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febrero 08, 2012

GUITARRA NEGRA - LUIS ALBERTO SPINETTA






ADVERTENCIA


Como nadie tiene conciencia del “control” de los manuscritos, y aun
de existir dicha conciencia, ésta no intervendría en mi obra, sino
como referencia simbólica a la licitud de la temática, propongo que
se olvide cada palabra a medida que ella se lea.


L.A.S.



PARTE PRIMERA





I


Yo nacía como un pato salvaje
pero era sólo consumación de brotes.
era eterno mi corazón eterna mi dicha
postrero el cuerpo para criaturarme.


Yo bebía de mi propia carne
como un secuestro de las razones no dadas.
Luego bebía de las viejas comarcas
ansiando que un suelo me proyectase desde la luz
como a un molino sensible
y el cielo me iluminaba
y yo ignoraba a los profetas.


Después me acomodaba en los látigos de la arena
detestando la sed infinita
obligándome dulcemente a echar del olvido al desierto
haciéndome fotos como ángel
                            como trueno
como especie inaudible de ritual corpóreo.


Y el silbido de mi viento interno,
eterno viento dentro de las uvas de las almas,
se consagró en los subsuelos del templo pagano
para perdurar en el antagonismo.
Ya que mis ramas carecen de rezos
Con los que al flotar se lea el horizonte.






II



Estoy en una playa
en la que los vientos hablan a mis oídos
en la que la arena se humedeció como una mejilla
y las botellas le han sido incrustadas.


Estoy tan amigablemente solo
mirando la orilla que va cambiando,
que escucho varias voces internas
y no sé cuál es la que me habla.


Es un momento para pensar en Dios
(comprender que somos parte de una totalidad que nos contiene).


Es la hora en la que toda luz se desespera por brillar
y toda mi sombra se estremece al sentirse sabida.







VOZ DE DIOS

Oigo su gemido de papiro
de suceso que dice
de inabarcable reposo,
de pensamiento.


Y le oigo desde aquí,
desde donde sólo soy su desierto.
Óigole desde el desierto se su alma,
desde la soledad del silencio
y desde las voces de la mía.


Es una flor transparente
murmurada por sus pétalos
y vociferada por su tallo.
Sencilla es su mirada que retorna.
Todos sus colores son la luz que se ahuyenta
y su forma que se corroe.


Más óigole decir innumerables veces:
“Yo soy de otro reino
venid a mí
venid a mí”.






III


La orquídea ha muerto
con su mano desierta e inquieta
que la ha estrangulado.


Un músico dormido
inclina su fatigada cabeza
pereciendo entre la neblina del teatro.


¡Este cuadro me asombra más que mi espejo
cuando oigo el roer de los monstruos que viran a mi cráneo!.







IV


Los puentes de mi conciencia
están desplegados de sus extremos
y flotan en el aire tibio
como cosas dispersas.


Unas tremendas manos vacías
sobresaltan mi soledad
haciéndola aún más inexistentes
pronunciando a tientas
las sucesivas muertes de mi alma,
mi alma de jarrón.


Hoy veo sólo la espuma
Sobre la que retozan
Los enternecidos desechos de mi esqueleto.





V


Pido disculpas a los días de Pascua
por haberme roto la boca
con el humo de la adormidera.


Pido disculpas
a la gloriosa peluca
por haberla pisado
con mi aplanadora de estiércol.


Pido disculpas
A la muerte
por haberme reído
mientras transcurría.


Pido disculpas
al enano
por haberle vomitado un calibre.


Pido disculpas
al blanco asiento
por haberle escrito
mi nombre con sangre.


Pido disculpas al ratero
por haberle robado
la joya robada
y haberla arrojado a su cráneo.


Pido disculpas
por haberme borrado
de la foto a pinchar.


Pero no pido disculpas
por la alegría que tuve
sin saber por qué.




VI


Ignoro quién era ayer yo mismo.
Quién se atrevió a venir en mí.
Pero sé quién soy ahora.
Y soy un corazón
una boca
y un espíritu.






VII



Voy a escribir un cántico
en el que la luz se funda
en el que el desierto llore
y los cielos se ondulen.


Voy a pronunciar la palabra.
Escribiré la carta para mis amigos
el grito para mis sombras
la primera caída y la última.


Encontraré tu corazón del otro lado
en el punto donde todo se junte
pues recogeré tu poema
y descansaré tu cuerpo.

Voy a buscar a la muerte para nacerla.
Alejaré de mi propia vaguedad el vórtice.
Voy a cantar a la luna rosa.
Haré un verso,
prometeré mi calma.




VIII


Disculpadme
trastos y martillos
por apretaros
y conmocionaros.


Esperadme sílabas
que de tanto pronunciar
os borro.


Ved en mí al sin igual terco
resucitando su diferencial demonio.
Y al patinador,
cómico deudo,
esqueleto incierto
de un cuerpo sin brillo.




PARTE SEGUNDA







LA MUJER


Una mujer
desde otra tarde,
salpicada por un profundo espejo.


Tirada en el abismo
con sus menstruos carmín
depositados en el limo natural
con la precisión de besos.

Una damisela realmente celeste.
Vestidos de espumas dilatados,
corsés rosa,

adornos y teñidos.
Una mujer con collares
con ojos manuscritos
con pezones labiales y suaves
con sombreros de pétalos tan claros.




Una mujer dada a su propio mundo,
mundo que la deglute
y que le da los rayos.
Le da canastos con frutas e hijos,
miembros que la deshacen
y la vuelven a nacer.
Barriletes en azoteas,
ligustros blancos.


Una mujer transportada es un misterio.
Donde rozan sus pies dialogan flores
y aparecen sangres.




EL MÚSICO


Acongojado llora
con sus débiles dedos
la furia y el odio
y el lodo
que fue su origen.


Las cuerdas de su instrumento
como míseros revólveres
o quizá tendones de un dios ebrio,
cantan.
Y es sólo penumbras
el despertar de su hora tardía.
Y es sólo tiniebla
el entornar pequeño de sus ojos.


El músico está allí
donde el dolor no puede confundirse
con los ecos del demonio.


El músico es por fin
la tenebrosa ansiedad
de no volverse loco por el tiempo.
La vida que no recuerda nada,
el antiguo reloj en el que cayeron las lluvias.


Su soplido, fresco rechinar del abismo, cae.
Y su cuerpo de quimera y cárceles
va ensordeciéndose del cielo,
y quejándose de la soledad
que pudo por lo menos haber sido incomprensible.


Y así se materializan
los pensamientos del músico
como cruces que se encuentran
acostadas en el vientre.

Y las locas guirnaldas del verano
entreabren su pudor


Y se escucha el sonido.







LOS LOCOS


Los locos corren
por el pasto sin gritos
por la pradera venenosa
y por la piel, entre la luna.


Y los locos giran
sin temor al mareo.
De la casa al árbol,
de la ayuda al horror.


Cuando uno de los locos hable,
los cuerdos, retozando en la penumbra,
oirán el ruido
y verán las verdades.


Los locos que parecen aprisionados
por la muerte selecta del escándalo
tienen pechos rugosos
y bordeados de lumbre.
Y los locos lo saben.
Desde su atónito lenguaje,
por intersticios de meninges espectaculares,
los locos se precipitan
a paralizar el mundo de la muerte.
Aunque más no sea,
para sentarse a llorar.


No hay soles en sus días
y en sus noches
sobreviven los colores de un ojo que no los ha deseado.


Por eso,
y porque la ventosa de fuego
rebalsa de temor
ante la fantasía de los sanos;
el obturador de los locos está presto
como una lanza.
Y al perforarnos de una vez
con una certera puntada entre la vida y el cielo...



EN LA FERIA


Temible multitud
hombres avanzando
espacios muertos.
La delicia implacable
atrayendo cuerpos contagiosos.

Sobornados para no protestar
se reducen unos a otros
en la indescifrable grieta.

Pétalos serenos
agitan su temblor aguafuerte,
respirados por ciénagas.
Respirados ellos:
¿Por qué tiemblan?


La curva colosal
de un ave rápida
y el silencio todavía más vivo
estallarán al amanecer.

* * *

La curva terrena
es una esfinge
corrida en el oasis
por la lengua sedienta
que nunca intentó perdurar.


Parlanchines los cometas y el gentío.
Toboganes oidores del desecho.
Por eso, en la feria,
mediocre, el insulto es primero.


ZAGUAN




Pasan los euclidianos
satisfechos de su mérito.
Pasan los atormentados platónicos.
Los adormilados y hasta los imbéciles
Todos consumen sombra y contornos.
Los veo partirse desde mi boca fresca.
Luego, uno de ellos tira del hilo y dice:
- ¡Pasan tiempos irreales!









EN EL BAILE


Una centena de sapos
bailan alegremente.
El sol ilumina sus cráneos
tan parecidos a los nuestros
y sus uñas
tan enormemente crecidas
como las uñas de un hombre.

Una muchedumbre de piojos
ejecuta una danza
y crece la temperatura de sus corazones
tan apropiados para los agujeros
que nos sobran,
y sus risas se elevan desde el balde.

Al abrir la puerta de la casa
cesan los zumbidos y los gritos.
Entonces se ve cómo la sirvienta barre
y acomoda las alfombras
mientras la melodía que musita el jardín
retumba entre los pliegues de la rumorosa corona.




PAISAJE


La carne nieva
vestida de perla
y los rostros se cubren de gases.

Las platas adornan.
El cuero gime.
La voz se quema en el patio
de las benedictinas.


El suelo baila.
La paz es hueca.
Dentro de su humo
se gesta un diablo sereno.
La fruta cuelga.
Los trozos del cielo
vuelan por el aire.
La piel se esparce
luciendo su hueso.
Y en los aljibes de la limosna
un gato masca las grises monedas
y el enterrador husmea
la ventana de tierra.


La calle resbala
desde la montaña
y el enjambre del verde
descubre su panza.

La paz es hueca
la paz es falsa.
Dentro de su humo
se engendra un diablo
se carcome el topo
se infarta el pájaro.






POBLACIÓN



Van a venir a golpear
al torpe herrero
por haber devorado a su perro
tras la fonda del paredón blanco.


Irán a encontrarse
dos amantes innatos
que no se aman
pero conocen los lugares estériles
donde precipitar.


Detendrán a los viajeros
unos pregoneros borrachos
y los desnudarán
y les robarán las joyas.


Los chicos van a venir
a celebrar en las tumbas
con sus cumpleaños de gasa
sus gorros burlados
sus pasos de nieve.


Se juntarán las tristes hormigas
alrededor del charco de leche caída
sobre el trozo de carne olvidado.


Caminará el sacerdote sediento
los faldones de tierra
que separan las verjas
de la iglesia sombría
a la que ya nadie acude.


El lobo aullará
despertando a la gente
y sólo será su quejido
motivo de vigilia y de espera.


Vendrán a quitarle los rostros
a la falsa abuela
y a la atónita bruja amnésica.







LAS HORDAS SOBRE ITALIA


Está humeante el volcán
sereno terror de lo rojo.
Los rumores escuchados por doquier
disimulan apenas al hombre,
allá lejos,
así confiando en su agonía
por el imperio del Retorno.


Se alza en lo alto esa brisa hirviente
que destruye las cabezas de los pájaros
en un rondar de muerte.
La noche de las hogueras
reclama soldados y difuntos.


Algunos niños han quedado dormidos
entre los senos de sus madres perdidas.
La pira estimula a los perros.
Las lúes envenena el agua y el vino.


Las trompetas de toda una vida
han quedado maniatadas atrozmente a sus sones,
como recortes unidos a un tallo burilado.
Las letrinas ahogadas
escogen el bazar para la compra del sol.


¡Qué eternidad!
¡Qué canción diabólica!
¡La vastedad del silencio sería el rasguño!
¡La hecatombe sería peor!







SOCIETY


Sólo el turbio mote
del alma acorralada y absurda
diluyendo su semen
entre las carnes débiles del barro.

Los árboles corrompidos
que angostan la luz de la ventana.
La carta quemada en el hogar del hielo.


Más allá de la población épica
la que luce los colores de la guerra
la bastarda peregrinación
la imaginería humana.

Y alojados y embebidos en la triste comedia
placeres pagados en oro
horas de cocktails
deseos de asesinar en el aburrimiento.










No hay fe en un cielo de crepúsculos cerrados
Ni hay sombras en un espacio de la forma primera.










PARTE TERCERA





I


El peregrinaje
                     desata el espíritu
                                               en el camino virtual
                    y lo esparce al aire
                                            y cuestiona el lenguaje
          de las cortas estadías.



II


Volvió trayendo sigilo y paz
un predicador.
Vi a su cófrade parado, regulador de enigmas.
Vi promontorios sublimes y atómicos
divisiones en el aire mismo
provenientes del sol.


Del centro de esa descripción cónica
se desprenden abismos que son repartidos.
Y el ojo del mago nunca ejecuta la vista.
El vacío no se ve, está en todo el vacío del mundo.

En esas leyendas, el predicador invita
a las madres a dejar de representar el sudor de su dios ponedor.


Y es inútil persuadirle
de que no hay tal intención
entre los hijos del mundo
que son los venenos de esa excreción.



III
A Grigori Lefimovich Rasputín

Una desesperada mueca ha encontrado el teatrero
en el fondo estaba olvidada
aún sin estar oculta
oscura apenas en el poro de un armiño de la casa.


-¡ Ea!, ¿qué saben ustedes?-
espeta indolente
recurriendo a la tosca pena del encubrimiento.
Y en su fina boca,
alborotado cerebro prominador,
se dibuja un ancho secreto.


Luego se va.
Ha cerrado nuestra puerta sin conocerle las manos.
Ha posado su duda y ha vuelto a sumergirse.
Es tan blanco en el polvo
como en la nieve sangrienta.




25 de enero/76.


IV

Tomen del cuerpo del que corría 
su viento 
en el que se han trasladado sus exequias.


Inunden su alma 
con la energía de toda finitud.


Pero aquel cuerpo huido, 
tan sólo esos perfectos cónclaves de la carne 
trasladáronse al pie del Juez Supremo.

Veredicto: 
Cuerpo móvil, 
continuidad naciente.





V

Aquel cuerpo infantil e hirsuto 
delimitado apenas por la detonación del espacio 
está incrustado corno un ámbar 
en el aparente cráneo del cristal del tiempo.

Y el cristal remuévese en su fluido 
como pasos en la sombra.

Pero aquel inmutable ser propulsado, 
aquella fascinada proyección, 
escapada de la placidez de la muerte, 
se ha conducido hacia la nada.


(Nada, ¿dónde estás tú en medio de esta nada?) 
y de la nada se sugirió su impulso 
que incumbía a todo lo inexistente.


Y desde ese mismo estado inatómico 
escapó como girniendo por el desahogo 
como estirándose 
todo lo inf initarnente misterioso 
de nuestra respiración.









PARTE CUARTA


I

Ocurre en todos los casos 
en que participa la ridiculez 
que se sustrae el símbolo de la idea 
y queda la cosa, 
pequeña cosa, 
aislada sin esperanza y sin mensaje.


Ocurre en todos los casos 
en que participa el ignoto 
que se sueña con la psicología de un proceder 
-idea estéril, acto condicionado-
sin poder evitar la deformación.

Ocurre en todos los casos 
en que participa la verdad, 
que se transforma todo sentido aparente, 
espejo falso, 
en lugares ciertos entre la nada y el infinito.





LAS MUELAS

Dieciséis muelas 
adosadas 
a una boca estanque. 
Las llamaradas 
dejaron un lugar salvaje 
para morir con la lengua.


El puente de este destino de papila 
es salir a contenerlo todo 
como a un sorbo.

Pero no sólo se han condenado a sí mismos 
los buitres de las bocas 
(a veces mueren también hojuelas 
que descansaban fuera de la planta).


Yo, conmovido, 
vuelvo entonces a mi retina. 
Veo dieciséis muelas 
abandonadas allí por la ridiculez.





II


La cara pequeña 
de otras ilusiones 
y otros secretos 
se cubre tímidamente 
asumida en un cuerpo 
arrebatado de luz.


Los cofres dorados 
y sin magnitud 
ejecutan el formato 
de otro mundo indiferente a todo reflejo.


Y la herrumbre de los días 
es un color que vivió en las formas, 
en un error de no haber sido la propia cosa.




LA REINA

Los cabellos de la reina 
asumidos a su cabeza. 
Los dedales que de sus uñas hacen puntas.


El vestido dorado 
sobre la piel escarlata y la corona verde de huesos y musgo.

El mal humor de la reina 
cuando despertó al día 
para mostrarle las marcas de la alcoba 
en la que el rey la toma,


El rey no usa peto. 
La reina y su pañuelo son celestes 
como el principio de la noche.
Por la espesura del campo 
las liebres corren hacia el sol.
Las espigas aparecen más allá de estos campos 
que son su dominio, 
el pobre dominio de la reina de las trenzas, 
la tristeza. 
El oro.


III

Disueltos los fieros 
en los cobardes, 
suenan a ya devorados 
los ecos y las voces de las escuadras de carne. 
Por estas márgenes 
no hay ya más río.

Evaporo los trozos 
de la porfiada línea 
que el sol puede o no dibujar 
sobre las formas.

Para ello y sólo entonces 
acontecen los tallos.


HOMBRE DE LA TEZ ILUSORIA

Posaré la hermosa y serena cabeza en mi almohada 
Desde allí verá una imagen 
Un círculo con mi venturosa cabeza.

Mis manos dormidas habrán mentido 
Habrán tocado la máscara de su suave cráneo 
Y habrán sentido la melodía 
Y habrán de creerlas un sombrero y un pájaro.

¡Las mañanas que toque se partirán en mí!... 
Las lágrimas que venderé por ahí por sus almas 
se reunirán en el alimento de otros seres con sed. 
Y la columna de aire del idilio de los árboles 
morirá con su prosa de hombre cansado de clamar. 
Hombre de la tez ilusoria, 
exhausto ya de clamar a través de sus ramas.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------- 

Yo sueño con el eterno trigal,
ese júbilo del orfebre,
y tengo un niño y un tallo seguidos a mi risa,
risa que se díluye hacia los cuatro puntos cardinales
mientras se acercan otros seres en derredor de esta
espiga distante
(yo sueño que dormitan las pasiones de un Rubens
entre pálidos labios de mujeres heridas).

¡La disfrazada falla de los sonetistas! 
¡La maléfica servidumbre de los victorianos!

Otros artistas pivoteados por posesiones, 
Trotadores que irán cayendo tras aquéllos 
junto a sus sonidos poseídos antes.

¡La rivalidad de mi corazón se daña conmigo!


IV

Últimamente he ingerido demasiados demonios 
he practicado por los alambres, 
alambres que quemaban mi corazón 
y ungüentaban mi conciencia 
Conciencia dormida o muerta 
me da lo mismo.

Pero no sufro 
                     ya que todo retorna 
                                                   y los cuentos de oro 
                                                                                  habrán de convertirse 
                                                                                         en realidades 
                                                                                         de un día. 
                                                    Volveré a mi y la demencia
                                                     retornará al antiguo sentido 
de las charlas alrededor del fuego 
entre las gárgolas del templo.

La luz está muda, ahora, 
cuando resuena sin estrellas. 
Y el campo se vuelve un papel orgánico 
para desmenuzar la pequeña historia 
del miedo a lo inmenso.


DESACELERACIÓN


I

Toma tus terráqueas y ásperas sogas 
y despréndete humildemente de tu trono.

Los arbustos que temblaban en la colina 
se han cansado de palmotear. 
Es insólita tu alma.
Tantas cosas de pie 
elegidas de entre millones, 
saturadas por vivir aquí.

Tantos cometas inconmensurables 
Surcados de cielo (cielo, donde tú habitas).

Y los hombres, tú y yo, 
un conjunto en lo absurdo. 
En lo que el sentimiento de una magia 
se une a la forma 
alejada de toda indigencia sin vida, 
comenzada a ser hacia el futuro. 
Futuro que tarda en abrir sus ojos 
que tarda en ansiar su trópico 
que nos da de comer hasta la muerte.

II

Pero la atrofiada mandíbula... 
Estamos atrofiados por demás. 
Aun si no tuviéramos bocas 
estaríamos comiendo carne apenas con los párpados.

III

Por la orilla secreta 
Ovillan las sentencias 
Rebalsa la magia 
Ruedan las calles.

IV

Lo importante es que escriba cómodamente: 
"Repite con la persona que amas 
que eres responsable del destino". 
Brama en la penumbra de tus días. 
Consigue exhalar la muerte, deslizándote, 
Derroca al líder de tu maldad y ahórcalo.

V

Cántate una canción reivindicatoria 
mata al hijo de los dioses 
conecta tu máquina del tiempo.

VI

¿Consigue aquel disfraz parodiarte más que tú mismo, 
en tu carcomida vislumbre? 
¿Ves nacer algo o crees que sólo hay muerte? 
¡Vamos!
Rodéate de tus espejos 
y cuando entumecido, 
cuando despreciado por tanto abuso 
y tan descarada mentira, 
intentes absolverte con una ráfaga de emoción, 
verás que tu corazón se pudre 
irremediablemente seleccionado para caer. 
Entretanto se enceguecerá la imagen de tu alrededor 
quemado ya por la última farsa.

VII

Así comenzó tu propia maldición, 
En tantos años de vigilia, 
a través de una locura de largo tiempo, 
a la que escondiste vanamente 
entre tus mártires.

Y tu cara comenzó a rasparse 
contra la calavera, 
tiñéndose de la humedad típica de la muerte. 
Y manos desconocidas 
cavaron una desolada porción de tu tumba 
para ser completada con unas tristes violetas.

VIII

Pensé 
que habías salido de viaje 
acompañado de tu sombra, 
silbando, 
hablando con el ti mismo. 
Por atrás de una llovizna.



EL MISERABLE

Desencajados los enormes océanos de tu plegaria a nadie, 
discreta palabra, 
saludo al éxodo de la virtud.

Dilapidados los lingotes de tu estadio de crucifixiones.
Saciado el oro en su sed de manos malditas 
Y arrojado a la turba el guisante de la demencia maestra 
Bebido tu vino, 
ya nada permanecerá en tu corazón. 
Sus sentimientos y sus alegorías 
se habrán marchado hacia el latir de otro reposo.

¡De entre las brasas de tu alberque 
cantarás nuevamente tu canción diabólica!


V

¿Qué hermosas mañanas veré en esta ceguera? 
¿Y qué plácido encuentro dará vueltas sin llegar al mundo?

Ahora no son sólo las memorias 
las que arriman sus dibujos de diarios. 
Están también los hálitos 
El espíritu 
Los antepasados.

Cuando esta cabeza sea atravesada por el sol, 
la misma vida ondulante 
sentirá estremecer su cráneo. 
Y despierta, voceando su incertidumbre, 
resbalará por los peldaños 
ausente de toda tenebrosa razón. 
Perdida entre las especies de antaño.

Y entonces: 
¿Qué voz de cristal endulzará el alma? 
¿Qué juego habrá? 
¿Qué grito?


PARTE QUINTA


I

Hay una locura intensa 
que necesita un cuerpo y una fulguración 
y se desarrolla lentamente 
en el tiempo 
o en la eternidad de un tiempo.

Y hay otra locura 
periódica, 
de la sangre y el alma, 
que es fugaz como el sol, 
que no admite desarrollo ni duración alguna en el tiempo.

Que es un llanto, 
instantáneo resoplar del cuerpo, 
y que sana, distante, 
en un elixir que difícilmente se prueba.


OK

Antes de saber que era una piedra 
Ese señor ya había desaparecido 
Su señora husmeaba los lugares 
con un velo de pena.

Pasaba delante de su propio marido, sin verlo 
Volvía llorando 
a dormir sus lutos con el verano que podía.

Como todo seguía igual 
decidió mudarse. 
Y se llevó solamente una valija como un juguete.

A los pocos meses 
el marido sobrevino de la nada. 
Y desapareció la piedra 
sin haber sabido que fue un hombre.



MÁS PELIGROSO QUE...

Penetraron inexplicablemente 
quince monos en mi habitación.
Comencé a llorar, 
a pedir auxilio. 
Y mis vértebras hervían.

Uno de los monos tenía un revólver 
y comenzó a disparar. 
En menos de un minuto 
eliminó a los otros catorce. 
¡Ahí vi mi aventura! 
¡Cómo se deslizaba fatalmente mi suerte!

Luego me habló de la muerte absoluta, 
algo con lo que advertí que dañaba mi conciencia. 
Me apuntaba mientras tanto 
y le supliqué que se fuera.

Pero el mono me disparó a mí también. 
Mientras moría, 
vi renacer a los simios. 
Recobraban la vida rápidamente 
y escapaban de mi cuarto.


II

a José Orríes e Ibars

Con los roperos, 
viviendo con los roperos, 
aprendió a saludar 
con ruido de puerta.

Le parecía insignificante su actividad en otros cuerpos, 
siendo madera. 
Veces hubo en que fue bisagra o picaporte.

El tiempo pasó enorme. 
Lo único que no aprendió 
fue a reír en esa situación, 
pues los roperos no se oirían reír 
entre tanta locura y tanta espera,

Al morir dejó dicho en un papel: 
"Me voy de aquí a esperar 
del otro lado de mi fin 
una sonrisa de todo lo amorosamente imperturbable".


III

Sólo los filos inesperados de la noche 
con su eterna copa de negro aluminio, 
su sonrisa gigante 
sus párpados de abismo 
sus sueños antiguos 
su silencio, su muerte.

Sólo la paz que busco en esta noche: 
¿Llegaré a verla, a verla en la luz? 
Confirmaré la profecía del cerebro. 
Luego, un sueño mecerá mi mano en la brisa,

Sólo en la noche entornaré mis hendidos espejos. 
Las clavijas deberán anunciarme las grietas, 
las quebraduras. 
El vacío interior.


AVE FÉNIX

En lo que recuerdo que era mi cara 
veo sólo una inmensa hoguera. 
Mis labios ya secos por el intenso bramar 
y una palabra gritando en el cielo quemado.

En aquella forma perdida de la que recogí mi cuerpo
vi estremecimientos involuntarios y gestos de miembros vacíos.
Vi una eterna fila siguiendo cadáveres que se bañaban,
Oí una estrepitosa maquinaria sin silencio.

Entre mis petates encontré luego una carta mojada y deshecha.
Eran las plumas del pájaro que vuela sólo una vez. 
Toqué pulmones de su hálilo, 
imágenes con vísceras de su exhalación carnal y primera.

Y vientos nacarados y resquebrajados infinitas veces 
ante la violencia de su nacimiento.


PARTE SEXTA

Traspasó la luz un germen que era indómito, 
y atravesado éste, 
vaciló un instante.

Luego recobró su paso en la marcha uterina. 
Sintió que iba a producirse un momento de magia: 
Una ovulación.


SONETO INTRAUTERINO

Desde el oráculo del vientre abierto se ve una placenta 
Es una figura de mármol que adquiere movimiento 
Apenas un espejo y un sol parecen los destellos del fondo.

A la vez, una melodía recorre el eco de este espacio. 
La naturaleza realiza su descripción 
Y nosotros emitimos la fe de nuestro secreto 
Y se sabe que en un suburbio del abismo perlamos nuestro ahogo.

Madre eterna, tu creación es serena.
Es la seda que el tiempo no corrompe.
Porque su alma vuela hacia la luz.
Porque su corazón se ilumina de magia.


EL ÁNGULO DE LA VIDA

El ángulo de la vida 
es una semilla. 
Las trabajosas hileras 
que nos dieron años de respiración.

El secreto del árbol
consiste en proyectar la luz,
la luz de los rayos del cosmos
y las últimos fuerzas que resucitan desde el fuego del centro.

Y el atisbo del fin 
                       es el desierto interminable 
                                                       inmerso en la finitud 

                                          de la que nace el árbol.


II

Enumeramos ahora ciertas cosas: 
CUERPO, CIELO, PALABRA y ACTO.

Cuerpo es el sinfín, donde experimentamos cada sensación por separado, 
como granos de arena y cada sensación en su totalidad, como arena.

Cielo es el punto al que nuestra vista identifica 
más velozmente, por cubrirlo todo.

Palabra es la cara de la voz y es el sitio intermedio 
entre el cuerpo y el cielo.

Acto fue el de los hombres que, al verse atrapados 
en el paraíso, intentaron escapar del cielo.


III

Feliz es el día 
Feliz es la noche 
Feliz es el cielo 
por cambiar todo el tiempo
sin moverse de sitio.


MIRADA

Los pájaros en el oriente 
son mensajeros de la luz. 
En la continua respiración del valle 
los animales han vuelto a serenarse 
en sueños 
Y las brisas pasan lentamente.

Alguna trompeta, en ese amanecer, 
intentará exhalar la lejania. 
Es su sonido 
surcando las enigmáticas plantas del verano.

Hasta que se venza esa mirada 
y vuelva a caer el manto de la noche 
y se entumezca levemente la nostalgia en las sombras.


IV

Intensa luz azul 
de rayos y de veranos: 
¿Era triste la flor que disipaste en tu viento? 
¿Frágil la libélula natural? 
¿Anciana la marmita de resplandores ocultos?

Ágil color que serpenteas la mente: 
Debiste venir con el señuelo del sol 
Y hubieras descansado junto a los hombres.


V

Una eternidad después 
de la consagración de nuestras estaciones 
seguimos encerrados entre instintos.

Muere toda ternura. 
Estamos siendo arrasados 
por el tiempo de la vida.

El despertar se demarca junto a las actividades del sol. 
- Todo escarba y arroja de sí mismo las basuras de la noche o de otro amanecer súbdito. 
- Lejos, las escorias de la vendimia infinita continúan clamando. 
- Pero todo está tranquilo. 
- Ante esa fantasmal incongruencia de borrascarse viendo a la futilidad estremecernos, sólo ha de presentársenos como visión un enorme monasterio en el que recluirnos por siempre.



PARTE SÉPTIMA


DEL PORQUE DE LAS PLAYAS

El hombre que camina y no sabe lo que busca 
se ha declarado arena 
y podría sentirse sol entre las algas y los ripios. 
¡Loco acantilado consumido y no acostado nunca!

Porque la playa es un lugar de ciertos sueños 
hacia donde emigra la cabeza del enigma 
y se hace sal el universo. 
Atrás quedan las gaviotas, el agujero de las nubes. 
Esas aguas se conservan entre el viento.

Alguien que ha jugado y se ha dormido 
ya es el cielo. 
Se ha tomado de sí mismo 
en un abismo mudamente coloreado de cerezas. 
Nadie descubre al hombre solo que no busca lo que quiere, 
pero desde adentro sabe transformar. 
A veces se comporta como un último lugar. 
Porque sí, desde hace mucho.

Hasta que el agua le haga dientes y riquezas 
y le socave el vientre de los nidos 
y los ojos casi carne del éter 
y el hombre ya no esté. 
Por más que se lo quiera buscar, no esté 
ni como piel, ni como piedra, 
o esté jugando a ser como la roca.

1969


LAPSOS

Haber descifrado la madeja 
Haber inquietado estos sentimientos.
Prolongado estos lapsos 
Inundado estas ideas y estas palabras 
Es sólo haber pasado por un aire 
Sin reflejos siquiera del código del tiempo.

Todo este espacio fue eterno, 
¿Verdad, antigua poesía? 
Anterior lucha? 
Lejana canción? 
Silueta de los labios del último verso?...

Todo este tiempo fueron humores, 
una hilera de cadencías 
una cuchillada retirada del cuerpo 
una herida vaciada 
un leve sueño.

Y el país entre este signo 
y aquél último 
(el último rincón mirado, 
la recóndita falencia representada) 
es el país de la huella.

¡Hibridez de un territorio! 
Aprisionamiento entre aquella y esta "carne". 
Intertapiado de rumores 
entre eslabones y paredes 
de la única poesía. 

Poesía que sangra 
y al detenerse abre la frontera 
y sopla los papeles vacíos. 
Dice denuncias de ese absoluto dios poético 
dios de la miserable porción de infinito entre estas palabras 
y las que vendrán.

8 - X - 75


I

El suelo era turbulento 
en esa la tierra distinta y pelicular 
donde las apariciones 
brotan desde el suelo, como semillas.

Propondría que eran
antiguas repeticiones
Inseparables pseudópodos de un núcleo
Mechas
Alcaloides florales
Herrumbre
Futuro.
Así viajan las delgadas hojas de toda esta retícula nueva y
húmeda del secreto onírico de aquella imagen. Imagen en 
la que sucedieron y se formaron corpúsculos móviles.
Imagen en la que hubo viajes que despertaron en la ventanilla de un tren reseco.
O viajes de pasar a través del coral del cuerpo.

El ojo del sueño que es ese temporal, 
el crepúsculo del sueño (de ese ventearse) su orgasmo: 
¿Es exaltado por el minúsculo movimiento del cuerpo de aquella célula?

Esa contención manifiesta una húmeda vida que se mueve, 
generando así que se mueva una tenue potencia de otro 
teatro inexorable, no-manifiesto, no-condescendiente ni expectante.

                                          Es lo halital 
                                          Lo que no condena 
                                          pero tiene su verde mito. 
                                          Tiene un sentimiento 
                                          Un amor perceptible 
                                          Un límite en su propia vena.


II

Invítame a complacerte 
y desearte 
Desmiente las carnalidades 
Subyuga por entre los ecos 
todo rito de aproximación 
Descárname 
Pues al verte huiría

Pero si al percibirte en un más allá 
supieras guiarme, 
yo sería tu minúscula sonrisa 
y reiría.


III

Largo 
hacia el cielo 
morada 
desdicha joven 
piedra azul

Cadenas calcáreas 
Bodas del río y los peces

Más allá 
los inalcanzables retornos del beso

La prodigiosa estela de tu boca 
retenida apenas por el oír de su palabra 
contenida por la señal 
contada por la poesía.


IV

Suave 
renace un aire en tus ojos 
que iluminan pasos diferentes. 
Los rostros enloquecidos de adentro
han comenzado un descanso 
un reflejo tuyo que se insinúa perpetuo.

Hueles a nube 
tus caricias irán calmándome.

El destino es loco y anciano,
No dejará de perder 
una costumbre de nosotros.

Cuando las horas pasen 
no habrá momento ni memoria 
y reiremos saludándonos.


V

Y loca tu eterna boca maquillada de verano
extraña y rebelde 
nos ha dejado su beso.

Ese almizcle nos ha hechizado 
Nos ha supuesto tus hermanos 
Tus congéneres 
Tus tatetíes 
Tus dioses.

Y por entre la dificil caricia de la obra, 
como recibiendo por fin la mágica verdad, 
hemos comprendido que sólo somos tu retorno.

Entonces, ven, sigamos besándonos dulcemente, 
pues somos tus hijos.


TU VIDA

No llegues a mí sin pronunciar mi nombre 
No te acerques sin que la lluvia te haya besado 
Ni los iluminados te hayan respondido 
Ni pequeños pájaros azules y verdes hayan volado sobre ti.

Abre la ventana que te acechaba, 
que miraba hacia adentro 
y cubría tus ojos de deseos ignotos 
(La virtud asomará como una señal en los vitrales), 
y al olvidar, al volver, 
serás la misma.

Entonces no te acerques sin que cure tu mal. 
Y huya tu muerte. 
Yo soy tu vida. 
Malentiénderne.


LA MUJER INOCENTE

Las calles se hicieron espesura 
cuando te aventuraste 
y durante el verdor 
reíste de la penumbra.

Las páginas de los libros 
se amarillentaron 
cuando avanzaste 
y hablaste la palabra del nuevo día.

Los cánticos se entumecieron 
cuando Dios hizo sonar tus labios cual gotas.

Estas remembranzas 
están impregnadas de ti 
porque dormiste 
cuando intenté rodearme con tu noche.


VI

Sé que tú me sientes deambular en tu conciencia 
Oyes cómo retozo por la pradera 
con tus manos y con las mías 
superpuestas en el aire que rueda al caer tu párpado.

Ves que también hay un milagro tuyo 
Se abre junto al intenso pétalo de la luna.

Tu ropaje se ha trastrocado con mi visita 
y se esconde como una anémona que agoniza 
sin extrañar la vida. 
Vida que le damos tú y yo en este infinito descanso, 
este laberinto que nos desnuda 
y yergue a nuestras ansias, 
luces ebrias ya del vino de su estío perpetuo.
Almas a solas en su descabellado pedido.

Pero he vuelto a la placidez de mi mano, 
ese sueño que se acomoda para acariciarte. 
Ya no temo que un súbito girar de su dedo ocre y deforme 
haga trizas el rasgo de tu pausa.


ESCORIAS DIFERENCIALES DEL ALMA DE LA LETRA POÉTICA


I

Los enviones de la noche alientan el mensaje de los árboles con sus uvas y de las manos precarias de la tiniebla buscando el río.
Las márgenes del río, desenvueltas junto al arrebol de otras ánimas manjares, esperan a las ranas viajeras, entornando las aguas burbujeantes que son su magia de descenso y de juncos.
En el interior de esta alma nocturna, revelada al cielo por el color de la luna que recibe, los prodigiosos peces se enamoran de una danza termal, eterna propagación de cristales internos, y antes del alba se consumará para lo eterno, todo ese brillo y toda esa calma.


II

Más allá del recoveco de lo pensado, 
pensado sin referencia, 
que sería inútil eco de la impresión, 
una voz medular recorre las vírgenes. 
Enardecida, crea el oído deshipnotizador, 
medita muerta como los goznes.

Las mismas órdenes a los mismos miembros. 
Columpio que no se evita jamás 
y es verde. 
Verde igual a un deseo.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 

La sorpresa que no se consume 
está detenida en un paraje inexpuesto. 
La sorpresa que no se representa 
es un momento de ese paraje, 
lanzados sus limites hacia aquí, 
mientras las células de ésto 
rodean algo con su débil perímetro. 
Y en ese enfrentamiento no hay conciencia 
(si no hay sorpresas 
si nada fue escogido, 
ya que nada ha servido para alguna conmoción).

Entonces, de todo, 
del ser y el paraje 
sólo quedan extremos. 
Es la lejanía de nuestros propios dedos 
la otra sorpresa 
la otra colisión.



III

Se torna difícil escribir con la misma brutalidad con que se piensa.

Se torna raro advertir los desmanes de algún término equivocado, porque la valentía de estos signos nos va proponiendo otro idioma despierto.

Pero en la brutalidad, en esa orfandad de tersura de los pensamientos, de tanto drenar el adobe corrupto de los otros, no hay salvación posible que no contenga a la muerte, que necesariamente no reanime su sopor con una parálisis perfecta, quizás un shock elertrocutor o un despiadado estrellarse de corpulencia inacabada.

La totalitaria vergúenza de estos pensamientos locos, se desenmascara sólo para proyectarlos contra las fragmentadas evoluciones de la carcaza consciente, redimiendo esa incontenible borrasca animal con un grito, una contracción del gesto teatral de la sílaba.

Veo que la brutalidad del pensamiento es tan sólo otro pensamiento que se ejecuta con violencia y perece estampado contra su propia sombra como los objetos arrasados por la bomba de Hiroshima.

Es obvia la deducción: el pensamiento animal que proyectamos es tan selecto y vigoroso, que sólo dura el instante fugaz de una mariposa concebida al azar.

Pero en el atropellado desfiladero de la mente expuesta al sufrimiento de las miserias sociales distintas -por siempre distintas sean las miserias de vivir en la poesía, de aquellas en las que vivir en la poesía representa un complot para saciar al estórnago-, la soledad de estas barbaries mentales ejerce sobre el resto de los pensamientos una corriente de energía liberadora.

Por los agujeros que profanaron estos brutales delirios al detonar en su corta existencia, pasan centenares de delicadezas e idilios, y son estas prometidas certidumbres las que nos permiten iniciar y luego ahogar el verdadero diálogo con el universo.


IV

La boca cansada de cantar por el cuerpo promete un silencio y entonces todo queda coronado lentamente y se transforma en un corazón.

Los designios instantáneos del afuera quedan, por consentir que el silencio los absorba, anidados en el sereno adentro y esta mutación esencial del sonido traduce voces de estrados diferentes de alucinación, espectros vocales de otras ciudades despiertas, adosadas como palmas delebles a esta otra magnitud.

Llovió, y en la celebración que sigue a la lluvia, las criaturas nocturnas emiten una energía de misterio que no cesa de contagiar al viento para que agite alguna flor todavía despierta. Es inmensa la conoentración de las plantas, el increíble pensamiento de aquella raza callada bajo la lluvia; es tanta la fuerza de las ideas agrupándose para la descripción de esto, que no es posible ni el rumor de la menor de las nostalgias.

Sólo el ulular del pelaje y la ropa, y el concierto de las llaves cerrando el candado, los rincones de las plantas sostenidas por puntos levemente en éxtasis de agitación, columnas de órganos de pasos de ciempiés indescubribles, gargantas verdes de pistilos locuaces y cimbres de tallos.

Algunas hojas brillantes caen indistintamente alrededor. Ahora comprendo que el suave viento precipita la caída de las gotas apenas imantadas, desorientando al oído. Sensible concierto; todos esos ruidos circulares y claros disimulan, quién sabe por qué complicidad cofrádica de la noche, la presencia y los pasos de los fantasmas allí convocados.


V

Este verdadero poema 
no ha sido resuelto aún, 
pero quiere vivir bajo su forma
Aquí, 
como sea.

Yo intento atraerlo hacia nosotros, 
creo poder transmitir apenas un mote de su espíritu 
y en ello dejo buena parte de mis comisuras.

Quizá con el tiempo 
las estrofas y los versos se resequen 
y musiten desde entonces 
un sórdido dibujar de su descreimiento.




LUIS ALBERTO SPINETTA (ARGENTINA, 1950-2012)






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