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noviembre 03, 2006



De los labios dudosos y por
demás pintados de mi abuela
supe de los primeros en llegar:
gitana de las cuevas, ella.
Él, contrabandista.
Rapto por medio
y un barquito a Brasil.

Después no sé por qué Morón,
el almacén. Jabón para lavar
el karma de esta familia venida
a convertir en polvo 

todo lo que flota.


Sandra Toro




POEMA EN LINEA RECTA


Imagen: Alberto Molina Navarrete







Nunca conocí a nadie a quien le hubiesen roto la cara.
Todos mis conocidos fueron campeones en todo.
Y yo, que fui ordinario, inmundo, vil,
un parásito descarado,
un tipo imperdonablemente sucio
al que tantas veces le faltó paciencia para bañarse;
yo que fui ridículo, absurdo,
que me llevé por delante las alfombras de las formalidades,
que fui grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que recibí insultos sin abrir la boca
y que fui todavía más ridículo cuando la abrí ;
yo que resulté cómico a las mucamas de hotel,
yo que sentí los guiños de los changadores,
yo que estafé, que pedí prestado y no devolví nunca,
que aparté el cuerpo cuando hubo que enfrentarse a puñetazos,
yo que sufrí la angustia de las pequeñas cosas ridículas,
me doy cuenta que no hay en este mundo otro como yo.

La gente que conozco y con la que hablo
nunca cayó en ridículo, nunca fue insultada,
nunca fue sino príncipe -todos ellos príncipes- en la vida...

¡Ah, quién pudiera oír una voz humana
confesando no un pecado sino una infamia;
contando no una violencia sino una cobardía!
Pero no, son todos la Maravilla si los escucho.
¿Es que no hay nadie en este ancho mundo capaz de confesar 
que una vez fue vil?
¡Oh príncipes, mis hermanos!

¡Basta, estoy harto de semidioses!
¿Dónde está la gente de este mundo?
¿Así que en esta tierra sólo yo soy vil y me equivoco?

Admitirán que las mujeres no los amaron,
aceptarán que fueron traicionados -¡pero ridículos nunca!-
Y yo que fui ridículo sin haber sido traicionado,
¿cómo puedo dirigirme a mis superiores sin titubear?
Yo que fui vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.



Trad. Santiago Kovadloff




ÁLVARO DE CAMPOS, a través de FERNANDO PESSOA (1888-1935).







octubre 25, 2006

DOMESTICAR UN CARACOL




Domesticar un caracol es
un trabajo para pocos.
Primero hay que encontrar 
el adecuado, salir 
apenas para de llover
o a la hora del rocío
y buscar detrás de las macetas
o en el tronco de un árbol.
No dejarse engañar por los que escalan
la pared como expertos alpinistas,
inclinarse más bien por los pequeños
algo débiles para acarrear su casa,
esos aceptan de buen grado
un dedo que les acorte el viaje.
Después hay que ocuparse de hospedarlo.
Una pecera vieja suele ser lo ideal
bien acondicionada con tierra,
musgo, alguna planta.
No olvidar mantenerla siempre húmeda
es, por supuesto, indispensable.
Lo demás es cuestión de ser paciente,
hablarle siempre sin importar de qué
y sobre todo bajarlo
cada vez que llega al borde
hasta que aprenda a sentirse como en casa.





 

ANALISIS TARDIO




Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa;
que todo aquello que toco ya lo he tocado;
que soy prisionero de un interés indecente;
que cada convalecencia es una recaída;
que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo;
que también el humorismo forma parte del bloque inamovible;
que no hago otra cosa que reducir lo nuevo a lo antiguo;
que no intento todavía reconocer quién soy;
que he perdido hasta la antigua paciencia de orfebre;
que la vejez hace resaltar por impaciencia sólo las miserias;
que no saldré nunca de aquí por más que sonría;
que doy vueltas de un lado a otro por la tierra como una bestia enjaulada;
que de tantas cuerdas que tengo he terminado por tirar de una sola;
que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre
y por lo tanto pura;
que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza.




Pier Paolo Pasolini

(Versión de Delfina Muschietti)



octubre 17, 2006

EL JARDIN DEL ANGELASTRO




I

La mujer con sombrero se corrompió / en pleno solsticio de verano. / Primero se probó uno / y otro frente al espejo oval / que invariablemente le fruncía el ceño: / —Este te hace zíngara // —Este estrella fugada / —Este te levanta la pollera y husmea. / No conforme con ninguno / se alejó del espejo y del sombrerero / aunque él la corría arrastrando una boa / que se le enredaba entre las piernas / poniendo en riesgo su escasa integridad / mientras insistía en llamarla a los gritos. // En el jardín nevaba lila / como siempre en diciembre / y la mujercita —que a fuerza/ de ser llamada REINA había empequeñecido— / se acurrucó en la hamaca y se mecía / mirando con tristura el asiento vacante / cuando el Angelastro / que la vichaba desde arriba / sacudió la glicina con tantas ganas / que comenzó a nevar más / y más, hasta enterrarla. / Hecho lo cual el susobicho / consciente de su atropello se descolgó / de la rama más alta / no sin quebrarse un alita / dispuesto a escarbar hasta verle / asomar la punta de la nariz. / Ahí nomás / le insufló sus alientos afrodisíacos / y de la nieve no quedó /más que un charquito flúo. // —Uy qué vibraciones, Angelastro macabro, /pervertido y maleducado!— le reprochó / en tanto retorcía los calzones / y los colgaba a secar al sol. / Él se deshizo en fornicaciones/ términos médicos y morfológicos / (los cuales eran su especialidad)/pero no la convenció ni medio. // En eso salió el sombrerero / portando mantel y tetera de porcelana, / listo para tender la mesa / bajo la violeta parra. / —Tiempo! arbitró, haciendo sonar el pito /que le colgaba más por coquetería que por utilidad. /Hora del té. / Eso fue demasiado. / La constipada barajó la indirecta / y cedió por eludida. Menos mal / le quedaba un paraguas sin abrir / y procedió a darle uso para salir flotando / sobre los tejados. // El Angelastro, por más que batió / y batió el alita sana, /no consiguió sino perder algunas plumas / que el sombrerero se apresuró a juntar/ para coserle a su boa. // La mujercita a esas alturas / ya se llamaba a sí misma Mary Poppins/ y pomposamente fue a aterrizar / al otro lado de la ruta. /  Se desprendió las hojas secas y suspiró: / —Bien pude haber salido mal parida / como la virgen tocaya... /Y después se alejó cantando / al mejor estilo Julie Andrews.


II

 
El Angelerdo se quedó / sin trabajo a partir de los hechos. / Quiso pedir subsidio por invalidez / y los santos lo sacaron / vendiendo estampitas: “Qué te creés / que estamos en la antigua Grecia” ”Qué es /eso de arrastrarle el ala a una señora terrestre / por muy voladora que parezca” // Por esos días empezó a desentenderse / de los otros entes celestes que / le gastaban bromas pesadas / por el alita mocha. / Al final metió la aureola / en la mochila y se fue. // En eso estaba, bajando la escalera de Jacob / cuando la Poppins lo interceptó en un descanso: / —No puede ser que nos separemos así / antes de habernos encontrado/ —le espetó. A lo cual / él no supo qué responder. / Por supuesto ella lo tomó como un agravio / y se dio vuelta entera / mascullando entremeses como paspado / maricón y otros términos freudianos. // En el transcurso de la bajada volvieron/ a encontrarse en ocasiones. /Algunas se ignoraron, otras / se lanzaron miradas / improperios / las peores, objetos contundentes. / Uno de los cuales fue a horadar el paraguas / devolviéndola al rol de doncella en apuros. / "Esta es la mía", pensó el Angelisto / y sin más preámbulos realizó / un picado admirable / (teniendo en cuenta su precaria condición) / e hizo tierra justo / para recibirla en sus brazos. // La damisela perdió el conocimiento en la caída / para volverlo a encontrar en el triangulito / del escote del Angelindo / por donde asomaban unos pelitos muy viriles. / —Dicen que los ángeles no tienen... / —empezó a parlotear ni bien recuperada / pero él no la dejó seguir / y antes de que se arrepintiera se la llevó a los pastos / donde por largo rato se vio / un revuelo de plumas / y unos extraños fulgores / como fuegos de artificio.

III


De esperarse era que Oropéndola / adquirido nuevo nombre tras sucesivas / sesiones de frotamientos angelicales / trastocara también sus formas y sus fondos. /—Al final vos buscás lo mismo que todos:/una mujer con alas /—dicho lo cual batió sus ídem / como por vanidad o efectismo / y alzó el vuelo entre los pastizales / dejando al Angelento patizambo y maniroto / ante tremebundo vituperio. / Él, dado que su conocimiento de las féminas / se reducía a los anuncios de “Siempre libre”, / se sentó a esperar que cambiara de parecer con la luna / como había observado ocurría / con las más de las mortales. // Entretanto Oropéndola sintió tumultos en el vientre / un como rumor de peces. Y santiguóse:/ —¡Angelorro libidinal, descuidado y procreativo! / El plumaje recién estrenado se le alborotaba / con los espasmos y contorsiones del bajobombo / —Menudo qui... / —no pudo terminar, pues ya asomaba entre sus belfos el huevo. / Con sorpresa avistó al primogénito / digno de zares, tales sus pedrerías, turquesas y oropeles. / Pero el impulso del recienvenido / la había arrojado lejos / tendida sobre la espalda / y al levantarse dolorida comprobó / —no sin alaridos, ladridos y otros alardes— / que las negrísimas alas / habíanse desprendido porsiemprejamás. // Por fortuna el sombrerero/ todavía oficiaba de anticuario / y amante como era de coleccionar naderías / se las aceptó en canje por una capa seminueva. / —Tomá, ponetelá. Mirá si vas a andar así / que no se sabe bien qué sos / y a qué género pertenecés. /A Caperucita empezaron a rodarle/ redondas lágrimas que al tocar el suelo/ se convertían en jabones de glicerina/ que ella recogía y guardaba amorosamente junto a su Fabergé. // —Daaale. Deciiiiime que llevás en la canastiiita / —inquirió el sombrerero / con una risa llena de dientes. / Y ella, viendo que empezaba a despuntar la luna llena, / se apuró a despedirse para huir / toda prisa y tropiezos por el camino del bosque.

IV

El bosque abrió la boca / y se tragó a Caperucita. / Como a Jonás en la intimidad de la ballena / la recibieron toda clase de colgajos / y babas y líquenes que se le adherían a la piel. /—Esto parece obra de Julio Verne / —susurró a Fabergé, que continuaba sin salir del cascarón / dormido en el fondo de la canasta. // La mujercita caminó, corrió y revoloteó entre las orquídeas / hasta que al fin se declaró perdida. / Súbitamente se encontró cara a cara con el árbol / un ejemplar que la dejó sin respiración / así de hermoso él, con un tronco lleno de nudos / y una melena negra arriba / de la que provenían extraños rumores y perfumes. // Caperucita se quitó los zapatos y apoyó un pie en las raíces salientes, / luego el otro, guardando el equilibrio / puesto que el árbol en cuestión había crecido / en la margen de un río de corriente voraz. // Ni bien estuvo firme extendió los brazos / cuanto le fue posible y se abrazó / a la humedad del tronco que daba la impresión / de haberla estado esperando. // Fue al alzar la cabeza cuando vio los frutitos / raros, de un color naranja como de terciopelo. / Estiró un dedo y los tocó en toda su redondez / estaban cubiertos de un vellito suavísimo / y bajo su tacto se encogían levemente. // Lo único importante entonces era alcanzarlos. Tanto / que en un intento la canasta / se le zafó del brazo y fue a dar de lleno a la corriente / previo bambolearse un buen trecho entre las piedras. / Caperucita ni lo notó dada su hipnosis / se estiró y estiró hasta rozar / los frutos con los labios. //  Sacó la lengua y lamió / hasta que empezaron a gotear una miel / que se le escurría por el cuello / mojándole los muslos. / Fue ahí cuando el árbol la rodeó con sus ramas / y la frotó con otros frutos ocultos / tan fragantes y flagrantes que embobaban los sentidos. // Los jugos del árbol bañaron a la mujercita / que abría las piernas y la boca / entonando sonidos como ruegos o canciones salvajes. / Así permanecieron, ella / arañando las lianas/ que la sujetaban con fuerza y la enroscaban / y se le metían por debajo del corpiño. Él, / estrenando prolongaciones para hurgarla / y hendirla y perforarla mejor. // Hasta que no se pudo más / e hincó los dientes en los frutos / que primero sangraron y después / se deshicieron en lágrimas mientras el árbol / se sacudía, y a cada sacudida / le temblaban las hojas y las flores / empezando a caer como una lluvia lila. // —Ahora sí te reconozco —le reclamó con la voz todavía entrecortada—/ Angelárbol mendaz, engreído y traicionero./Y sin esperar respuesta se lanzó río abajo / a la corriente espumosa que se la llevó / en andas en un santiamén.



Sandra Toro



 

"No puedo ya ir contigo, Peter. 
He olvidado cómo volar, y...
Wendy se levantó y encendió la luz: 
él lanzó un grito de dolor... » 




"Peter Pan", James Matthew Barrie (Escocia, 1860-1937) 







ASI ESTAMOS...





Relatividad 


(Maurits Cornelis Escher, Holanda 1898-1972)






octubre 08, 2006

octubre 06, 2006


¿De dónde habrá surgido la idea de que las personas pueden comunicarse mediante cartas? Uno puede pensar en una persona distante y puede tocar a una persona cercana; todo lo demás queda más allá de las fuerzas humanas. Escribir cartas, sin embargo, significa desnudarse ante los fantasmas, que las esperan con avidez. Los besos por escrito no llegan a su destino, se los beben por el camino los fantasmas. Con este abundante alimento se multiplican en forma desmesurada. La humanidad lo percibe y lucha por evitarlo. Y para eliminar en lo posible lo fantasmal entre las personas y lograr una comunicación natural, para recuperar la paz de las almas, ha inventado el ferrocarril, el automóvil, el aeroplano. Pero ya es tarde: son evidentemente inventos hechos en el momento del desastre. El bando opuesto es tanto más calmo y poderoso; después del correo inventó el telégrafo, el teléfono, la radio. Los fantasmas no se morirán de hambre, y nosotros, en cambio, pereceremos.


Franz Kafka (Cartas a Milena)


octubre 03, 2006



Al
amanecer
los
niños
montaron
en
sus
triciclos,
y
nunca
regresaron
Gime el lebrel en el cordón de seda Góngora



como un perro me ladro a mí mismo
y escarbo en los restos de mi alma
igual a alguien que quiso ser
y se convirtió
en vapor de sí mismo, en seda
rasgada por los lebreles del tiempo



Leopoldo María Panero
(Madrid, 1948)





LAS VENTANAS

( Edward Hopper "Summer Interior")


En estas oscuras piezas, donde paso
días agobiantes, voy y vuelvo arriba abajo
para hallar las ventanas. -Cuando se abra
una ventana habrá un consuelo- .
Mas las ventanas no están, o no puedo
encontrarlas. Y mejor quizás que no las halle.
Acaso la luz sea un nuevo tormento.
Quién sabe qué cosas nuevas mostrará.



Constantin Kavafis ( Grecia, 1863-1933)



octubre 02, 2006




A la noche empezó a soplar viento; en verdad, eran jazmines que venían, y eso parecía el viento. A ras de tierra, por el aire, a través de los árboles, puertas y ventanas; semejaron eludirme, pero, uno me golpeó en el pie; varios, seis, se me acomodaban en la cara, tal rápida corona (se deshizo). Yo estaba junto a la mesa, inmóvil, trazada con un lápiz.
Los Jazmines eran grandes y brillantes como hechos con huevos y con lágrimas.
Los familiares parecieron preguntarme silenciosamente y con alguna ira:
Aprendiste tantas cosas y ahora no puedes explicar? Se inició alguna conversación en lo oscuro, varias conversaciones, pero se interrumpían porque todo era inútil y nada podía detener a los jazmines.


Marosa di Giorgio (Uruguay, 1932-2004)
Imagen: Larry Carlson

Time of no reply

Summer was gone and the heat died down/And Autumn reached for her golden crown/I looked behind as I heard a sigh/But this was the time of no reply.//The sun went down and the crowd went home/I was left by the roadside all alone/I turned to speak as they went by/But this was the time of no reply.//The time of no reply is calling me to stayThere is no hello and no goodbye/To leave there is no way./The trees on the hill had nothing to say/They would keep their dreams till another day/So they stood and thought and wondered why/For this was the time of no reply.//Time goes by from year to year/And no one asks why I am standing here/But I have my answer as I look to the sky/This is the time of no reply./The time of no reply is calling me to stay/There`s no hello and no goodbye/To leave there is no way.

Nick Drake (pero mejor es escucharlo...)







Ávida
asomó el ojo
por la mirilla
allá
todo el afuera
babeaba
entre colmillos
el yo

minimalista
atrevíase
y no
encendido
ante la sola idea
solo
ante la idea
no más
allá
afuera
ante todo
babeaba
incendiado
no
se atrevía
entre colmillos
la vida
toda
asomó
el ojo
por la mirilla
no más.
Sandra Toro

octubre 01, 2006




"I have a sin of fear" /
"Tengo un pecado de miedo"

(John Donne)

AGORAFOBIA


(Foto:http://users.skynet.be/J.Beever/batman.html )
La agorafobia es la más común de las fobias o miedos irracionales. Aunque de acuerdo con la etimología de la palabra se relaciona con el miedo a los lugares abiertos, en general el agorafóbico teme cualquier lugar o situación en el que pueda manifestarse la ansiedad o pánico característico de la fobia, y del que no sea posible huir inmediatamente a un lugar considerado "seguro". Por ello, la agorafobia suele incluir otras fobias más específicas como el miedo a los lugares cerrados o claustrofobia o la fobia social, y se define a veces como "miedo al miedo". El agorafóbico tiende a evitar las situaciones potencialmente ansiógenas, lo que generalmente presenta un grave problema para el individuo afectado por este desorden, debido a que casi nunca deja su hogar, y cuando lo hace, generalmente, presenta una gran ansiedad causada por la fobia. Este trastorno tiene un mayor porcentaje de pacientes mujeres que hombres.
(texto extraído de http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Agorafobia&oldid=4809528 )(consultado por última vez octubre 1, 2006).
"But I don't want to go among mad people,"
Alice remarked.
"Oh, you can't help that,"
said the Cat:
"We're all mad here. I'm mad. You're mad."
"How do you know I'm mad?"
said Alice.
"You must be," said the Cat,
"or you wouldn't have come here."



 
(Lewis Carroll,
"Alice's adventures in Wonderland", 1865)

septiembre 30, 2006


Edificios
de hormigón
cuadrados
cubículos
ladrillos
uno
sobre
otro
uno con otro
trabados
paneles
de yeso
cielorrasos
vigas
paños fijos
cortinas
black out
molduras
rejas
cercos
perimetrales
puertas
Blindex
vidrios
dobles.

Escaleras de incendio
sólo en las películas de Hallmark


 Sandra Toro















De todas las puertas
a todas las manos
se tiende un arco
un número
finito
de probabilidades.
De todas las puertas
una hay sin ascensor:
la fosa.
De todas las manos
la mía es sorda
y es muda.





Sandra Toro






(La Despedida, Remedios Varo 1958)




ABRIENDO LA PUERTA


Cuando era chica, era rara. Rara, decía mi familia (y lo sigue diciendo). No especial, rara.
Mi lugar preferido de la casa era el placard. Cuando mis hermanos me molestaban o cuando se suponía que tenía que estar jugando afuera, al sol, yo corría a esconderme en el placard y desaparecía de ese mundo construido con leyes y ritmos con los que mis pies no sabían sincronizar. O no querían.
Así, obligada a compartir habitación con dos hermanos que intoxicaban, el placard fue mi cuarto propio.
La primera vez que me fui de casa tardaron cuatro horas en darse cuenta de que en realidad no había ido a ninguna parte, estaba en el placard.
Ahora que ya estoy grande, o el placard me queda chico, igual quiero abrir la puerta para ir a jugar.
Así que me invento uno acá. Y dejo la puerta entreabierta...