Foto: Naropa University
CUATRO POEMAS PARA ROBIN
Una
vez acampando en el bosque Siuslaw
dormí bajo los rododendros
las flores cayeron toda la noche
temblando sobre un pliego de cartón
con los pies en la
mochila
y las manos hasta el fondo de los bolsillos
apenas si podía dormir.
Me acordé de cuando estábamos en el colegio
y dormimos juntos en una cama grande y tibia
éramos los amantes más jóvenes
cuando cortamos recién teníamos diecinueve.
Ahora nuestros amigos se casaron
vos das clases de nuevo en una escuela del este
No es que me importe vivir así
las colinas verdes la playa larga y azul
pero a veces durmiendo a la intemperie
me acuerdo de cuando te tenía.
Una
noche de primavera en Shokoku-ji
En mayo van a hacer ocho años
que caminamos bajo las flores de cerezo
de noche en un huerto de Oregon.
De todo lo que quería en ese tiempo
ya me olvidé, menos de vos.
Acá, de noche
en un jardín de la capital vieja
siento el fantasma tembloroso de Yugao
y me acuerdo de tu cuerpo fresco
desnudo bajo un vestido de algodón.
Una
mañana de otoño en Shokoku-ji
Anoche mirando las Pléyades,
con el aliento humeante a la luz de la luna,
un recuerdo amargo como vómito
me atragantó.
Desenrollé la bolsa de dormir
sobre el tapete de un porche
bajo la espesura de las estrellas de otoño.
Te me apareciste en sueños
(en nueve años, tres veces)
Salvaje, fría y acusadora.
Me desperté con vergüenza, enojado:
Las guerras sin sentido del corazón.
Ya casi amanecía. Venus y Júpiter.
La primera vez que los vi
tan cerca.
Diciembre
en Yase
Ese octubre,
cuando elegiste ser libre
en el pasto alto y seco junto al huerto,
dijiste “algún día, quizás en diez años”.
Después de la universidad te vi
una sola vez. Estabas rara.
Y yo, obsesionado con un plan.
Ahora pasaron diez años
y más: yo siempre supe
dónde
estabas—
Tendría que haber ido a verte
con la esperanza de recuperar tu amor.
Todavía seguís soltera.
No lo hice.
Pensé que tenía que estar solo.
Hice eso.
Solamente en sueños, como esta madrugada,
la intensidad abrumadora
de nuestro amor de juventud
me vuelve a la mente, a la carne.
Tuvimos lo que todos
se esfuerzan por tener;
y lo dejamos atrás a los diecinueve.
Me siento milenario, como si hubiera
vivido muchas vidas.
Y es posible que nunca sepa
si soy un tonto
o hice lo que me exige
mi karma.
Para los chicos
Las colinas nacientes, las pendientes
de las estadísticas
están ante nosotros.
la cuesta escarpada
de todo lo que sube
y sube, mientras todos
bajamos.
En el
siglo que viene
o el que le sigue,
dicen que
va a haber praderas y valles
donde encontrarnos en paz,
si lo logramos.
Para escalar estas cimas por venir
una palabra para vos, para
vos y tus hijos:
quédense juntos
apréndanse las flores
viajen livianos.
Quema controlada
Lo que los indios
de acá
tenían por costumbre hacer, era
quemar todos los años la maleza.
y en el bosque, desfiladero arriba,
mantener los robles y los pinos
altos y despejados
con la hierba debajo
y el kitkitdizze,
nunca tan combustibles
que un fuego pudiera encenderlos.
Ahora, la manzanita,
(un arbusto en todo su derecho)
se mezcla bajo los árboles nuevos
con los recortes de las madereras
y un fuego puede acabar con todo.
El fuego es un cuento viejo.
A mí me gustaría
con un sentido de servicio,
respetando las leyes
de la naturaleza,
ayudar a mi tierra
con una quema, una buena
quema.
(las semillas de la manzanita se abrirían después
de que el fuego les hubiera pasado por arriba
o después de pasarle a un oso por adentro)
Y entonces
sería más
como
antes
como cuando era de los indios
Fronteras
El límite del cáncer
se hincha contra la montaña —sentimos
una brisa nauseabunda—
y se vuelve a hundir.
Acá, los ciervos pasan el invierno,
En el desfiladero ruge una motosierra.
Diez días húmedos y los camiones del aserradero
tienen que parar, los árboles respiran.
El domingo el jeep doble tracción de la
Compañía Realty trae a los
buscadores, a los mirones, que le dicen
a la tierra
Abrí las piernas.
El estruendo de un jet arriba, y basta;
cada latido de la inmundicia del corazón
en las venas enfermas y gordas de Amérika
acerca más el límite
—Una excavadora tritura y babea
se da vuelta y vomita sobre los cadáveres
de arbustos desollados vivos
a cuenta de un hombre
de la ciudad.
Atrás queda un bosque que se aleja hacia el Ártico
y un desierto que todavía les pertenece a los paiutes
y nosotros tenemos que trazar
la línea acá.
Para Todos
Ah estar vivo
una mañana a mediados de septiembre
descalzo, vadeando la
corriente con los pantalones arremangados y
las botas en la mano, la mochila colgada,
el sol, el hielo en los bajíos
de las Rocosas del norte.
El brillo y el rumor del agua helada del arroyo, las piedras
rodando bajo los pies, chiquitas y duras como dedos
la nariz que gotea, fría,
ir cantando por dentro
la música del arroyo, música del corazón,
oler el sol en la grava
juro lealtad
juro lealtad al suelo
de Turtle Island
y a los seres que sobre él habitan
un ecosistema
en diversidad
bajo el sol
En gozosa interpenetración para todos.
OTROS POEMAS
Para los chicos
Las colinas nacientes, las pendientes
de las estadísticas
están ante nosotros.
la cuesta escarpada
de todo lo que sube
y sube, mientras todos
bajamos.
En el
siglo que viene
o el que le sigue,
dicen que
va a haber praderas y valles
donde encontrarnos en paz,
si lo logramos.
Para escalar estas cimas por venir
una palabra para vos, para
vos y tus hijos:
quédense juntos
apréndanse las flores
viajen livianos.
Quema controlada
Lo que los indios
de acá
tenían por costumbre hacer, era
quemar todos los años la maleza.
y en el bosque, desfiladero arriba,
mantener los robles y los pinos
altos y despejados
con la hierba debajo
y el kitkitdizze,
nunca tan combustibles
que un fuego pudiera encenderlos.
Ahora, la manzanita,
(un arbusto en todo su derecho)
se mezcla bajo los árboles nuevos
con los recortes de las madereras
y un fuego puede acabar con todo.
El fuego es un cuento viejo.
A mí me gustaría
con un sentido de servicio,
respetando las leyes
de la naturaleza,
ayudar a mi tierra
con una quema, una buena
quema.
(las semillas de la manzanita se abrirían después
de que el fuego les hubiera pasado por arriba
o después de pasarle a un oso por adentro)
Y entonces
sería más
como
antes
como cuando era de los indios
Fronteras
El límite del cáncer
se hincha contra la montaña —sentimos
una brisa nauseabunda—
y se vuelve a hundir.
Acá, los ciervos pasan el invierno,
En el desfiladero ruge una motosierra.
Diez días húmedos y los camiones del aserradero
tienen que parar, los árboles respiran.
El domingo el jeep doble tracción de la
Compañía Realty trae a los
buscadores, a los mirones, que le dicen
a la tierra
Abrí las piernas.
El estruendo de un jet arriba, y basta;
cada latido de la inmundicia del corazón
en las venas enfermas y gordas de Amérika
acerca más el límite
—Una excavadora tritura y babea
se da vuelta y vomita sobre los cadáveres
de arbustos desollados vivos
a cuenta de un hombre
de la ciudad.
Atrás queda un bosque que se aleja hacia el Ártico
y un desierto que todavía les pertenece a los paiutes
y nosotros tenemos que trazar
la línea acá.
Para Todos
Ah estar vivo
una mañana a mediados de septiembre
descalzo, vadeando la
corriente con los pantalones arremangados y
las botas en la mano, la mochila colgada,
el sol, el hielo en los bajíos
de las Rocosas del norte.
El brillo y el rumor del agua helada del arroyo, las piedras
rodando bajo los pies, chiquitas y duras como dedos
la nariz que gotea, fría,
ir cantando por dentro
la música del arroyo, música del corazón,
oler el sol en la grava
juro lealtad
juro lealtad al suelo
de Turtle Island
y a los seres que sobre él habitan
un ecosistema
en diversidad
bajo el sol
En gozosa interpenetración para todos.
Versión en castellano de Sandra Toro.
Four Poems for Robin
Siwashing it out once in Siuslaw Forest
I slept under rhododendron
All night blossoms fell
Shivering on a sheet of cardboard
Feet stuck in my pack
Hands deep in my pockets
Barely able
to sleep.
I remembered when we were in school
Sleeping together in a big warm bed
We were the youngest lovers
When we broke up we were still nineteen.
Now our friends are married
You teach school back east
I dont mind living this way
Green hills the long blue beach
But sometimes sleeping in the open
I think back when I had you.
A spring night in Shokoku-ji
Eight years ago this
May
We walked under cherry
blossoms
At night in an orchard
in Oregon.
All that I wanted then
Is forgotten now, but
you.
Here in the night
In a garden of the old
capital
I feel the trembling
ghost of Yugao
I remember your cool
body
Naked under a summer
cotton dress.
An autumn morning in Shokoku-ji
Last night watching the
Pleiades,
Breath smoking in the
moonlight,
Bitter memory like
vomit
Choked my throat.
I unrolled a sleeping
bag
On mats on the
porch
Under thick autumn
stars.
In dream you
appeared
(Three times in nine
years)
Wild, cold, and
accusing.
I woke shamed and
angry:
The pointless wars of
the heart.
Almost dawn. Venus and
Jupiter.
The first time I
have
Ever seen them close.
December at Yase
You said, that October,
In the tall dry grass
by the orchard
When you chose to be
free,
“Again someday, maybe
ten years.”
After college I saw you
One time. You were
strange.
And I was obsessed with
a plan.
Now ten years and more
have
Gone by: I’ve always
known
where you were—
I might have gone to
you
Hoping to win your love
back.
You still are single.
I didn’t.
I thought I must make
it alone. I
Have done that.
Only in dream, like
this dawn,
Does the grave, awed
intensity
Of our young love
Return to my mind, to
my flesh.
We had what the
others
All crave and seek for;
We left it behind at
nineteen.
I feel ancient, as
though I had
Lived many lives.
And may never now
know
If I am a fool
Or have done what
my
karma demands.
(The Back Country, New Directions Publishing Corporation, 1968).
For the Children
The rising hills, the slopes,
of statistics
lie before us.
the steep climb
of everything, going up,
up, as we all
go down.
In the next century
or the one beyond that,
they say,
are valleys, pastures,
we can meet there in peace
if we make it.
To climb these coming crests
one word to you, to
you and your children:
stay together
learn the flowers
go light.
Control Burn
What the Indians
here
used to do, was,
to burn out the brush every year.
in the woods, up the gorges,
keeping the oak and the pine stands
tall and clear
with grasses
and kitkitdizze under them,
never enough fuel there
that a fire could crown.
Now, manzanita,
(a fine bush in its right)
crowds up under the new trees
mixed up with logging slash
and a fire can wipe out all.
Fire is an old story.
I would like,
with a sense of helpful order,
with respect for laws
of nature,
to help my land
with a burn, a hot clean
burn.
(manzanita seeds will only open
after a fire passes over
or once passed through a bear)
And then
it would be more
like,
when it belonged to the Indians
Before
Front Lines
The edge of the cancer
Swells against the hill—we feel
a foul breeze—
And it sinks back down.
The deer winter here
A chainsaw growls in the gorge.
Ten wet days and the log trucks stop,
The trees breathe.
Sunday the 4-wheel jeep of the
Realty Company brings in
Landseekers, lookers, they say
To the land
Spread your legs.
The jet crack sound overhead, it’s OK here;
Every pulse of the rot at the heart
In the sick fat veins of Amerika
Pushes the edge up closer—
A bulldozer grinding and slobbering
Sideslipping and belching on top of
The skinned-up bodies of still-live bushes
In the pay of a man
From town.
Behind is a forest that goes to the Arctic
And a desert that still belongs to the Piute
And here we must draw
Our line.
(Turtle Island, New York, New Directions, 1974).
For All
Ah to be alive
on a mid-September morn
fording a stream
barefoot, pants rolled up,
holding boots, pack on,
sunshine, ice in the shallows,
northern rockies.
Rustle and shimmer of icy creek waters
stones turn underfoot, small and hard as toes
cold nose dripping
singing inside
creek music, heart music,
smell of sun on gravel
I pledge allegiance
I pledge allegiance to the soil
of Turtle Island
and to the beings who thereon dwell
one ecosystem
in diversity
under the sun
With joyful interpenetration for all.
(Axe Handles, San Francisco, North Point Press, 1983).
GARY SNYDER (EE.UU., 1930).