XXXII
Iba yo por el salar
y un hombre me saludó
desde entonces nadie sabe
dónde estoy, qué me pasó.
El silencio es azul. La montaña
como una loca
arrastra sus arterias,
se arranca las piedras alarmadas
la violencia del metal y el perdón de
la nieve,
inquiere
con el cóndor que vuela en el olvido,
en el hielo, en el ventisquero
y no da con el mar que ha desaparecido.
No se acerca al salar la cordillera.
Es ánima ese páramo
donde golpea el océano con olas que no
hay,
con espuma difunta.
Sin barcos, sin viento, sin peces y sin
pájaros.
En el calvario sólo la respiración
de ese hombre con un hacha
como un solazo,
dividiendo la sal,
Vende panes de cemento.
Vende los huesos del mar.
ÁFRICA
En la luz comienzan los animales
extenuada
expulsó a la cebra
que no tiene campo
sino en el espejismo
enfermó a la resolana para espesar al
león
y dobló en un tulipán
a los flamencos.
Ella hizo
que las especies se reconocieran
para que el fin durara,
que no se cruce con el halcón
el leopardo
el buitre con el pez
pues nunca serán del todo
sólo formas del miedo que tuvo el
universo
a perder la memoria.
La luz es eso que las bestias gritan
el bramido del elefante
amputado
del pulmón de la noche
el grito con que se alumbra el zorro
la risa
con que se desclava de sus huesos la
hiena
y el rugido
de cada rotación del mundo en el león.
Los hombres, al borde del cráter,
sonríen
con el voltaje justo
para no desaparecer,
quietos, igual que sombras azules bajo
los árboles veloces,
separados
por el cuello
de la intemperie
atraídos
como jóvenes muertos
hacia la luna vacía del Ngorongoro.
Son el alguien del viento
los masais
van como lentos pájaros
detrás de su ganado
sin rumbo:
ellos son el confín. El ademán
de la planta
cuando iba a ser vagabunda,
el de la sombra cuando iba a ser
persona,
hombre que sale por su propio pie de un
sueño
y no acaba de ser
aunque se imante de colores
se perfore
o a duras penas toque tierra.
No le viene su animal ni bebiendo
sangre
sólo el cloriti le devuelve el rugido
que, como el coraje, regresa desde muy
remoto
y entonces sí
el león huele a masai
y se espanta de ese hombre
hendido
por una bestia transparente.
Recién entonces entran, solitarios,
a la luz que ondulan
y es ver
peces oscuros
en un campo de olfatos.
Los animales emanan sus distancias:
en la jirafa cunde
la visión de la hierba;
la alegría de un suicidio
en el azul
del pájaro,
que no ocupa nada
y ese color es más grande
que todos los espacios.
Estos invisibles son el campo
donde la cebra acaba
va a comenzar la lluvia,
el avestruz mira
por donde él ya se ha ido
y la garza
vuela siempre en otro lado.
Fuera, los masais, cercan
en círculos
sus animales, sus casas, sus mujeres.
Para seguir, borran el camino
en círculos
como el fuego
y los pájaros.
En la sabana tarda el primer día.
El último, el final,
un viento de eclipse borrará las
llanuras
alentará
ya ingrávida en el polvo, la gacela,
en su imán
el rinoceronte
y en leves desiertos
la desnudez, sólo la desnudez
sin cuerpo de los hombres.
A ese final lo huele el ñu, sabe que
sólo el que huye
es único
y muere sin cesar en la manada,
el cocodrilo que aguarda en el pasado,
el hipopótamo
que envejece, amniótico,
las aguas de su nacimiento.
Las bestias
sostenidas
por la música de su aparición
propagan, copulando, esta comarca de
temblores,
de alumbramientos.
Y empieza la cacería, dentro del polvo
en Masai Mara,
dentro de la atmósfera
en Ngorongoro
y en un desmonte de la luna
en Taranguire.
El día no tiene tiempo.
El mismo instante
que aísla
el sueño de la jirafa
hechiza
el oído del elefante;
se templa en el búfalo
la hora
que martiriza al buitre
aquí
pesa más la sangre que la muerte.
Ya de noche, lo que se oye y brilla
son fiebres
el elefante grita como un árbol,
como un humillado
la hiena
y una ola lejos del mar
clama en los leones.
Todos deformándose
hasta desterrarse. Pero vuelve la luz
y con la luz
el tacto
y el esperma y la sed y la sombra y el
hambre
entonces
cambian el color
y son el pasto
y la arena y la rama y la lluvia
y nada puede detener el mundo
mientras dure el quebranto
del primer día del mundo.
de "Manada" (2009)
A Pedro González
Bebo con mis dioses,
con Xangó, dios del trueno, protector
del ebrio y del amante,
a quien he visto desimantar a las
bahianas
marearlas
como si dentro les copulara una
bandera,
que descendió en mí en Santiago de
Cuba
por obra y gracia de Orula y de un
babalao
cenizo
de cruzar la suerte de los hombres.
Bebo con Vishnú a quien no pude
despertar
de su lento absoluto, cuando
ascendiendo
una escalera enorme
lo vi yacer, sin mundo,
como una luna esperando el regreso del
cielo.
Fue en Bali esa visión. La tierra
desaparecía
devorada por sus delicadezas.
Ofrendo y bebo con la Pachamama, porque
le pertenezco
arbolito que yo soy y nunca alcanzo
río que me llamo y nunca vuelvo,
y con el Señor del Milagro,
que brillaba como un fruto
en el terror
en el luto
y el espejismo del alma de mis abuelos.
En la mesa, desnumerando, como suelen,
está el duende, con su mano de lana
y su mano de hierro
cicatrizando sus ojos debajo de la
higuera.
Y el diablo, pobre hombre, aparecido en
otra dimensión,
tahur,
que sólo como música puede entrar a
este mundo.
De pie, a mis espaldas, está mi
muerto. Lo desconozco.
Me dijeron “es alto y tiene el pelo
blanco. Lo cuida.”
Un extraño condenado a mi suerte,
un plenilunio de mi cuerpo. Y es que
otras formas duran
para sostener tu forma
y están vacíos todos los nacimientos.
Y estoy yo, ateo, sin iglesias,
milagroso.
Y en otro rincón, también yo, con
siete años,
mirándome mirar
los sentires de mi madre
y a mi padre ardiendo,
maravillado,
herido
entre cantores difuntos.
Unos recién naciendo,
otros, en la muerte,
maldormidos,
nos amanecemos
aunque nunca llegue el día.
Estamos todos ocupando todo.
No falta nadie.
Y, sin embargo, la mesa está vacía.
NACIMIENTO DE LA SIMETRÍA
A Osvaldo Torasso
De esas dos mitades sólo una es real.
Hechizada por su aparición
y antes que la luz la disuelva
engendró la otra para verse.
Medio árbol es el que extiende sus
ramas para tocarse,
medio hombre el que custodia su propia
calavera
y sólo con un ala y un espejo
vuela la mariposa.
Una desesperada volandería de mitades
llena de mañanas el mundo.
Siempre que la muerte, que es tuerta,
con su ojo demasiado solitario
no se atreva a mirar,
lo irreal semillará la tierra.
SUPLANTACIONES
El firmamento para esa mujer es el oro,
el oro para ese niño
un fueguito en el baldío,
el baldío para una anciana
su juventud en esa fotografía.
Las cosas están soldadas por la
desesperación.
Entre ellas, el hombre que las junta,
mientras nada, sonámbulo, en el
cardumen de sus antepasados,
y va, tenue de pensamiento,
a ese otro pensamiento
que es la muerte.
Entonces, le unen las manos
para que se toque y se recuerde.
Pero él ya no está,
ni puede reunir sus islas.
La anciana, la mujer, el niño
lo miran irse de la fotografía
hacia el firmamento baldío.
Alguien dice: “son cosas del
destino”.
Y lejos, el destino gira,
fuera de sí,
sin porvenir,
como un loco atado
al árbol del fondo de la casa.
LORO
Esa flor sacrílega, habla.
No imita, habla
y desea el vino, las mujeres y el pan
de los hombres.
Ese es su secreto.
Avanza por el aro
y cierra el círculo.
Entonces chilla, igual que ellos
cuando eran pájaros
o canta, como las campanas,
con el pavor de tener dos almas.
Mientras ellos repiten lo que dice, ríe
y se pica el pecho
y se lo parte,
ríe a carcajadas
y se pica, a fondo, el corazón
para que el secreto salga.
TEMA: LA VACA
La vaca rectangular, trazada de tal
modo
de estar en paz con la gravedad,
cómodamente amoblada por dentro,
el salón del estómago y, apartados,
los depósitos urinarios,
la que calma, venerable, la ansiedad de
la hierba,
la huida de los campos
la vaca con toda su profundidad
anodina
encima de la tierra, con sus ojos
beduinos
y mortales
la que amamanta al ternero y a otras
letales bestias,
demasiado sola si no fuera
por las maternales moscas,
vive en la mano de dios y, en un día
sin salud,
desventurada, muere.
Extrañamente se ha vuelto pasto
de hombres o de pájaros carniceros.
Hasta que el viento o las hambrientas
superficies
la dejan en los huesos. Entonces, se ve
su calavera,
triangular, astada,
una bestia insurrecta
ahuecando la llanura,
quebrantando el viento,
su aterrada arquitectura, el hueco de
los ojos
devorando el futuro,
uno por uno
todos los nacimientos.
LA MADRE Y LA MUSICA
Escuchaba música en la azotea.
Me enseñaba el cielo. Sonreía.
Siempre sonríe la madre mirando las
estrellas.
Una tarde dejó su anillo en la tumba
de Chopin.
Debe estar brillando, todavía.
Un círculo de oro tan infinito
que enciende el firmamento dentro de la
tierra
y la música
y la brasa del corazón de la madre,
mientras, desquiciada, enorme
se mueve la noche
en su mausoleo
libre y oscuro.
EL AMANECIDO
A Maximiliano Witte
¿Qué estaré siendo yo de este lugar
que ha parido la presa de su cacería?
Entenado de mis muertos
llevo una flor a su caridad
para que vuelva en mí esta comarca,
pero es tarde,
el cielo envejeció
y el espacio ha crecido demasiado.
He gozado todos los sonidos,
me he dejado llorar
por ojos difuntos,
he besado a mi época en la lengua
y a esta altura
soy el cielo de mis fornicaciones
y la intemperie donde flameo, inhumano.
Entro a la tormenta de la casa vacía
y lluevo largamente,
con la copa en las raíces,
asfixiado por el aire,
y, enguantado por mi oscuridad,
pudro mi leña,
eyaculo el escenario,
pierdo los papeles, tacho la luz,
lastimo la función.
Los otros no saben que están dentro
de un día que no amaneció,
el que me he robado
mientras del suero de mi cerebro
se amamantaba la noche
cuando yo tiraba mis huesos al aire
y ni la muerte los reconocía.
Tengo dentro
un salto de pájaro espantado,
un niño helado en su futuro,
un camino que no deja de ir
y un árbol inmóvil
soltando frutos oscuros.
No hay contemplación: mi limosna es mi
cuerpo.
Ya no me sirve el universo
ni le sirvo yo.
Hacia una luz inválida se va el día.
Y no me lleva.
Donde yo duermo, trinan como perras,
mendigas, las palomas.
de“El
amanecido” (2005)
ARRIEROS CHINOS
A Héctor Berenguer
Siglos van que no llegan
que la misma polvareda y una misma hora
los persigue,
en Laos, camino a Natha,
lejos de este mundo,
desencadenados del jardín mudo de la
edad media
y de la voluntad del emperador,
libres por la sierra
arriando rumbo a la anigua China.
Ahí van, el presente inmortal, airado,
en el penacho de plumas
que corona las mulas;
enarbolando un bastón, y en la punta
del bastón
un papagayo,
flor carnicera de los resucitados.
Fuera de la historia, pasa la historia,
invicta, viuda, prodigiosa.
ADIÓS A LAOS
Ya se va, ya salen las niñas,
cargando sus hermanos pequeños,
emergen del río los adolescentes
desnudando al agua
y las ancianas castigan los ramos de
arroz
sobre el camino que se lo lleva para
siempre,
entenebrado,
por el humo verde de la jungla.
Ese extranjero,
tocado, como el bambú, por la fuga de
la tierra,
se roba la tardanza de los ríos,
los bueyes insepultos,
la caravana, como un abecedario, de los
patos
y el ojo incendiario de los gallos;
nuestros colores,
nuestras huellas, roba.
Como las semillas
caminaremos de memoria.
Atánquelo libélulas, caballitos del
diablo, alguaciles,
de a miles, atánquelo, fléchenlo,
que no escape,
que lo empantanen los animales,
mirándolo,
no lo dejes salir, neblina,
que lo traigan de nuevo a Laos,
que lo roben a él con todo lo que se
está llevando.
Bambú (2004)
FUGA DE LA PIEDRA
La piedra se acumula
se suma a sí misma
-cree que suma-
asciende
y luego se desmorona
se resta a sí misma
-cree que resta-
cae
y es la misma
en el polvo
y más allá del polvo
ya vacía
en el viento que vuela
persiguiéndola.
Así se fuga. Y todo sería invisible
si no fuera
que le espacio tarda en comenzar
donde estuvo una piedra.
FUGA DE LA SOMBRA
Al difunto
le vuelve la sombra al cuerpo.
Se dicen adiós
ya no tiene quien lo siga,
ella se ha ido demasiado lejos
dentro de él
dobladita
como un pañuelo.
XI
Un hombre
cae
hasta perder su nombre
el futuro no alcanza
la velocidad de la sangre.
En el salto
sólo el salto es alguien.
Línea de Fuga (2004)
EL FILICIDA
El mismo hombre que degüella
ese cordero
asesinó a su hija, con un
hijo adentro,
para que no la vean
y la hundió en el río
y en el río de sí mismo.
Esta deshonra que el honor
exige
era necesaria
para que Dios pueda estar en
todas partes.
Aúlla como una cabra
la niña de sus ojos
y un trueno estraga el árbol
de sus muertos,
mientras la mata
y ella lo enciela
y lo deja, inverso,
tocado por un solo sentido.
Nadie va a oír
el trapo de sus palabras
cuando pida que lo enferme
el olvido
y ore
a la basilisca,
a la oblicua religión
la que se alimenta de una
niña tenue
la que con la luz del perdón
afila los cuchillos.
LA CIUDAD DE LOS MUERTOS
I
Aquí, en la Ciudad de los
Muertos,
hallé mi techo,
puse mi mesa
y su pan desterrado.
Mis hijos corren entre las
tumbas
del patio de mi casa.
Cuando vuelven de sus juegos
sonríen
horas y horas
dormidos
y no de felicidad
de infinito
sonríen.
Mi mujer no se ve.
Sus ojos fulguran en la
cocina
como dos insectos
dentro del humo del mausoleo
(en un campo de cenizas
hace
fuego de ciegos).
Mi madre es esa anciana
fija
en un rincón de la calle.
Ella no nació.
Guarda, como otras viejas,
este lugar.
Hace años que tiene
la ira de los muertos.
Nadie entra aquí
a menos que su miseria
sea más grande que la
muerte,
nadie que no muerda el polvo
de todos los desiertos.
XV
Puertas adentro
junto a una cama quemada por
las pesadillas,
en una mesa
comen
sin reconocerse
mi mujer, los difuntos, los
insectos y mis hijos.
Fuera, en el patio,
el sol tambaleante
brama
con un hueso en el cerebro
se golpea, se eleva, se
entristece y se rompe.
XVI
A veces por la televisión
entran al mausoleo
mares naciendo,
lluvias en lejanas selvas,
hombres que no nos ven,
ciudades.
Mi hijos,
con las raíces al aire,
no creen en ese mundo
se duermen sin sentir
como esas mariposas negras,
sordomudas,
pegados
a estos muros mentales.
Jardines de cal
su infancia.
Nadie aquí se sueña en
otra parte.
EL DESIERTO
A Arturo y Clara
Botelli
En el desierto
uno es la sombra
la hendidura
por donde pasa la muerte
o el día siguiente
uno vive su tumba
a oscuras
dentro de su carne,
oyendo como el viento se
lleva el día
y el polvoriento mar,
que golpea sin aire
contra el aire
su mariposa negra.
Aquí
las constelaciones cargan
al escorpión
y el hombre se envenena
si pronuncia, a solas, su
propio nombre en la noche.
Sólo cuando el médano rojo
espanta la luna,
después que el espacio se
va devorando,
recién entonces
lo que queda de uno
cicatriza.
SOBEK Y EL FARAÓN
Alguna vez fue dios
el escarabajo, el toro,
el escorpión, el ave y el
chacal.
Incapaz de crear su propia
forma,
todo el poder del universo
atormentado
dentro de esas leves
biologías.
Cuando al escarabajo lo
cubría la arena,
al ave
el viento
y al chacal el olor de la
muerte,
esas criaturas no lo dejaban
ver
como si su máscara hubiera
cerrado los ojos.
Así emigró por la juventud
de las bestias
y murió mil veces
mendigando un rostro.
Miren a Sobek, con la cabeza
del cocodrilo
y a su lado
en el
mármol,
otro intento de dios:
el joven faraón
tenuemente humano
que comienza a desaparecer.
De Libro de Egipto
(2003)
NUNCA
A
Daniel Moyano
Es la
misma mosca
bramando
en el
mismo verano,
la misma
vela temiendo por las habitaciones
y en su
horca
el trueno;
el mismo
niño ese hombre con el agua al pecho
bajo los
cielos asustados.
No hay
quietud
la sombra de ese árbol
esta copa de vino
un relincho
esparcen toda eternidad
Tú y
yo,
cada crepitación de la vida
y el
astro seco
como una máscara
en el
vacío
somos
infinitos
infinito
cada sollozo
cada paso que das y el que no has dado
y una
pluma que cae
y detiene la tierra
y el
último estertor
que
añade un laberinto.
El
hombre
cría un
animal, un caballo, un toro,
como
quien alimenta a un dios antiguo
hasta
que uno de los dos se lleva en los ojos
la
extinción del otro
y es lo
simultáneo
de la
vida y la muerte
lo que
tienen de inolvidables.
Cada vez
que recuerda
es de
nuevo poblaciones
un
hombre solo
procreando derrumbes.
Dentro
de esos lentos vendavales
resiste
su criatura
emblemática
y ácida
como una
joya carnívora.
Nada lo
contiene
es la
misma marea en su antiguo abismo,
la misma
inmensidad que expulsan
un
hombre ciego
y una mariposa quieta,
la misma
lengua
de la
piedra haciendo piedra,
del
pájaro
llamando al agua,
del
trapo que se acobarda
en el
cerebro de un loco.
No hay
fugacidades
así
como el mar día a día
llega,
brillante, a su propio funeral
así
no
cabes en tu tiempo
tu
segundo está lleno de enormes batallas.
En el
instante
no hay
pérdida ni huida,
de esa
breve eternidad
tenemos
la física de la leyenda.
No es el
hombre un enigma
es que
no hay nadie en él.
Su único don es mundo.
Hay, sin
embargo, un sitio que no pertenece al universo
una
grieta
que se
fuga del mundo
y no retorna nunca :
y es
cuando el hombre sabe que se muere.
Le queda
grande la luz,
como
colgajos
los días
que le faltan,
que
reptan dificultosamente
entre
los amedrentados muebles del salón
y es
inútil acudir en su auxilio
porque
él, mudo, frente a una ventana
le ha
dado
su
palabra
a la
muerte.
Ya no
oye
los
nombres de su vida lo han abandonado
son como
piedras
ahogadas
en los arenales
de su alrededor.
Mientras
el salón se desordena
en una
meticulosa desesperación
todo lo
que lo rodea intenta un arco
que
desciende y no cae
un hueco que sobresalga
una
señal que lo ocupe
antes que no le quede nadie
pero él
no tiene dónde
es la
frontera.
Asilado en su nombre
absoluto en el sillón
discontinuo
fuera de la naturaleza
uno lo
llama y gira la cabeza y nos mira
mientras
el pasado lo deshora
y torna,
último, a la insolación,
a fijar
sus ojos
antes de
que la ventana se desclave
mientras
el mundo se va de su cerebro
como una
luna lenta.
El
muerto
difunde
su instante profundo
desde
lejos mueve una hoja, vuelca un vaso,
abre una
puerta sin viento
para
despedirse,
asola
con
desahuciada luz
las
poblaciones de sus cinco sentidos
y le
devuelve
a la amada una tarde,
la
sangre al hijo,
el hueco
a la madre,
restituye
su nombre al enemigo
toca,
todo su deseo, toca los desalmados
cabellos
de su
mujer dormida,
entonces
los objetos
sollozan
estériles futuros
y la
casa de llena de asfixia y tempestad,
de
premoniciones.
De
pronto
todo
cesa.
Y es él, cayendo en otra latitud,
esa gota
desorientada en el borde de la mesa,
es él
insepulto
en esa mariposa
diciendo adiós
a su propia forma.
Lo
sentirás ensordecer
con su
ala de harapo
la
levedad del mundo
vagar
como un pez
perdido
en la luz del espejo
desahogando
su insondables ropas
de finado
sabrás
que estuvo
porque
el día que adviene
no tendrá presente.
¿Cuál
será, ahora, su comarca ?
¿La
desazón de la luz,
la luna
enferma dentro de las habitaciones,
un
basural, sin recordar,
huyendo ?
Vengo
llovido
por sus
aguas seniles y brillantes
han
ahorcado
con sus
inversos
sietemesinos
aires
las
hojas del árbol de mi casa
me han
soltado
vacas en pena
como muebles amarillos
en el corazón.
Huero y
sagrado
soy el cubil
la boca de salida de mis muertos.
EL CANAL
A Carlos
Roberto y Fermín Aranda.
I
Agua de
nunca
el canal
las
larvas devoran todo el presente
donde un
niño
juega
para siempre.
El día
era cenizo entre los pobres
la noche
inflamada
y
violenta,
al alba
los perros lamían la sangre
del
acuchillado
que se
iba
gritador
a ser
peón o changador o nada.
La
muerte hería
no
mataba
para eso
estaba la vida
que
calentaba los basurales
donde
una mendiga pare
otro
mendigo
que
llora con el llanto de las ranas.
Debe
estar todavía
el
hombre de sombrero negro
tocando
el bandoneón bajo el solazo
(ese
señor oscuro
es un
resucitado)
Todo es
de mala muerte
y se
destrozaría
si no
fuera ese niño
que
emerge del lodo
y ríe a
plena luz
desangrado
por las
sanguijuelas.
II
Dónde
está realmente
la puta
que llora y besa
un
crucifijo mientras
- que no
la vea, que no la vea-
la
policía montada
allana
los prostíbulos
de
arpillera, de lata,
está
innumerable, disuelta
de tanto
irse,
en el
agua con semen
de la
palangana ?
encerrada
en su desnudez
para ser
invisible
y
en lo
alto del pavor
ave
purísima ?
el
adolescente que corre
delante
de los caballos
y en
este instante
salta
sobre el canal
está en
el aire
solo en
el futuro,
despegado
de su sombra
como una
nube,
dentro
del espejo de su edad,
inalcanzable?
y el
policía qué cabalga
el
trueno de su cabeza,
un
estertor sin muerto,
las
nalgas de su padre ?
El
adolescente toca tierra
en la
otra orilla.
La puta
repta a salvo
sin piel
en los
basurales
el
caballo se detiene al borde
No puede
saltar
en su
cerebro
un rayo
parte en
dos la tarde.
III
Saben
que nunca será así
pero en
el patio del cabaret
simulan
el hogar
todas
las mañanas una prostituta teje
los días
que le faltan,
un hueco
y otro hueco,
punto
cruz
el
cuerpo
punto
cruz
el alma
(Como a
un embrión
el pelo
le nace de la mente).
Otra
hace los deberes de su hijo
“hubiera
o hubiese habido,
hubiera
o hubiese amado”.
Y el
presente
perfecto
flota
ahogado en el patio.
Otras
cuatro juegan a la loba
con
cuatro reyes
cuatro
reinas de verdad
se
vigilan las uñas
se
arrancan de los ojos
diamantes
y
corazones
imaginarios.
Y la que
lee una novela sin final
hasta
que cae en el canal la tarde
y apaga
el patio
donde
grita
una luz
roja.
IV
Nadie es
nadie
cuando
la comparsa
danza
en su
jardín carnívoro
sólo un
voltaje
de
espejo a espejo,
en el
baldío
la luna
raída
del sexo
de los mendigos,
el
suicidio
de los
caballos
y la
batalla de los pandilleros
la
azulada violencia
prenatal
donde un
precipicio
devora a
otro
precipicio.
El canal
recoge
una
pluma de garza
un
coágulo de sangre
dos
lentejuelas
y una
navaja
De eso
se alimenta.
Y de una
flor
intacta
sobre el
agua muerta.
ÁNIMAS
A Aníbal Alfaro
Un
silbido largo, haraposo, final,
le hace
un tajo a la tarde.
Alguien
dice : “son las ánimas”.
Y el
niño que oye todo
sabe que
el día que resta
colgará
boca abajo
desinflamándose
como una
camisa en la soga de la ropa,
y que no
se hará noche
hasta
que se sepa
el
nombre de ese muerto
que vino
a desterrarnos.
No hay
sutura
de
tiempo
en
tiempo.
Los
hombres no se alarman. A veces
pasan
por aquí
bandadas
de otro mundo.
HUMANO
A Roberto Sánchez
I
El
recién nacido
cae como
un trapo húmedo
sobre
los mosaicos blancos.
Lo que
era conjetura
entra al
espacio
como
entra
la mano
a un
guante envenenado.
El
modelo no está en la semilla
sino en
el viento
que la
derrumba
y
siembra
el
enigmático número de la horda,
la
unidad pavorosa
que
eyacula el ahorcado.
II
¿Hay
alguien, realmente hay alguien
en lo
humano?
Insustancial,
pegajoso, leudo,
desanimado
presagio,
piel de
higo
simultánea
entre la
flor cerrada
y su
fallecimiento
lo
humano
alienta
a solas
con la
ferocidad que dura
en la
jaula vacía de las bestias
o el
alerta
en esas
casas
donde
estuvo encerrado el viento.
Lo
humano
sudando
oscuridad
en tu
jardín, en tu reloj, tu cama
pudre en
ti
su
tormenta
difunde
tu luz final
como un
relámpago.
NI SOL
NI POLVO
A Julio Salgado.
I
Hay
espejos en el firmamento ?
Será
como aquí
la flor
y ella
misma en el agua ?
Que
estemos detrás del azogue
y lo que
en lo oscuro
arde,
sea lo
que se filtra
las
estrellas como incisiones
quemaduras
de una
luz extranjera
que las
enciende y no les pertenece,
perforaciones
en ese espejo inmenso
hasta la
luz completa.
No el
espacio,
recorremos
la luz
hundidos
hacia afuera
como la
flor quieta en el agua
que
viaja y no la lleva
que está
dentro del agua
y que no
entra.
II
Puede
que un día
todo sea
día
que el
azogue
ya
oculto por la luz
desaparezca
no
quedará sol
ni polvo
ni proporción ni cielo
al dar
en sí
se
destruirá la luz
(claridad
contra claridad
son los
suicidios)
Sólo
nos resta
aguardar
otro espejo
entonces
estaremos
en la luz
pero no
podremos vernos.
TERAPIA
INTENSIVA
Un
gemido de búfala, un hedor de alma
en la
cama del fondo
y aquí,
todo el cerebro
antes de
desclavarse
huracanado
en los
ojos de mi madre.
Se trata
de nacer,
sólo
que los líquidos están afuera
y
producen
lirios
en los vacíos
oxígenos
sin aire
y sangre
de otro
sangre
que no sabe.
Tarde
baja por
la cánula su infancia
tarde le
pinto los labios
para que
sea visible
y la
peino
delicadamente
para que
no deje de venir del cielo
Tarde
la peino
tan
lento
para
recordarla.
DÉJELO
EN EL MONTE
A
Salvador Raspa Quintana
Déjelo
dentro del yuchán
donde
hace noche el agua
que
despierte zorro
en el
aire
gavilán
y lo vea
venir el león y se disuelva en los pajonales
porque
ha entrado al monte Salvador Raspa.
El que
ofrendaba un quirquincho a la luna
y era
una columna de plata
absoluto
solo
mostrándole
su cría
a las
constelaciones.
Déjelo
en el monte que le llevó la vida
hasta
que perdió la memoria
y
regresó a los obrajes de su infancia
y ahí
sigue todavía
abriendo
claros
donde no
queda nada.
Déjelo
en la umbría, donde el monte está viendo:
hombre
que cunde tanto
en la
naturaleza
ya no
puede entrar en su cadáver.
Sea
del
polvo
la
cólera tenue,
pilpinto
sea,
ánima
del
aire.
VUELVE
DON FRANCISCO MADARIAGA
A Graciela Aráoz y
Víctor Redondo.
En el
cielo no cabe un muerto
y, sin
embargo, apenas puede
mover un
pétalo,
se
alarga y se alarga
y no
alcanza al color.
El mismo
firmamento
apenas
si le hace
una
espuma en la boca,
ah, pero
un pájaro, ser un pájaro no puede,
de dónde
va a juntar tanta velocidad
hasta
que cante
el sitio
donde
estaba el cuerpo.
Un
muerto usa
la
imprecisión de la atmósfera,
la
temperatura de una silla vacía
o un
descuido de la luz
y
aparece alguito
con el
cuerpo en los ojos
como un
zorro en la noche,
o por
demás
si
arbola, de golpe,
su
primavera vacía
tu
cerebro
y somos
dos
bebiendo
sin final
devorando
un lento
espacio
sin persona.
¡Salud
por el difunto
donde
naceremos!
Yo, que
soy su campo y él que entra montado
en su
caballo de humo
y me
llena de huellas
galope,
señor, que vamos juntos.
Yo soy
su sensación
un día
usted
será mi tierra.
EL OTRO
A
Belisario Saravia
Tal vez
ya no es mortal. Lo han encendido
la luz
de antiguos días, la sequía
de oír
mis muertos y la insanía
de verme
partir, de quedarse ido.
Absoluto,
inviolable, es el olvido.
Lo que
entra en él, no cesa, cría
de cada
acto, cada hombre, cada día
formas
de pavor. El ha cumplido
amamantó
sin tregua mis despojos
y hoy
que he vuelto a que mire por mis ojos
es el
Teuco, esta vez, quien me destierra.
El es
joven aún. Tiene la suerte
de estar
en mi pasado. Ni mi muerte
le podrá
nunca devolver la tierra.
de
“Nunca” (2001)
SUDESTE
II
Tiene temperatura de parto
la noche de Bangkok. La oscuridad
oleosa
corrompe lo que va a sobrevivir,
asfixia la cuchillería
de los peces secos,
entumece el verde
para que al alba tenga su ataúd el
agua
y en los mercados
la misma luna
menstrua
en el bulto que duerme en la vereda
y en el ojo del gallo
que peleará mañana.
No pasarán de esta noche
el dios grasiento que las moscas
desahogan,
el árbol enfermo por su propio perfume
donde un hermafrodita ofuscado
se ama,
este cirio que ha debilitado el
infinito
ni los fuegos llorones de fritangas.
Todos, empobrecidos, girando lentos
en esta resaca de la selva y el mar.
El día sigue oculto
en la noche
como el sol dentro de una iguana
es esta corona de flores amarillas
que flota
ultrajada
en el río
todavía caliente
todavía sagrada.
V
¿Quién puede decir que estuvo
en lo desencadenado
en estas tierras de mutación
donde los cadáveres brotan de sus
flores?
Como el inmortal baniano
ese árbol pariéndose
a sí mismo,
deudo y difunto simultáneo
así el muerto
come y bebe
en la fiesta de sus funerales.
Aquí la unidad es el laberinto
y no hay un solo nacimiento
en tanta resurrección.
Número contra número
he visto, no más caer,
mi semen
devorado por las hormigas,
en el fondo del mar
a los corales
detenerse en el rayo
y en un río de la jungla
al agua suicidarse
vomitando fuego.
Todo extinguiéndose para salvarse
de esta plenitud, de esta alegría
que con delicadeza
ovula el exterminio,
mientras los árboles olfatean
la fiebre de la transmutación,
su largo día,
y suenan altísimos de modo
que no toque tierra la noche.
Esas fosforescencias somos nosotros
viviendo en la distancia que hay
entre el pez yendo a ser hombre
entre el hombre
yendo
a ser pájaro
todos con su verdadero cuerpo ausente
como la arteria suelta
de la libélula roja
o el Phra Ruang
el pez transparente de Sukhotai
ánima en el agua
donde pestañea su esqueleto.
Nadie puede decir que estuvo
sino suspenso
en el lenguaje de la selva
igual que un ciego
en una jaula de mariposas.
Ni siquiera este muerto podrá partir
aunque le ofrenden gotas de agua
para que vuelva
por las claridades
aunque suene el gamelán
para que escuche
la forma de la tierra
o le prendan fuego al toro
negro y dorado
que lo contiene.
Cada llamarada trazará un tigre
quemándolo,
una víbora que salta
como un nervio entre dos luces
por la hoja del banano
y se iguana en un río
se martiriza en una garza
hasta que la jungla
la disuelva en sonido.
La selva se encierra con huidas.
De la forma del muerto
sólo queda este humo que entra en los
pulmones
como un cielo que se descerebra
Y un ausente
que ha florecido el fuego.
VI
A Gonzalo Rojas
De entre todos alabo a Ganesh
el dios de cabeza de elefante.
Tiene la sabiduría
del que conoció con el cuerpo.
Cerró su mutación
(siempre el más increíble
es el más verdadero.)
Los mediodías
se apoyan
en una mariposa
una telaraña puede
sujetar al viento
porque él,
enorme,
danzó sobre un pie.
Desde entonces
lo débil
sostiene el firmamento.
Como él
somos nosotros
esta aleación
de la gravedad y el pánico.
¿Quién puede soportar
sin desfigurarse
el peso de sus sueños?
Alguien se cría en el fondo de uno
- y no es uno –
comiendo tus pedazos.
Sólo quien reconoce su otro animal
resiste lo sagrado.
X
No está ahí
ese hombre solo
en cuclillas bajo la tormenta
mirando el débil campo de arroz
cómo el agua destruye al agua
y a su arrozal
del que sólo le queda
el escalofrío.
No hay hospedaje en él
para que vuelva
el hombre que fue
y el hombre que no ha sido
(de desolación a luz
sólo es posible
la simetría del desequilibrio.)
Este día lleno de nunca. En algún
sitio
flota inválido el sol
y el grito de un pájaro
ha raído el atardecer. Nada se
conmueve
y sin embargo
hay un viento enorme que no se ha ido.
Un extremo del horizonte se alza
y se derrumba
hacia el pavor
por un plano inclinado.
XI
Las canoas traían el rambután,
en vela
la sandía amarilla, durián y mango,
fueguitos
descorazonados
de sus casas
y recién asesinada
la carne
que no pueden tocar las mujeres
porque ellas tienen
la carne imaginaria.
En el mercado flotante
la muchacha de siete sombreros
vendía la risa
del maíz
del ananá
la lámpara
y al ofrecer el color
en celo de una fruta
traficaba una esclava
para que un hombre
un fruto
devore a otro fruto
una gravedad a otra
y se despierte el mundo
sexuado
por sus desapariciones.
Han vendido el día.
El río se desierta
la corriente se roba una naranja.
En la sombra del agua
pasan víboras,
las últimas
horas sueltas.
INDIA
V
A José María Parreño
Desimantándose:
La anciana dormida bajo dos paraguas
como en el oído de la muerte;
la vaca transparente que se va,
celestial, a su niñez antigua;
el peluquero cuyas manos trinan;
la única víscera que cuelga de la
carnicería
su reloj de sangre;
los ciclistas que huyen de sí mismos
como un número
perseguido por sus ceros
y las ventanas donde se hunden,
veladas, las mujeres,
las de órbitas
desnudas hasta la luna,
desimantándose.
A mitad del aire:
El santón que no sabe dónde ir a
nacer;
la comida que sobrevuela la ciudad
de cuervo en cuervo, igual que la
arquitectura
de mono en mono
se desarticula y se dispara
y el elefante, sí, el elefante en el
aire
de tanto que no ha muerto
y el sándalo, ese perfume descalzo y
el tambor
de flores hilvanando mujeres, pétalos,
camiones,
dioses y caballos
y en el aire también
la tormenta que hipnotiza
los cabellos del anciano
toda la ciudad colgando
de las cometas
y del alarido del muecín, náufrago en
el viento.
Abajo, al fondo:
Sólo el mendigo
su número quebrado
y el ojo del cocodrilo
que mira cómo se ha volado todo
y no queda nadie
sobre la línea de flotación.
XIII
Este hombre que duerme desnudo en el
asfalto
no puede aparecer.
Una larguísima soledad se extiende
de esa carne
como un párpado caído en plena calle.
De pronto, al verlo, los que íbamos
comenzamos a manar nuestro invisible:
nos abandonan lunas, adormilados
animales,
espejos narcóticos, entumecidas
memorias,
alguien que nunca había nacido,
y se hunden en el medanal de su cuerpo
y cruzan con él
hasta la planicie
donde a la eternidad
la alarga
una estéril naturaleza.
Ahora los que van por la ciudad
temen por ellos,
por sus deformidades,
el hombre
por el horno de su cremación
-su casa-
donde multiplica por un pozo
los caminos
y teme el pájaro
que creía
que el espacio era su cerebro
y las bestias al saber
que nunca habían sostenido la tierra.
XVIII
Vas a entrar al templo de Anuman,
el dios mono,
unge tu lengua con ceniza,
vas a ser innumerable
que tu cerebro ocupe
el sonido muerto de estas campanas
- él también es un eco
de lo que está desapareciendo –
y cruza
bajo la lluvia de grasa
que desprende la demencia
de los que en esta habitación
rondaron
lejos de su cuerpo.
Este es el patio, aquí da el sol
pero no llega
a la mujer que gira huyendo de sus
cabellos
como un cometa
a la convulsa que se comió su sombra
y descubrió que es una grieta
lo que nos une al mundo
entra en la nave y únete al coro
mira
cómo nunca hay nadie en el canta
mira a los niños encadenados a la reja
despavoridos
en la telaraña
de su infancia
y a este hombre sin cielo
que intenta atravesar el muro.
Lleva tu ofrenda al fondo,
donde un anciano
con cuatro rocas sobre la cara
busca un centro de gravedad
pues lo mental
acumula a la piedra;
abre el lugar
para que esa mujer se pare boca abajo
y observa cómo no caen sus vestidos
clavada como está
en dirección al infierno.
Esta es la puerta y no tiene salida.
Pon aquí la huella de tu mano,
alguna vez sabrás
que eres tú
el que dejaste dentro.
Y ahora vete por el barrial de Balaji
aturdido
por las radios que emiten la muerte,
las fornicaciones de los dioses
entre ex votos, humos y abalorios
y no intentas saber más.
Has lavado un basural
con agua de tus ojos.
XIX
A Joaquín Giannuzzi y
Libertad Demitrópulos
La brasa de la luz
y la carne
dilatando los hombres, afeminando el
barro
hicieron Benarés.
¿Hay un sitio
donde se una lo sagrado y el cuerpo
que no sea en el asombro
de ir desapareciendo?
¿Quién sino el hombre que huye
de su propia distancia,
que se va quedando en lo que ya se ha
ido
puede,
sin ver su llaga,
mirar un río?
No hay como su sensación
templo tan profundo
que deshunda el agua,
ni inmensidad
como la de seguir naciendo
para perder futuros.
Como el río.
Aquí viene a morir, en una casa azul
espera
que se borren el día, sus hijos, el
olfato y el tacto.
Junto a su mujer anciana
secreteándose
comen sus huecos,
intersticios de su historia
pedazos de un pan
que nunca podrá ser dividido.
Ella lo ayuda:
si ocupa todo el recuerdo
le vendrá el olvido. Le deja, eso sí,
que tenga,
su jarro, su nombre, su sombrero
(todavía está imantado)
y lo lleva al Ganges
para que alce el agua y la aplauda
y la deje caer en la luz
pues para cruzar el infinito
hace falta una infancia.
Junto a él, otros, van perdiendo su
alguien
(también su alguien pierde
el que pide salvarse)
Todos
lámparas
con el agua al pecho
entre la vida y la muerte
perplejos
en un fuego sin instantes
hicieron esta turbulencia, estas
lenguas sin gravedad
que unge el río
y tiemblan
de tanto adiós sin salir de la carne.
¿Qué media entre ese adolescente que
se zambulle
y el niño
que flota
sin luna, en el fondo?
No es la muerte
sino la forma
en que los abandonó el espacio.
¿Qué abisma al hijo con esas varas
encendidas
que, antes de prenderle fuego,
da vueltas alrededor de su madre,
que no sea señalar un sitio
pues no hay sustentación
ni pierde distancia lo que cae?
Y entre la muerta
sin fondo, en su mortaja
y el esposo que se afeitó los cabellos
para despedirla
qué se rompe
sino un relámpago
y cada uno vuelve a su soledad
de no ser ni solo
pues a la muerte la une la asimetría.
Ese cadáver que pasa sobre la
corriente
con un pájaro vivo
parado
sobre la profundidad de su cabeza
flor de agua
va como el río
de cuerpo presente
en su ausencia.
¿Dónde está Benarés
sino en todo lo lejos que estamos de
nosotros?,
cruzando el día
como apagones, haciendo noche
en la fosforescencia,
buscando camino donde sólo hay
señales,
cada uno en su espejo
para que el otro no se vea, llamando
dios
a lo inestable
queriendo llenar la velocidad
con una piedra
hasta llegar a Benarés
y hundirse en el río
para acabar en alguna forma
y ser uno la salida
a la que nunca llega.
Y el hombre le dice al dios:
esta es mi carne
la única que te queda.
Desde el río se ve el humo
sólo hay una orilla
donde el muerto comienza.
Esa nube es él. Ahora se ve cómo
se sentía
y cual era la forma que se desorientaba
en la forma que él era.
Ahora no importa dónde arde.
Tampoco en la vida
tuvo dentro ni fuera
ni lo retuvo un sitio.
Lleva una luz que la luz no toca.
No se detiene
porque todo lo atraviesa.
Lo dan al río. Se
lleva
el agua sus
cenizas.
Agua sin agua
sentirán que llueve
cuando nunca
vuelva.
de
“Baniano” (1995)
EL AGUA
A Salvador Garmendia
Hagamos
de cuenta
que yo
no sé que la lluvia
sólo
ocurre en la palabra lluvia
que cae
en sentido inverso al espacio
y es
porque
deja de ser
como tu
ojo deja de ser ojo
y es
caballo
al mirar
un caballo
no es
natural
que
llueva
es
natural
que
tiembles
que
temas a la lluvia
tú
que eres
casi todo agua
construyes
una casa
en
nombre de la palabra hombre
tú
agua
creyente
te
proteges del horror de caer
dices:
lluvia
y eres
agua
mirando
agua.
MIMETISMO
A Francisco Madariaga
Un
pájaro ocupado por una rama
una hoja
por un pez
un león
por un prado
¿quién
ha entrado en quién?
La
imagen nos salva
entre la
cara y el semblante
se
defrauda un ídolo
lo sabe
el ojo
del hipopótamo
que ya
ha visto a Dios
demasiadas
veces.
No hay
semejanza
lo sabe
el gato
de la astucia
el
alacrán de la cólera
la rata
de tu fuga
eres
una
polifonía lacrada
por una
sola bestia.
Te
arrancaste tu don
no
escucharás tu nombre
pronunciado
por ellos.
EL
MUTANTE
A Guillermo Alonso del Real
A Margarita Delgado
En el
mutante no hay ningún animal
sólo
una velocidad
que a
veces
se
emociona
de pez a
bestia
de
saurio a hoja
de
piedra a pájaro
de
escama a pluma a piel
que no
se le detiene
ocupa
cuerpos
como
exactas tempestades
De
imagen a imagen
va la
eternidad
a
tientas
Bestia
planta piedra hombre
no eres
habitas
sistemas
abandonados.
FORMAS
A Jesús Ramón Vera.
¿Por
qué
aparece
mano?
¿Por
qué la energía aparece
agua
silla
o
mirada?
Si no da
más
o no
sabía
¿por
qué elige?
No entra
al mundo el cuerpo
lo
arranca el mundo
la forma
es un anónimo
en el
agua no hay agua.
UN DIOS
A Javier Villán
La
destrucción ansía semejanza
un
segundo antes del estallido
alguien
inicia un gesto, una palabra
y en ese
instante
el mundo
salta en pedazos
ese
campo de fuerza
permanece
inconcluso
como un
cielo sobre una isla
en busca
de su alguien
va lo
frágil
¿será
así
la
materia de Dios?
Los
cuerpos expulsan duraciones
en el
universo, ese banco de datos,
Dios es
sólo una medida de tiempo.
SUPERFICIES
El
pájaro intenta
alcanzar
al pájaro
que
vuela con su nombre
el mar
a esa
línea
donde
pierde el conocimiento
ninguno
retiene su superficie
¿De qué
no estamos hechos?
La forma
existe
hasta
que halle la salida
los
límites viajan
la
Creación no ha comenzado todavía.
Teorema Natural (1991)
EL
INVENTOR
La
naturaleza no cree
es
dudoso que la sombra sepa
que mana
a un hombre
que los
hilos no sean producidos
por un
taller
en los
ojos
que en
el alma estemos sin nacer
la
materia en acto
deja al
universo sin cadáveres
(por eso
inventamos la historia)
por eso
fabriqué
este
aparato
puede
medir la lluvia
la
abstracción de una piedra
mensurar
el sonido
donde
está la idea de dios
está
hecho de metal
madera
fibras cristales
materiales
sensibles a la utopía
que
fueron una vez
en algún
lugar, en uno de sus códigos
debo
estar yo
campo de
prueba
pero es
dudoso
la
naturaleza no tiene adentro
a nadie.
SOBRE LA
PERFECCIÓN
La
paloma perfecta
desciende
a la basura
sobre
las tablas rotas el agua muerta
los
plásticos torcidos
cuando
toque tierra
tendrá
la armonía de la basura
también
estos residuos
al
llegar tenían la belleza
del que
todavía es amado
el
diseño del mundo puede ser la circulación
de estos
inactivos objetos
su
inmortalidad –lo neutro-
eres tú
y yo y el oxígeno solo
y el río
que supones aparte
y cada
muerto
la
armonía no resiste
a una
paloma sola.
SOBRE EL
AMOR
No creas
que tu amor
depende
de ti o de ella
de lo
que sienten o ven o sueñan
hay
metales, movimientos
campos
de fuerza
cuya
acción no empieza nunca
actos
virtuales
que te
despedazarían
en algún
lugar
esas
materias
esos
instantes que contienen lo inverso
libran
una batalla
los que
se aman
han
sobrevivido.
TEOREMA
DE UNA TARDE
Unidades:
un
pájaro que nunca antes fue un pájaro
sólo
nada
salta y
desaparece en los ojos
un viejo
que habla solo
y mira
su voz aparte
para
creer que ha vivido
una
semilla que se para en la mitad del viento
y crea
la muerte
y el
grito de un niño
y un
golpe de humo
y
aparece la mujer que amo
y ese
instante
es la
forma de la tierra
Otras
progresiones:
-esos
cantores, el orden de las hojas
del
geranio
diez
elefantes en el televisor
reducidos
por sólo
una mirada-
intentan
unir tramar
al
pájaro
con el
viejo
con el
grito y la mujer y la semilla
pero es
demasiado tarde
las
matemáticas
hicieron
su tarea:
para que
el tiempo sea relativo
lo
nacido
debe ser
inverosímil.
SUCESO
En la
calle
una niño
rompe una botella
ese
gesto
invade
la mente
en donde
están sin voluntad
el niño
la botella el estallido
ni
causalidad ni azar:
igual
que un ácido destruye un cuerpo
y un
cielo
al cielo
del ojo
el caos
deshace
y hace seres
como el
color posee abandona y crea
en un
solo animal
animales
el niño
y la
botella trizada
tienen
la misma simetría
en la
mente pasa agua
despacio
agua
mental
la
pasión no es nadie
y
humedece la calle.
UN
PÁJARO
Para
descreer de los pájaros
debes
primero tocar un pájaro
su
sonido
es más
pájaro que él
pero su
ficción más verdadera:
hizo un
cuerpo
un
instante
tócalo:
lo que
llamamos nunca
es la
primera superficie.
UN
CABALLO
No hay
una fuerza
que en
otra se serene:
la leche
suave arma un caballo
mira
cómo dobla el cuello
y cierra
el mundo
(lo
demás
son
cielos como olfatos)
la punta
de los pastos
son
relinchos
el que
las muerde
se
vuelve caballo.
DESCRIPCIÓN
DE LA MUERTE
(Homenaje a Raúl Brié)
PRIMER
DIA
I
No hay
lugar en la luz.
El
primer día después de la muerte
condensas,
el
círculo enmudece
-guarda
su misión-
y el que
estaba se divide
sólo en
su imagen
el punto
de luz
-o la
vida- es como ver aletear
al
círculo de la naranja
el
círculo es un pájaro
sin un
solo punto de soldura.
II
La luz
del cuerpo es el pasado
y la
forma
amparo
cáscara
de otra cáscara que fuimos
somos
El feto
en el que cabe un muerto.
III
El
nombre no puede salir
aún
contiene la vida
otro
cuerpo distinto son las sombras
y llevan
todavía
el
nombre de las cosas
el
nombre no se va
se
cierra en sí
y es
como la idea que tenía el muerto de su corazón.
IV
No sé
si estoy en mi carne
hay una
medida sin escala
puede
corresponder a todo o a poco
a mi
cuerpo
o a
cuerpo o ni siquiera a eso
la forma
es un deseo sagrado
sagrado
es creer
que hay
materiales.
V
Superpón
una hoja blanca sobre una hoja blanca
ninguna
se ve
pedirías
una imagen
y la
imagen se concibe en sí
nadie ve
porque el que ve
se borra
nadie
tuvo a otro en sus ojos
hay sí
lo que
coincide:
dos
hojas blancas superpuestas
hacen
una hoja negra
no soy
la imagen
sino su
travesía.
VI
No hay
transformación.
Lo
sucesivo es el acto de la quietud
la
materia no elimina
pero se
piensa
y busca
caracteres:
la luz
ve dentro de la luz
un niño
generándose alberga ya a todas sus casas
nunca
habitará ninguna.
TERCER
DIA
I
Los
otros
como si
mi sombra estuviera adentro mío.
Lo que
se ha visto
no se
pierde en el nuevo estado.
Después
de ellos –o desde ellos-
viene
uno:
la
acción o el fulgor
y luego
la
imagen
en cuya
linde
comienza
el conocimiento que es la prolongación
de las
cosas.
Ellos
están aquí.
Somos el
mismo esplendor
pero
cuando se presentan
la
sombra crece, el fulgor disminuye
o es
dividido.
Ellos
vienen unidos al conocimiento
y
traspasan la imagen.
Piensa
en la flecha:
su
destino comienza cuando divide al arco.
II
La llama
puede atravesar la llama
la
muerte es el paso de dios
y dios
una dirección de la energía.
Decimos
“en lo alto”
porque
nos ha traspasado
compuesto
de la misma materia
nos hace
sentir
que está
dentro de nosotros.
Exhalamos
imágenes
fuera de
su dirección:
las
paredes del círculo.
Pero no
es el círculo lo infinito
sino el
diámetro que lo parte.
Existe
el triángulo
pero no
la base del triángulo
no hay
nada cerrado
por ahí
pasa por ahí lo vemos
irnos.
III
Evitarás
la muerte
si eres
todo lo exterior a ti.
Pero no
sabrías que la has evitado
soñarías
con ser tú
pensarías
en ello
llegarías
a ser esa imposibilidad
esa
carencia a la que rodeas.
Por eso
las dimensiones se detienen en un punto
y hacen
seres
para
tener dónde
lo que
contiene muerte es eso:
el sitio
el que
muere se cubre con el todo
sigues
ahí
sigues
cuando
sientes dónde
ya no
puedes tener otro estado.
IV
El
universo no es infinito
pero sí
sus divisiones
piensa
en ti cuando sueñas
tienes
un límite (una imagen)
pero
puedes dividirte.
Es esa
división la que lo traspasa.
Las
partes son infinitas
el todo
no.
Su
límite es finito
pero
está contenido en una forma infinita
y ella
solo es
una parte del todo
(quien
traza una línea la toca)
Las
proporciones no son lógicas
esta
noche soñarás tu infancia,
mañana
la muerte de otro:
tú.
V
Nombrar
el todo y pensar su extinción
puede
empezar a provocarla
y esa
organización se defiende.
Te está
vedado saberlo
es la
intuición más peligrosa
porque
eres una parte y eres infinito
intentarías
ser el resto: el todo
y esa
compensación se rompería.
La
destrucción es posible porque el todo
tendría
la proporción de la parte
sería
también parte.
La
destrucción, sólo la destrucción
sería
inmortal.
No el
universo.
QUINTO
DIA
I
Cuando
la forma se rompe
se
pierde el sentimiento.
Tu
imagen, como tu cuerpo,
no se
vería si no sintieras.
Es la
primera vez que la energía queda sola
sin
instante
(lo
invisible está lleno
de
monumentos a lo muerto)
aquí no
hay estado
la
imagen se ha roto
la
materia empieza formas semejantes a tu soledad
nada hay
fuera de ella
tal vez
porque
el universo es una cifra elemental
cuya
unidad es el sueño.
II
Mi nuevo
estado no reinicia
es el
universo
no sus
formas
es
vulnerable por dentro
indivisible
por fuera.
Lo que
fui avanza paralelo
pero esa
materia
lleva la
muerte en sí
tendrá
que buscar su forma en otra semejante
piensa
en el ojo del huracán
sus
rotaciones
serían
tu cuerpo, tu imagen,
sólo lo
externo
destruye.
III
La
eternidad puede subsistir
porque
aún no ha matado lo suficiente.
IV
La hoja
del árbol reproduce
la forma
de la energía total
por un
borde es abierta, continúa
por el
otro es finita:
es esa
cicatriz, su límite,
la que
la devuelve a la muerte visible
nuestros
ojos son cicatrices
las
formas que ven
son
cicatrices.
OCTAVO
DIA
I
No hay
espacio.
Sólo un
acto neutro que de sí mismo se alimenta
(lo
visible son las cicatrices
de esa
autofagia)
intentamos
representar el todo
para ser
finitos
reducimos
el mundo al tamaño del ojo
incluimos
el ojo
en la
dimensión del mundo
pero
traspasamos y somos traspasados
lo que
se va ya está reunido
decimos
espacio
para
pensarnos parte.
II
No verás
nunca lo que no coincida con tu imagen
(la
lucidez sólo es reflejo).
Extraño
la suposición de existir
no la
conciencia,
existimos
siempre sin saberlo: yo mismo
ahora
pero en
la vida
produje
una incisión al universo
un gesto
de libertad.
de
“Campo de Prueba” (1985)
SOBRE LA
PERSPECTIVA
No ve,
como antes, el enorme aguacate
bajo la
noche pequeña
sino la
falsificación de la luz
uno y el
mismo es el cuerpo del árbol
y el de
la luna
violentamente
separados
por la
cultura
que no
admite
el ojo
en la órbita de la luna
la luna
en el ciclo del fruto
el fruto
en la órbita del ojo
así
no es
extraño que esté la luna
en el
cerebro del observador
lo
sobrenatural
es haber
imaginado que existe la distancia.
TEOREMA
DEL SOLITARIO
Tomemos
una cifra imaginaria
cero
y un
hombre imaginario
uno
el cero
no existe
pero él
cree que sí
el dos
se queda siempre
en
uno
el uno
existe
pero
nadie le cree.
JOHNNY
WEISSMULLER
En
Africa
los
hombres dividen sus rostros en lugares
un trazo
amarillo una línea blanca
un plano
negro
(quien
se transfigura corrompe su poder)
pueden
como la
lluvia
pronunciar
el nombre inverosímil
del
universo
funden
la representación y el acto:
el cisne
canta
en su
invisible
algo
debe saber este anciano
que no
oye su silla de ruedas
que
ensordece el hospital
con el
grito de los monos.
DISTANCIA
Entre un
punto y otro
la
distancia más grande es la desolación
del
punto.
LOS
SOBREVIVIENTES
Este
otoño
salen de
las casas
cajones
con hojas
son
del
árbol de la basura.
Al sol,
en la vereda,
de
espaldas a su casa de moscas,
el
hindú, con un sombrero blanco,
está
muerto y sanando
de una
larga dolencia.
El
mendigo se afeita
y hunde
su cara en un trozo de espejo
no
soporta sangrar
del lado
en que su rostro ya no existe.
¿Quién
puede sangrar sin verse?
¿Con
todos los muertos en la calle
quién
recibir de visita a la ausencia
hablar
con ella cosas
que
nunca tendrán pasado?
¿Es que
hubo con quién?
O sólo
prófugos, sólo asesinados
muros
quebrantados
por
sombras de persona.
Días
así
de
llevar flores
a los
sobrevivientes.
Argentina,
abril de 1976
MUERTE
EN PRIMAVERA
Un fruto
a mitad de su caída
pierde
el cuerpo,
a mitad
de su caída
pierde
su pasado
y para
siempre la boca que lo nombraba.
Sólo
que en la selva
el alba
sorprende a los pájaros
cantando
dormidos
y el día
amanece
como una
capilla ardiente.
Esta es
la primavera en las moscas verdes.
Los
jóvenes cadáveres
viajan
por sus propios colores
recién
asesinados
se hacen
a la noche
en un
pozo de cal.
Digo
lo
eterno
es la
unión de lo solitario
sus
mujeres hablando solas
para
hacerse inolvidables
el que
cierra los ojos de sus muertos
y se
queda invisible.
Algo cae
de la vida
cae y
golpea
una zona
en sombras
en la
selva canta un pájaro
cada
amanecer
muere de
memoria.
Argentina,
marzo de 1976
MEMORIAS
Nadie es
quien para morírseme.
Me
dicen: ayer Burnichón, hoy Raúl,
mañana
Holver
y yo les
hago lugar, aquí tienen dónde,
pero les
tengo dicho
que no
me lleguen a deshora, Alberto,
que no
te aparezcas
como si
nada
Raúl,
que no
enflaquezca tu ropa, que te hace falta,
para
abrigarme, Holver
y esto
de tener que andar
con el
cuerpo en el cielo
le hace
mal al alcohol
mal a la
cabeza
esto de
ser la casa de pensión de ellos.
Cada uno
llega y me deja ofrendas
(saben
que al principio me va a asustar)
no
quieren que se les muera el cementerio.
PAISAJE
MARINO
Cuatro
piedras
lentas
casi
mentales
son el
límite entre el mar y la tierra
ambos en
la misma energía
hicieron
estas rocas
para
euforia de pequeñas plenitudes:
el oído
el tacto la visión
o el cerebro
que es
cuatro piedras lentas
que
miran desde fuera
al
hombre
esa
metáfora de la materia
que cree
en la piedra
que cree en el agua.
PEQUEÑO
CANTO GREGORIANO DE AMOR
A Graciela Baquero
I
SE HA
RECOSTADO
advertencia
a los físicos::
la
fuerza de gravedad no existe
la
órbita
es lo
femenino de la tierra
II
SE VA
los
espacios hasta hoy
se
reconocían por la ausencia
cuando
ella está ocupa un lugar
cuando
se va
llena
todas las habitaciones
III
ESCUCHA
MUSICA
si bien
en el todo
no hay
unidad
ciertas
correspondencias demuestran
que el
sonido es un cuerpo
que
cuando lo escuchamos
somos
el
sonido
IV
ACCIDENTE
en el
instante en que ella duerme
me
lastimo la mano
no son
dos sucesos aislados
ella ama
no es
inofensiva
el lugar
de mi sangre
es lo
exterior de su cuerpo
V
ELLA
DESCANSA
algo de
nosotros quiere ser la tierra
voy a su
lado dormido
la buey
reposa junto al macho
para que
la sombra
tenga su
animal
VI
SUS PIES
ANTE EL ESPEJO
lo
innumerable no tiene lugar en el universo
una sola
imagen
contiene
todos los ejemplos
VII
ENCIENDE
EL TOCADISCO
en el
sonido
están
tatuados
todas las formas
todos
los cuerpos
en el
silencio la forma
de un
solo cuerpo
VIII
ELLA SE
DESCUIDA
la
armonía no existe
basta un
movimiento
para que
en el orden gima
de
nacimiento
lo que
está por morir.
PERFUME
En el
metro, años después, siente el perfume
que
usaba la abuela
una
mujer desconocida
le
advierte que no hay nada eterno
ni
mortal
sólo
pequeños prodigios
para que
la vida no sepa nada de nosotros
como
nosotros ignoramos a ese niño
que en
un vagón del metro
abre la
puerta de un ropero oscuro.
MAQUILLAJE
No hay
nada artificial
sin
naturaleza
el color
no existe
ni
existe la mujer que ella dibuja
(la belleza es un pacto
entre dos partes que no creen )
el lápiz
de labios se le arrima como un perro a la cara
y en esa
aleación
sólo el
lápiz
se ha
saciado.
TRAYECTORIA
El
espacio es alguien
Ansía
un hilo
una araña
son
deseos personales
del
espacio
los
objetos.
GITANOS
Los
gitanos sacan a pedir
a sus
animalitos
un mono,
un hijo, una cabra
saben
que la carne
diviniza a la piedad
que
tenemos dentro
objetos,
formas
sin lastimarse
nos
ayudan
nos extraen del cuerpo
una cabra
el mono
un niño dormido.
OSCURIDAD
Toco el
espejo a oscuras. Una planicie indefensa
donde
pierdo mi frontera
y mis
huesos pierdo
como si
el espacio me hubiera envenenado.
Si cruzo
esta noche, si amanece,
pínteme
la vida
porque
nunca es el mismo
el
resucitado,
de
madre, en el mirar eternamente,
y, de
tanto morir,
padre.
Soy yo
la oscuridad.
Yo, las
inclemencias del que no se ve
y,
porque
he visto,
soy el
que mendiga.
de
“Versión de la materia” (1982)
LEOPOLDO "TEUCO" CASTILLA (ARGENTINA, 1947)
c'est superbe!
ResponderBorrarTeuco?
ResponderBorrar"...río que me llamo y nunca vuelvo..." (La mesa de mis dioses). Teuco en lengua toba significa río.
BorrarToc toc toc...
ResponderBorrarSoy fede, el de Consuelo, desde el más allá ji.
De elegir elijo El Canal.
ResponderBorrarYa deberia saber que todo lo que busco esta guardado en este placard...maravilloso placard.
ResponderBorrarQué magnífico este placard! Aquí verdaderas joyas, como las del admirado Teuco. Mucho para leer y eso está bueno. Gracias y felicitaciones!
ResponderBorrarMagnífico placard con verdaderas joyas literarias como estos poemas que acabo de encontrar de Teuco Castilla. Gracias y felicitaciones!
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