Era mi año treinta al cielo
desvelado para oír que del puerto y el
bosque vecino
y de la costa
con charcos de almejas y garzas como clérigos
la mañana hacía señas
con el rezo del agua y el grito de gaviotas y
cornejas
y el golpeteo de los botes en el muro tramado
por las redes,
para que yo me levantara
es ese instante
en el pueblo dormido todavía y empezara a
caminar.
Mi cumpleaños comenzó con los pájaros
acuáticos
y los pájaros en los árboles alados volando mi
nombre
por encima de las granjas y los caballos
blancos
y yo me levanté
en el otoño lluvioso
y me alejé en el chaparrón de todos mis días.
La garza y la pleamar se zambulleron cuando
tomé el camino
a la frontera
y las puertas del pueblo estaban cerradas
todavía
cuando el pueblo despertó.
Toda una primavera de alondras en una nube
enrollada
y las matas al borde del camino rebosantes
de mirlos silbadores
y el sol de octubre,
como en verano,
en el hombro de la colina,
eran climas afectuosos y dulces cantores
llegaron de repente
la mañana en que vagaba y escuchaba
a la lluvia que escurría
y el viento que soplaba frío
en el bosque remoto, a mis pies.
Una pálida lluvia sobre el puerto encogido
y la iglesia – un caracol, a la distancia –
mojada por el mar
con sus cuernos en la niebla y el castillo
oscuro como búhos.
Pero todos los jardines de verano y primavera
estaban floreciendo en los cuentos increíbles
más allá de la frontera y bajo la nube llena de
alondras.
Ahí podía yo maravillarme
mi cumpleaños
lejos pero el clima giraba alrededor.
Y se alejó con un giro del país jubiloso
y bajo el otro aire y el cielo azul alterado
hizo fluir de nuevo un prodigio de verano
con manzanas
peras y grosellas coloradas
y al girar yo ví tan claramente
las mañanas olvidadas de un chico caminando
con su madre
por las parábolas del sol
y las leyendas
de las capillas verdes.
Y los campos de la infancia dos veces
relatados
de modo que sus lágrimas quemaron mis
mejillas
y su corazón se conmovió en el mío.
Estos eran los bosques el río y el mar
donde un chico
en el atento
verano de los muertos susurraba la verdad de
su alegría
a los árboles y las piedras y el pez en la
marea.
Y el misterio
cantó animado
y calmo en el agua y los pájaros que cantan.
Y ahí podía yo maravillarme mi cumpleaños
lejos pero el clima giraba alrededor. Y el
verdadero
gozo del chico muerto hace tanto cantaba
quemándose
al sol.
Era mi año treinta
al cielo ahí de pie en el mediodía del verano
aunque el pueblo, allá abajo, se tumbara
cubierto de hojas
con la sangre de octubre.
Oh, que la verdad de mi corazón
se cante aún a la vuelta de un año
en esta elevada colina.
Y LA MUERTE NO TENDRÁ DOMINIO
Y la muerte no tendrá dominio.
Los muertos desnudos serán uno
con el hombre en el viento y la luna del oeste;
cuando sus huesos queden limpios y los huesos limpios se consuman,
en codo y pie tendrán estrellas;
aunque estén locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar volverán a levantarse,
aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor,
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Los que yacen hace tiempo en los recodos bajo el mar
no morirán allí enredados;
retorcidos en el potro cuando sus fibras cedan,
atados a una rueda de tortura, aún así no serán despedazados;
la fe, en sus manos, se partirá en dos
y los males unicornes les pasarán de largo;
Cuando todos los cabos estén rotos, ellos no crujirán;
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
No pueden gritar más en sus oídos las gaviotas
o romper ruidosamente las olas en la plalya;
donde surgió una flor, otra no podrá
levantar su cabeza a los golpes de la lluvia;
aunque estos personajes estén locos y muertos como clavos,
irrumpirán al sol hasta que el sol se hunda,
y la muerte no tendrá dominio.
UN PROCESO EN EL CLIMA DEL CORAZÓN
Un proceso en el clima del corazón
vuelve lo húmedo seco; la bala de oro
estalla en la tumba helada.
Un proceso en el barrio de las venas
vuelve la noche día; y al vivo gusano da luz
la sangre en sus soles.
Un proceso en el ojo avisa a tiempo a los
huesos
de la ceguera; y el útero atrae una muerte
hacia adentro
mientras escapa hacia afuera la vida.
Una sombra en el clima del ojo
es la mitad de su luz, el mar sondeado
rompe en tierra no atrapada por anzuelos.
La semilla que del lomo hace un bosque
corta la mitad de su fruto; y una mitad cae
lentamente
en un sueño dormido.
Un clima en la carne y el hueso
es húmedo y seco; delante del ojo
los vivos y los muertos van como fantasmas.
Un proceso en el clima del mundo
vuelve espectro al espectro; y cada niño en su
madre
está en una doble sombra.
Un proceso impulsa a la luna dentro del sol,
baja las cortinas raídas de la piel;
y el corazón cede sus muertos.
LA FUERZA QUE POR LA VERDE MECHA IMPULSA A LA FLOR
La fuerza que por la verde mecha impulsa a la flor
impulsa mis verdes años; la que estalla las raíces de los árboles
es mi destructora.
Y yo estoy mudo para decirle a la rosa encorvada
que la misma fiebre de invierno inclina mi juventud.
La fuerza que impulsa el agua por las rocas
impulsa mi roja sangre; la que seca los arroyos que murmuran
vuelve cera los míos.
Y yo estoy mudo para decirle a mis venas
que la misma boca toma de la fuente en la montaña.
La mano que revuelve el agua en el estanque
agita la arena movediza; la que amarra al viento cuando sopla
iza mi vela de mortaja.
Y yo estoy mudo para decirle al ahorcado
que la cal del verdugo está hecha de mi arcilla.
Los labios del tiempo sorben del manantial igual que sanguijuelas;
el amor gotea y se junta, pero la sangre caída
calmará su dolor.
Y yo estoy mudo para decirle a un viento del clima
que el tiempo ha marcado un cielo para ir y venir a las estrellas.
Y yo estoy mudo para decirle a la tumba de la amada
que el mismo gusano encorvado en mi sábana camina.
LA FUERZA QUE POR LA VERDE MECHA IMPULSA A LA FLOR
La fuerza que por la verde mecha impulsa a la flor
impulsa mis verdes años; la que estalla las raíces de los árboles
es mi destructora.
Y yo estoy mudo para decirle a la rosa encorvada
que la misma fiebre de invierno inclina mi juventud.
La fuerza que impulsa el agua por las rocas
impulsa mi roja sangre; la que seca los arroyos que murmuran
vuelve cera los míos.
Y yo estoy mudo para decirle a mis venas
que la misma boca toma de la fuente en la montaña.
La mano que revuelve el agua en el estanque
agita la arena movediza; la que amarra al viento cuando sopla
iza mi vela de mortaja.
Y yo estoy mudo para decirle al ahorcado
que la cal del verdugo está hecha de mi arcilla.
Los labios del tiempo sorben del manantial igual que sanguijuelas;
el amor gotea y se junta, pero la sangre caída
calmará su dolor.
Y yo estoy mudo para decirle a un viento del clima
que el tiempo ha marcado un cielo para ir y venir a las estrellas.
Y yo estoy mudo para decirle a la tumba de la amada
que el mismo gusano encorvado en mi sábana camina.
NO ENTRES DÓCILMENTE EN ESA PLÁCIDA NOCHE
No entres dócilmente en esa plácida noche,
la vejez debería arder y delirar al terminar el día;
rabia, rabia contra la agonía de la luz.
Aunque los sabios reconocen al morir que la tiniebla es justa,
porque ningún relámpago han clavado sus palabras
no entran dócilmente en esa plácida noche.
Los buenos, que en el último gesto lloran por el brillo
con que sus frágiles actos hubieran podido bailar en una verde bahía,
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Los salvajes, que atraparon y cantaron el sol en vuelo,
y demasiado tarde aprenden que lo han apenado en su camino,
no entran dócilmente en esa plácida noche.
Los solemnes, cerca de la muerte, que ven con mirada cegadora
que los ojos ciegos pudieron brillar igual que meteoros y alegrarse,
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Y tú, mi padre, allí en la triste altura,
maldice, bendíceme ahora con tus lágrimas feroces, te suplico.
no entres dócilmente en esa plácida noche.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.
Traducción de Gerardo Gambolini
(De Fern Hill y otros poemas, Centro Editor de América Latina, Bs. As., 1988)
DYLAN THOMAS (Gales del Sur, REINO UNIDO, 1914-1953)
Que bueno Dylan,
ResponderBorrarbesos Sandra
Lindísimo
BorrarEn mi oficio u hosco arte
ResponderBorrarejercido en noche en paz
solo con luna rabiante
mientras duermen los amantes
con sus penas en sus brazos,
trabajo a la luz cantante
no por ambición ni pan
lucimientos o encantos
en marfíleos escenarios
sino por sólo el salario
de su oculta alma esencial.
No a los soberbios hombres
de la luna en rabia, escribo
en hojas de torbellinos
ni a los muertos en sus torres
de salmos y ruiseñores,
sino a amantes abrazando
los dolores de los siglos
que no elogian ni hacen caso
de mi arte u hosco oficio.
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ResponderBorrarCuando cumplí trece años, mamá me regaló los poemas completos de Dylan Thomas, lo había descubierto mientras leía El perseguidor y gracias a Cortázar también descubrí a Charlie Parker. Cuando pude levantarme corrí a Casa Galli y me compre Ornithology. Pero lo que yo querría compartir es mi recuerdo de ese poema que dice: No entres dócilmente en esa noche quieta, la vejes debería delirar y arder cuando huye el día"
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