el vacío que tantas noches me ha
hecho hablar afiebrado a
una ausente.
Por protegerme cediste el
paso a otros, has hecho que una mujer
prefiera a alguien más
resuelto, me desplazaste de oficios
suicidas.
Tú siempre has venido al
quite.
Sí, tu cuerpo, escupido,
odioso, me ha recibido en mi más pura forma
para entregarme a la nitidez del
desierto.
Por locura te maldije, te
he maltratado, blasfemé contra ti.
Tú no existes.
Has sido inventado por la
delirante soberbia.
¡Cuánto te debo!
Me levantaste a un nuevo
rango limpiándome con una esponja
áspera, lanzándome a mi
verdadero campo de batalla,
cediéndome las
armas que el triunfo abandona.
Me has conducido de la
mano a la única agua que me refleja.
Por ti yo no conozco la
angustia de representar un papel,
mantenerme a la fuerza en un
escalón, trepar con esfuerzos
propios, reñir por jerarquías, inflarme hasta reventar.
Me has hecho humilde,
silencioso y rebelde.
Yo no te canto por lo que
eres, sino por lo que no me has dejado ser. Por no darme otra vida.
Por haberme ceñido.
Me has brindado sólo
desnudez.
Cierto que me enseñaste
con dureza ¡y tú mismo traías el cauterio!,
pero también me diste la alegría de
no temerte.
Gracias por quitarme
espesor a cambio de una letra gruesa.
Gracias a ti que me has
privado de hinchazones.
Gracias por la riqueza a
que me has obligado.
Gracias por construir con
barro mi morada.
Gracias por apartarme.
Gracias.
Derrota
Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido
débil
que perdí los mejores títulos para la
vida
que apenas llego a un sitio ya quiero
irme (creyendo que mudarme es
una solución)
que he sido negado anticipadamente y
escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no
caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo
que creí
que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de
literatura
que un día pregunté en qué podía
ayudar y la respuesta fue una
risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni
ser brillante, ni triunfar en
la vida
que he sido abandonado por muchas
personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no
he cometido
que poco me ha faltado para echar a
correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de
mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me
soporte
que fui preterido en aras de personas
más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el
año entrante seré muchas veces
más burlado en mi ridícula
ambición
que estoy cansado de recibir consejos
de otros más aletargados que
yo
(«Ud. es muy quedado, avíspese,
despierte»)
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada en
cambio
que ando por la ciudad de un lado a
otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero
tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero
por todas estas cosas y por
otras cuya enumeración sería
interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas
partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni
ir a París ni tener un día
sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de
nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se
ejecutaba en mí y no he podido
encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de
hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas
marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la
prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo
satánico aunque a ciertas horas haya sido humilde hasta igualarme a
las piedras
que he vivido quince años en el mismo
círculo
que me creí predestinado para algo
fuera de lo común y nada he
logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi
falsedad y no he podido
derribarme, barrer todo y crear de mi
indolencia, mi
flotación, mi
extravío una frescura
nueva, y obstinadamente me suicido al
alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo
todavía para seguir burlándome de los otros y de mí hasta el día
del juicio final.
Los dos inútiles
El que he sido gesticula
para que lo reciba en este instante.
Abandonado, casi
irreconocible, cedido a una voracidad, lucha por
reconquistar el
terreno perdido.
He decidido dejarlo fuera
con una palabra tajante.
Me limito a esperar en
silencio al que vendrá.
Al que he buscado con un
hachón en la casa sin construir.
Al que apenas oí
cuchichear una mañana en el dormitorio.
Al que más se alimenta
con la sangre del momento.
Colmo oscuro, extremo de
monólogo, mórbido visitante.
Mi perturbador puntual,
siempre frente a mí con enjambre de
reticencias, huyéndome en
susurros.
Mi magna pérdida.
De " Obra entera, poesía y prosa" (2000)
RAFAEL CADENAS (VENEZUELA, 1930)
Grande Rafael Cadeas. Un deleite, poder leer algunos de sus poemas. Gracias
ResponderBorrarGracias por dejar tu comentario, Isabel.
ResponderBorrarMaestro de versos que se tejen en sus vivencias.Felicitaciones por su reconocimiento premio García Lorca
ResponderBorrar
ResponderBorrarEstoy llorando 😢😢😢a la vez que escribo estos versos a mis añorados campos y pueblos Leoneses.
Le regalo estos versos.
Un abrazo .
A todos los hombres y mujeres de los campos Leoneses,
que a fuerza de trabajo y cariño marcaron el destino de tantos y tantos niñas y niños.
"Tras de las
casas"
CAMPOS
Y PUEBLOS
DE LEÓN
Si quieres ver brotar/
amor en tú corazón,/
ven conmigo a caminar/
por los campos de León./
Si deseas ver una primavera/
en toda su belleza y esplendor,/
da un paseo alrededor/
de San Martín y la Utrera./
No se que tendrá ese pueblo/
con el que sueño a menudo,/
no será la paz y calma/
que desprende el campo mudo./
¡Oh! que lindo amanecer/
por las ruinas del castillo;/
el campo ha vuelto a florecer/
con el otoño amarillo.!/
Cantaba a más no poder/
mi alma de primavera,/
pueblo mío,
yo te puedo querer/
hasta el día que me muera./
El sol con marcharse amaga;/
por los recodos del camino se esconde;/
y es el eco quien responde,/
la tarde en el valle se apaga./
¡Oh campo! cuanto me enciende/
que quieran hacerte daño./
no saben de ti depende/
nuestras vidas se alarguen años?./
Más todo lo bueno se acaba,/
la vida de pueblo me maravilla,/
que tiempos aquellos,
se me cae la baba,/
cuando en las eras de bijajos
se trilla;/
y un rubio caballo sesteaba/
entre las mieses amarillas./
No se que tiene ese pueblo/
que lo recuerdo tanto;/
no será ese valle verde/
que su ausencia me produce llanto./
Marcaron nuestros destinos/
rudos labradores de la montaña,/
entre helados y sombríos caminos,/
a golpe de hoz y guadaña;/
se abrieron paso como un torbellino/
a lo largo y ancho del valle Omaña./
¡Generaciones como las de antes!.
Bastaban muy pocas cosas/
para ser felices en pueblos/
como San Martín de la Falamosa/.
Fco. García tras de las Casasuan de la Cruz, Quevedo, o Miguel Hernandez